Así son las buenas prácticas en pastoral juvenil - Alfa y Omega

Así son las buenas prácticas en pastoral juvenil

Fran Otero

Uno de los atractivos del simposio que se celebra en Barcelona es la Feria de las Buenas Prácticas, que presenta este jueves el cardenal Rino Fisichella. «Son iniciativas, muchas veces, promovidas por los mismo jóvenes, lo cual demuestra que no son solo destinatarios de estas prácticas, sino los principales protagonistas si están debidamente acompañados», afirma Michel Remery, vicesecretario general de la CCEE y organizador del evento. Estos son solo algunas de las que se están proponiendo, todas ellas –se han elegido con esa intencionalidad– extrapolables a otros contextos.

Valerie y el cura. Alemania

Valerie es una joven periodista que está acompañando a un sacerdote en su vida diaria durante un año. Pasa con él dos semanas al mes. Y eso que para ella la Iglesia católica es una especie de institución anticuada. Le observa: su oración, su trabajo como párroco e incluso en qué emplea su tiempo libre. Quiere saber por qué un hombre joven elige ser sacerdote. Desde esa premisa, surgen numerosos temas, conversaciones, preguntas que tienen espacio en un blog, en Facebook y en YouTube. Esta idea, propuesta por el Centro de Promoción Vocacional en colaboración con la Conferencia Episcopal y una agencia de comunicación, ha tenido una repuesta muy positiva, pues llega cada mes a más de un millón de personas, en su mayoría jóvenes de entre 18 y 24 años.

Juntos hacia adelante. Bosnia Herzegovina

La colaboración entre católicos, ortodoxos serbios y musulmanes es la principal característica de este proyecto para jóvenes. Y no es baladí, pues hace 25 años que en aquel país la guerra había separado a estas tres comunidades. La propuesta nace del centro juvenil Juan Pablo II y el principal objetivo es que los jóvenes de las distintas creencias se presenten, conozcan sus tradiciones y superen prejuicios y estigmas para una reconciliación efectiva. Entre 2013 y 2016, el proyecto incluía a católicos y ortodoxos pero, desde el año pasado, también participan musulmanes, y ha alcanzado ya a más de 2.000 jóvenes de todo el país. Otra peculiaridad de esta buena práctica es que son los propios jóvenes los que lideran, tras recibir la formación adecuada, las diferentes actividades en parroquias y escuelas, en visitas a centros religiosos, conferencias sobre reconciliación y paz, encuentros interreligiosos, campamentos de verano, viajes de estudios…

Espacios de oración en la escuela. Reino Unido, Alemania, Malta, Holanda…

Se trata de crear en las escuelas espacios durante unos días o una semana en los que se propongan una serie de actividades que animen a la reflexión personal en cuestiones como el perdón, la injusticia, las grandes preguntas, la identidad… La experiencia en Reino Unido, Irlanda, Alemania o Malta está siendo muy positiva, sobre todo porque es una actividad inclusiva y abierta a todos, sin proselitismo, de modo que cada alumno puede dibujar o escribir sus propias conclusiones. En algunos centros, los profesores llevan a sus estudiantes al lugar de oración para una clase sobre un tema concreto, mientras en otros casos se invita a los estudiantes a que lo visiten de manera voluntaria, durante sus descansos, horas de comida o cuando terminen el día. «Los lugares de oración en los colegios permiten a los niños y jóvenes, de cualquier fe y de los que no tienen, a explorar las grandes preguntas de la vida, la espiritualidad y la fe de un modo seguro, creativo e interactivo», explican desde la organización. Esta iniciativa la suele llevar a cabo un equipo de la iglesia local como un servicio a la escuela.

Comunidad Ciupa. Polonia

En esta comunidad, situada en la ciudad polaca de Pozna, hay una comunidad de jóvenes que tiene un especial cuidado con las personas con discapacidad. Todos los jueves participan en la Eucaristía y luego comparten sus problemas y sueños mientras beben té y comen algunos dulces. Celebran, además, eventos especiales en determinados momentos del año: Navidad, Cuaresma… Cada verano, organizan un campamento de una semana, en los que se mezcla el ocio con la oración. Son ellos mismos los que reúnen el dinero. En total participan unas 40 personas de diferente edad, incluso menores, con distintas capacidades psíquicas y físicas. Lo más importante de esta experiencia son los vínculos que se crean, la amistad y lo que reciben de las personas con discapacidad, que –aseguran los participantes– no es otra cosa que aprender a amar.