Como esquirlas... ...de cristales rotos - Alfa y Omega

Como esquirlas... ...de cristales rotos

Se trata de una primicia mundial: un manuscrito inédito incluso en Polonia; un largo poema, que ha sido encontrado recientemente en los archivos de la Curia arzobispal de Cracovia, y que Karol Wojtyla escribió entre 1943 y 1944, al poco de entrar en el seminario clandestino de Cracovia. Estudiaba Teología, a la vez que trabajaba como obrero en las canteras de la Solvay, durante el período más duro de la ocupación nazi. Ya sorprende el título del poema: Proletariado. Es una reflexión que, con fuerza poética, anticipa temas esenciales de su pontificado, como la cuestión social y las trágicas ilusiones de la revolución comunista; de fondo, los ecos de la violenta guerra civil española, las catedrales e iglesias incendiadas… Pasado el tiempo, reelaboró más orgánicamente todo su pensamiento social en la obra teatral Hermano de nuestro Dios, sobre el pintor polaco que se hizo fraile para vivir con los pobres. El diario italiano Avvenire ha publicado esta primicia mundial, de la que ofrecemos lo esencial:

Avvenire
El Santo Padre Juan Pablo II saluda a unos obreros, durante su trabajo

Proletariado

«Surgirán mosaicos de humo del resplandor
de los incendios de las catedrales;
en la ventana con la luna de sangre, una mano
escribe Tu nombre -¿es sed de pan, o sed de poder
sobre el mundo?-
Surgirán los fantasmas de España, teñidos
del incendio de las catedrales,
los pensamientos rodarán por el empedrado
como esquirlas de cristales rotos…
y ahora, ya con las sombras del incendio de España
marcadas en las ventanas,
ya ahora se hacen añicos las siluetas
de una enorme multitud;
despedazos con paciencia los corazones de cristal
para poder creer en vosotros, creer que sois la mies.

La catedral de Oviedo, tras el incendio sufrido en la Revolución de octubre de 1934

Rasgas con los dedos lentamente, como se rasga
el agua, los pensamientos dispuestos a surgir
como un gallo que cacarea entre las ramas
y remueves la hez del orgullo
y luego los rayos de las banderas -y haces caer
de las manos las pancartas de la revuelta
y la idea de injusticia ahoga la idea de evolución-.

Quizás es más fácil prometer hoy el pan de cada día
o exigir el cobro de la sangre,
es más fácil quizás ofrecer la promesa del Reino
y mirar al pensamiento y no a la sangre;
pero la sed de felicidad está aquí ya,
aquí ahora forma la Iglesia que combate
por el mendrugo de pan cotidiano.

Pero, aunque las catedrales desaparecieran
entre las llamas, no creeré que eso diera sentido
a las palabras del beber y del comer.

Y, sin embargo, ellos seguirán adelante
y entenderán profundamente el sentido.

¿Por qué nos has dejado en manos de los poderosos indefensos ante las mentiras de las turbas
-quizá no somos la mies?-
¿Por qué no bajas hasta nosotros,
por qué retrasas el momento?

Decidnos, señores de la izquierda,
¿os preocupa el hombre, o sólo la masa?

Vendrán, y obstáculos de siglos
saltarán deprisa por los aires,
porque, de hecho, para ellos el camino del Reino
está más cerca. Velando así, más despiertos
que los tres discípulos en el Getsemaní,
hablamos nosotros, hijos de la tierra,
de nuestro Padre lejano; y aquí nadie
Le reprocha el contenido clavado en la cruz.

Las madres que saben sufrir no imprecarán
por su dolor; ¿qué es más fácil hoy: prometer
a la gente un trozo de pan y pedir a cambio
un opíparo diezmo de sangre, o remover en ellos
una eterna inquietud por el Reino
y mirar no ya su sangre, sino su pensamiento?

¿Pero de verdad basta con disolver el enigma
de la palabra hambre?

Tu Reino no conoce este concepto: el hambre.

Padre, ¿por qué nos has traído al mundo,
si ahora nos haces perecer?

-También el viento, cuando esparce la simiente
de la palma de la mano, sacia al enjambre
de los pájaros-.

Escuchad, señores de la izquierda, ¿qué significa
la palabra masa, si antes no se resuelve
la palabra hombre?

El joven Wojtyla (segundo por la derecha), en los tiempos en que trabajaba en la Solvay. Poco después, Hitler invadía Polonia

Amenazadores se alzan los pórticos de las casas,
oxidados por el incendio de estas catedrales
-una mano extenuada escribe Tu nombre
en la ventana corroída por su fulgor-.

De lo que se trata aquí es de la miseria
o del poder sobre el mundo;
se yerguen los fantasmas de España,
teñidos del incendio de las catedrales
y los pensamientos rodarán por el empedrado
como esquirlas de cristales rotos.

Y cada uno que pase por aquí desencadenará
la leyenda de la felicidad,
igual que la primera helada tenue
marchita el manzano de la huerta.

Pero Tú no lo recoges
-aunque desde hace tiempo haya madurado
el fruto de los puños inmóviles pero apretados,
aunque desde hace tiempo las ramas de los árboles se hayan doblado bajo la carga de tantas almas-.

¿Quién nos conducirá desde la tierra?

En las aulas de los Parlamentos derruidos
Tú solo permaneces mudo,
en Ti no hay siquiera ira
sólo la Verdad de las palabras sencillas
esculpida en la madera.