Lamentarás no haber salvado más judíos... - Alfa y Omega

Lamentarás no haber salvado más judíos...

El periodista italiano Odoardo Focherini, padre de siete hijos y enamorado de su esposa, no dudó en poner en riesgo su vida para salvar a un centenar de judíos de las manos del régimen fascista. Fue descubierto y murió en un campo de concentración alemán, mientras ofrecía su vida a Dios por la Iglesia y por la paz en el mundo. en 2013 fue beatificado. Cuando empiezan a cumplirse los aniversarios de la liberación de los campos nazis, recordamos su historia

Cristina Sánchez Aguilar
Odoardo y su mujer, María, junto a sus hijos mayores

Odoardo Focherini nació en 1907 en Carpi, localidad al norte de Italia. Desde pequeño, participó activamente en la vida de la Iglesia de su localidad, y militó en la Acción Católica, de la que llegó a ser Presidente diocesano. Su vocación de laico comprometido culminó con su matrimonio con María Marchesi, en 1930, con la que tuvo siete hijos, a quienes educó en una intensa vida de fe.

Focherini dio sus primeros pasos como periodista trabajando como corresponsal de la diócesis de Carpi en el periódico L’Avvenire d’Italia, de Bolonia, y más tarde, colaboró con L’Osservatore Romano -el periódico de la Santa Sede-. También trabajó en la Sociedad Católica de Seguros de Verona, y, en 1939, fue nombrado Administrador de L’Avvenire d’Italia. Marco Tarquinio, actual director del diario L’Avvenire, hoy de la Conferencia Episcopal Italiana, dice de Odoardo que fue «un hombre de palabras y un hombre de Palabra», de la Palabra hecha carne: Cristo mismo.

Cuando en Italia se inició la persecución de los judíos por el régimen nazi-fascista, Odoardo, junto con don Dante Sala, párroco de San Martino Spino, organizó una red de evacuación hasta Suiza, y ambos salvaron, entre 1943 y 1944, a más de 100 judíos. Los testimonios de quienes le conocieron en aquella época le recuerdan «aferrado a la comunión diaria» y «siempre tranquilo y sonriente, incluso cuando la policía del régimen iba a buscarle, para ver si le apresaban con las manos en la masa, al periódico, al trabajo o a casa». Era, señala monseñor Francesco Cavina, obispo de Carpi, un «hombre libre, cuya libertad nacía de su adhesión a la Verdad de Cristo». El ejemplo de Odoardo «nos recuerda que la fe tiene que llegar a todas las situaciones de la vida: él lo aplicó en el trabajo, en el amor por su familia y en su trabajo como periodista», añade monseñor Cavina.

Decid a mi mujer que he pensado siempre en ella

En 1944, fue arrestado, por orden de las SS, en el hospital de Carpi, mientras trataba de organizar la fuga del judío Enrico Donati. Fue encarcelado primero en Bolonia, donde, durante una visita, su cuñado le dijo: «Te expones demasiado, ¿no piensas en tus hijos?». Y Odoardo respondió: «Si hubieras visto lo que he visto yo en esta cárcel, todo lo que hacen padecer a los judíos, lamentarías no haber hecho lo suficiente por ellos, y no haberlos salvado en mayor número».

Tras su paso por este penal, comenzó su periplo por los campos de concentración de Fossoli, en Carpi, y de Gries, en Bolzano, hasta que fue deportado al campo de Hersbrück, en Alemania, donde murió el 27 de diciembre de 1944. Días antes, en la enfermería, pronunció estas palabras, que quedaron recogidas por los testigos presentes: «A mis siete hijos quisiera verlos antes de morir. Sin embargo, acepta, Señor, también este sacrificio y custódialos Tú, junto a mi mujer y mis seres queridos. Muero en la más pura fe católica y en plena sumisión a la voluntad de Dios, ofreciendo mi vida en holocausto por mi diócesis, por la Acción Católica, por L’Avvenire d’Italia y por la paz del mundo. Decid a mi mujer que le he sido siempre fiel, que he pensado siempre en ella, y la he amado siempre intensamente».

María, su esposa, siempre estuvo en sus pensamientos. Desde su arresto, inventó miles de estratagemas para comunicarse con ella y con sus seres queridos, a quienes envió -mientras pudo- decenas de misivas. «El dolor y el sufrimiento se convierten en una bendición si se aceptan con fe y se ofrecen a Dios. Él me da fuerzas para pensar en ti y en los pequeños con menos ansiedad y temor. Fiat voluntas Dei, Mariolina», escribió desde el campo de concentración de Fossoli en 1944, en una de las innumerables cartas que su esposa recibió.

Odoardo Focherini obtuvo, a título póstumo, la Medalla de Oro de las Comunidades Judías de Italia en 1955, el título de Justo entre las naciones en 1969, y la Medalla de Oro al Mérito Civil de la República Italiana en 2007. En mayo de 2012, el Papa Benedicto XVI autorizó a la Congregación de las Causas de los Santos a promulgar el Decreto de martirio. El proceso de beatificación se inició en 1996, y fue beatificado el 15 de junio de 2013.

Una llamada a la que no se puede decir que no

Más de cincuenta familiares, entre hijos, sus 15 nietos y sus 21 bisnietos, estuvieron presentes en la beatificación de Odoardo. «Todos compartimos la creencia de que, en este reconocimiento, se incluye también a su mujer, María. Fue una pareja que compartió la vida, literalmente, en la alegría y en el dolor», explica Francesco Manicardi, periodista y nieto de Odoardo. También sus hijos, con motivo de la beatificación, han escrito sobre la figura de su padre. Rodolfo le ha recordado como un padre al que «le encantaba jugar con nosotros al final de la jornada de trabajo. Algo que no abandonó nunca: hasta desde el campo de concentración de Bolzano siguió jugando con sus hijos, a través de las cartas».

Gianna, su quinta hija, recuerda cómo su padre le decía siempre a su madre: «Rezo para que nuestro sufrimiento llegue a ser bueno para nuestros hijos». Y Paola, la más pequeña, reconoce que, durante mucho tiempo, se preguntó «las razones de la elección de mi padre, hasta que me di cuenta de que la suya era una llamada divina, a la que no se puede decir que no».