27 de mayo: san Agustín de Canterbury, los milagros del monje que evangelizó Inglaterra - Alfa y Omega

27 de mayo: san Agustín de Canterbury, los milagros del monje que evangelizó Inglaterra

La evangelización de Inglaterra nació en un mercado de esclavos de Roma, donde el Papa Gregorio Magno vio a unos jóvenes rubios que nunca habían oído hablar de Cristo. Al poco envío allí al monje Agustín

Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo
‘San Agustín de Canterbury predicando ante el rey Etelberto’. Grabado de Edmund Evans.

Inglaterra llevaba ya tres siglos sin apenas culto. Después de una primera evangelización en la época romana, las invasiones de anglos y sajones dejaron la fe cristiana casi en las brasas, hasta que en el año 596 el Papa Gregorio Magno decidió volver a evangelizar la isla.

Cuenta san Beda el Venerable en su Historia eclesiástica del pueblo inglés, que el deseo del Papa nació al ver en un mercado de Roma a un grupo de esclavos rubios, y le dio pena que aquellas gentes no conocieran al Señor. Por eso se puso en contacto con el abad del monasterio de los benedictinos, Agustín, y le envió junto a un grupo de 40 monjes.

Al pasar por Francia se alojaron en un monasterio de la Provenza, donde los religiosos les hablaron de la extrema crueldad de los paganos que habitaban al otro lado del mar. El pánico cundió de tal manera que los monjes obligaron a Agustín a volver a Roma a pedir nuevas instrucciones al Papa. Pero Gregorio Magno fue claro: debían volver.

Al final, la realidad al otro lado del mar no era tal como se la habían pintado. Al desembarcar, el rey fue personalmente a recibirlos. Casado con una princesa merovingia criada en el cristianismo, santa Berta de Kent, el rey Etelberto dio a los misioneros una acogida calurosa y les concedió trabajar en Canterbury, la capital de sus dominios, otorgándoles todo lo que precisaban para su sustento. Antes de un año, el mismo Etelberto recibió el Bautismo, convirtiéndose en el primer monarca inglés en hacerse cristiano.

Se ve que Dios tenía prisa por encender la llama de la fe en la isla, porque la conversión del rey fue acompañada de numerosos signos y milagros que la tradición atribuye a san Agustín. Un historiador de la época habla de «las maravillas que Dios obraba por su ministerio».

«Los milagros son un gran instrumento de evangelización», asegura Mari Carmen Rosa, de la comunidad evangelizadora Siervos de Cristo Vivo, fundada por el padre Emiliano Tardif en 1973. Sacerdote canadiense de los Misioneros del Sagrado Corazón de Jesús, Tardif dedicó buena parte de su ministerio a viajar por todo el mundo para llevar el mensaje del Evangelio, apoyado por numerosas sanaciones físicas y espirituales. «Lo importante es que la gente vea que Jesús está vivo, y gracias a los signos consigue mover los corazones hacia Él». Para la directora de la casa en Madrid de los Siervos de Cristo Vivo, «hoy como ayer el Señor sigue actuando, y de forma impresionante. Jesús está vivo y sigue haciendo lo mismo que hacía hace 2.000 años, con el mismo impacto». Y no puede ser de otra manera, porque «lo contrario sería evangelizar con nuestra fuerzas, elaborando métodos y haciendo planes de todo tipo. Dios tiene que ir por delante siempre». Como en los tiempos de san Agustín de Canterbury, la gente sigue necesitando «esa experiencia del amor de Dios que se manifiesta en sanaciones físicas y también en sanaciones interiores».

Una fama que llegó a Roma

La fama de milagros del santo alcanzó un punto tal que lo que hacía llegó a oídos del Papa en Roma. Al conocer lo que estaba ocurriendo en Inglaterra, el Papa Gregorio escribió a san Agustín una larga carta en la que le decía: «Dios te ha concedido el don de hacer milagros, y te ha dado el inmenso honor de convertir a muchísimos paganos al cristianismo. Pero cuidado, amigo mío, que esto no te vaya a producir orgullo», le recalcó. «Alégrate de haber recibido estos regalos del buen Dios, pero teme no aprovecharlos debidamente. Con los milagros y la predicación logras que tantos paganos se vuelvan cristianos, pero no vayas a creerte mejor que los demás, porque entonces le estarías robando a Dios el honor y la gloria que solo Él se merece. No hay que llenarse de orgullo por haber recibido estas cualidades, sino alegrarse mucho al ver que Dios es más amado y más glorificado por las gentes». Con esto, el Papa advertía al santo del peligro de que la gente «buscara más los milagros del Señor que al Señor de los milagros», dice Mari Carmen Rosa.

Feliz por las noticias que llegaban de Inglaterra, el Pontífice Gregorio Magno nombró a Agustín arzobispo de Inglaterra, y le envío una nueva remesa de sacerdotes para reforzar la evangelización del territorio. En los años siguientes, el monje creó nuevas diócesis y empezó a construir la que hoy en día es la catedral de Canterbury. Allí fue enterrado a su muerte, en el año 604, bajo el siguiente epitafio: «Aquí yace el señor Agustín, primer arzobispo de Canterbury, quien con la ayuda de Dios y respaldado por milagros trajo a la nación de Etelberto desde el culto de los ídolos a la fe de Cristo».

Bio
  • 596: San Gregorio Magno decide evangelizar Inglaterra
  • 597: Agustín llega a la isla con un grupo de 40 monjes
  • 598: Comienza la construcción de la catedral de Canterbury
  • 601: El Papa escribe a Agustín y le envía más sacerdotes
  • 604: Muere en Canterbury