Semana Santa madrileña (II) - Alfa y Omega

Semana Santa madrileña (II)

Cristina Tarrero
Foto: custodiosdesanpedro.blogspot.com.es

Cuando anochecía, acontecían las tinieblas, una celebración litúrgica que atraía a los fieles de forma asombrosa. Para ello se utilizaba un candelabro llamado tenebrario que habitualmente tenía quince velas. Este oficio sustituía al rezo de los maitines y laudes del Jueves, Viernes y Sábado Santo, pero comenzaba la noche del Miércoles Santo. A partir del jueves se establecía la prohibición de circular carruajes, solo se permitían los carruajes de mano. Antes de la procesión, en el Alcázar se realizaba una curiosa ceremonia, el lavatorio: unos pobres eran recibidos por el rey, que les lavaba los pies y les daba de comer. La villa estaba esplendorosa, engalanadas las iglesias, cubiertas de tapicerías tanto en su fachada como en el interior, ocultos los retablos y retiradas algunas imágenes. Los templos realizaban acopio de cera, maderas y flores. Si la iglesia no tenía suficientes ornamentos litúrgicos, se alquilaban candelabros y demás objetos para un brillante y regio monumento. Madrid tenía el Jueves Santo tres procesiones destacadas. La primera y más antigua salía de la iglesia de Santa María de Gracia, la segunda desde San Millán, y la última del convento de la Trinidad Calzada, templos hoy desaparecidos. Las procesiones incluían numerosos pasos y participaban diferentes gremios. En las iglesias, vistosos monumentos reservaban el Santísimo y los fieles acudían a visitarlos y a rezar las estaciones.

El Viernes Santo, a las seis de la mañana, salía la procesión de la cofradía de Nuestra Señora de los Siete Dolores del colegio de Santo Tomás, también desaparecido, que incluía entre los cofrades a zapateros, esparteros, vidrieros y pintores; a mediodía los carpinteros y albañiles sacaban el paso de Nuestra Señora de la Huida a Egipto; y a las tres de la tarde Nuestra Señora de la Soledad era portada por funcionarios de los consejos. Todas acompañadas por cofrades de luz, con hachas de cera, y disciplinantes.

El Domingo de Pascua la Virgen de la Soledad salía en la madrugada, cubierta con un velo negro, y en la Puerta del Sol se encontraba con la cofradía del Santísimo Sacramento; se quitaba el luto a la Virgen y quedaba vestida de blanco frente al Santísimo.