Semana Santa en Toledo: ¿Cómo no emocionarse? - Alfa y Omega

Semana Santa en Toledo: ¿Cómo no emocionarse?

La ciudad de Toledo ofrece un escenario único que llena de belleza, aún más si cabe, lo que las comunidades parroquiales, junto con sus párrocos, viven en las celebraciones de la Semana Santa. El silencio, el recogimiento, la luz en penumbra, los cantos de los hermanos, las oraciones… Todo ello contribuye a que los cofrades lleven a cabo su estación de penitencia inundados por las gracias espirituales que han celebrado litúrgicamente

Braulio Rodríguez Plaza
Imagen del Cristo Cautivo a su paso por la catedral de Toledo durante la procesión del Lunes Santo. Foto: Miguel Ángel Olmos. Olmos Fotografía

Las celebraciones litúrgicas de la Semana Santa y la piedad popular que rodean estos días son la forma con la que el Pueblo de Dios vive la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo. Unas y otras son una unidad que solo se entiende desde el memorial de la Pascua del Señor, vivido profundamente y expresado también en la belleza de nuestras ciudades históricas. Pero solo desde el interior, desde una fe vivida y celebrada, se entiende y tienen razón de ser las manifestaciones de la piedad popular; de lo contrario, estas se reducen a un mero costumbrismo irrelevante, edificado sobre intereses ajenos a lo más genuinamente evangélico.

La ciudad de Toledo, y concretamente su casco histórico, ofrece un escenario único que llena de belleza, aún más si cabe, lo que las comunidades parroquiales junto con sus párrocos, viven en las celebraciones de la Semana Santa. El silencio, el recogimiento, la luz en penumbra, los cantos de los hermanos, las oraciones… Todo ello contribuye a que los cofrades lleven a cabo su estación de penitencia inundados por las gracias espirituales que previamente han celebrado litúrgicamente. La misma configuración de las calles toledanas hace que el espacio litúrgico de los templos se expanda a cada uno de sus rincones, posibilitando a los cofrades y a los asistentes que recen, pidan perdón, ofrezcan obras de penitencia y renazcan a una vida nueva con la Resurrección.

Momentos de la Semana Santa en Toledo

Procesión del Cristo de la Vega por la calle Comercio la noche del Jueves Santo. Foto: Miguel Ángel Olmos. Olmos Fotografía

Citemos algunos momentos de esta Semana Santa toledana: la oración ante un Crucificado que, en el centro de la plaza de Zocodover, pide por los hermanos difuntos; la emoción ante el paso de Cristo Redentor que, caído por el peso de la cruz, recorre las estrechas calles de la ciudad al tiempo que se escucha el canto del Miserere; los sentimientos piadosos que produce contemplar al Cristo Cautivo, maniatado y camino del Calvario, cuando pasa por la calle Hombre de Palo, seguido por sus hermanos cofrades y un numeroso grupo de feligreses junto con su párroco; o el paso del Cristo de la Vega ante la Puerta de Reyes de la Catedral Primada, en plena madrugada del Viernes Santo, mientras se oye el motete que cantan los seminaristas; justo al tiempo que otros se postran ante los monumentos eucarísticos de las iglesias celebrando la Hora Santa. Estos momentos y otras muchas hermandades –que sería largo de citar– nos ayudan a entrar y vivir los misterios pascuales con profundidad y autenticidad. Luego vendrá su manifestación externa que contribuye para que las gracias que el Señor nos concede estos días entren por todos los sentidos.

Liturgia llena de belleza y expresividad

Creo, además, que es justo subrayar igualmente otro rasgo de la Semana Santa de esta ciudad: junto a las celebraciones en las parroquias, la liturgia de estos días gira, de manera singular, en torno a la santa iglesia catedral donde el obispo diocesano, junto con el cabildo primado y los alumnos del seminario mayor, celebran con los fieles tanto el oficio divino como el Triduo Pascual. La liturgia en el templo primado es modélica y llena de belleza y expresividad. Los sacerdotes y los seminaristas, alrededor de su obispo, la viven intensamente e impregnan de sentido y espiritualidad todos estos días.

Imagen del Cristo Redentor, durante la procesión del Miércoles Santo. Foto: Miguel Ángel Olmos. Olmos Fotografía

Como bien sabemos, la Semana Santa concluye con la gran celebración litúrgica de la Resurrección del Señor en la Noche Santa. Así la llama la liturgia hispano-mozárabe. En ella, reciben los sacramentos de la iniciación cristiana catecúmenos adultos y niños en edad escolar, al tiempo que los demás renovamos las promesas bautismales. La bella liturgia hispana, celebrada en las parroquias mozárabes, exclama llena de gozo: «Aquel cuerpo murió por amor, no por necesidad. En aquel corazón no estuvo encerrada la debilidad, sino la piedad misericordiosa. Ser crucificado es propio del hombre, resucitar es privativo de Dios. No dudes más, no te sorprendas; la tierra pudo ser hospedaje para su Señor, pero no pudo ser sepulcro permanente»; y exulta al contemplar a la Iglesia y a la santísima Virgen María diciendo: «Ahora nacen a la vida eterna los hijos de la luz, a los que la madre Iglesia, que los había engendrado en esta noche, alumbra en parto matutino por la gracia espiritual. Concibiendo sin relación a la muerte, y pariendo con gozo, reproduce en sí la imagen de la Virgen Madre, fecunda sin intervención ninguna de contacto humano. Al resucitar Cristo en esta amanecida, muere la muerte de pecado y brota la vida de los creyentes…». ¿Cómo no emocionarse con estas bellísimas oraciones? y ¿cómo no expresar en nuestras calles el gozo que nos inunda? Este es el auténtico sentido de la piedad popular que expresan las hermandades y cofradías en sus cultos y en sus procesiones.

Una Semana Santa así vivida con autenticidad y sentido eclesial es sin duda evangelizadora. Dios quiera que la mundanidad, como nos dice el Papa Francisco, nunca contamine lo que da sentido a estos días y la misión peculiar que tienen las hermandades y cofradías. Así se lo pido al Señor Crucificado y Resucitado.

+ Braulio Rodríguez Plaza
Arzobispo de Toledo y primado de España