Amor al Santísimo Sacramento - Alfa y Omega

Amor al Santísimo Sacramento

Jesús Junquera Prats
Foto: ABC

Cristo Eucaristía es el centro de la vida de la Iglesia. Así lo vivió santa María Micaela del Santísimo Sacramento, que hizo de su experiencia con Jesús Sacramentado una vivencia de la caridad especialmente encauzada a la ayuda de las mujeres más necesitadas.

María Micaela Desmaissiéres y López Dicastillo nació en 1809 en Madrid, en plena guerra de la Independencia. Perteneció a una familia aristocrática y llevó el título de marquesa de Jorbalán. Educada con todo esmero, siempre estuvo protegida por el administrador de la familia.

Con claro talante social, María Micaela ve la necesidad de ayudar a las mujeres que viven la lacra de la prostitución. Así, con sus bienes, en 1845 funda un colegio para acogerlas y, dejando su casa, se va a vivir con ellas. En 1856, pasadas las primeras dificultades para la obra, se une a otras colaboradoras y ve la necesidad de fundar una comunidad que dé forma al proyecto. Así surge la Congregación de Adoratrices Esclavas del Santísimo Sacramento y de la Caridad. Ella, desde un primer momento es conocida como madre Sacramento.

Las primeras constituciones serán aprobadas por la Santa Sede en el año 1861. Rápidamente van surgiendo distintas casas en España: Valencia, Zaragoza, Barcelona… Tuvo mucha influencia en la sociedad de su época y fue llamada por el padre Claret para aconsejar a la Reina Isabel II y a la familia real.

Madre Sacramento hizo que las escuelas dominicales fueran una realidad evangelizadora, especialmente para los niños.

En agosto de 1865, al enterarse de que Valencia había sido asolada por el cólera, decidió ir allí para ayudar a sus hermanas religiosas en tan ardua tarea. Se infectó y murió el 24 de agosto de ese mismo año.

Madre Sacramento fue una adelantada de su tiempo: pudiendo tener una vida cómoda desde su encuentro con Cristo Eucaristía, hizo de su vida una entrega a la promoción de la mujer hace más de 100 años, algo que parece que acaba de descubrir nuestro mundo. Valora a la mujer como persona, sin importar de dónde venga. Así sus hijas siguen hoy, de una forma callada pero eficaz, llevando esta labor a cabo en muchos países. Hacen que, desde el amor a la Eucaristía, irradien amor a las mujeres que necesitan una mano amiga.