La ambigua relación con la fe de los candidatos al Elíseo - Alfa y Omega

La ambigua relación con la fe de los candidatos al Elíseo

La generación de candidatos más secularizada de toda la historia de Francia se postula para dirigir el país. Sin embargo, algo queda: un izquierdista redomado con inquietudes espirituales y litúrgicas, un socialista que admite que su trayectoria no se puede construir sin el catolicismo o la presidenta de un partido muy nacionalista más devota de la Virgen de lo que parece. Samuel Pruvot les ha entrevistado

José María Ballester Esquivias
Debate de los principales candidatos en TF1 el 20 de marzo. De izquierda a derecha, el conservador Fillon, el social-liberal Macron, el izquierdista radical Mélenchon, la populista Le Pen y el candidato oficial del Partido Socialista, Hamon. Foto: AFP Photo/ Patrick Kovarik

No es la primera vez que Samuel Pruvot, redactor jefe de Famille Chrétienne, indaga en las creencias de los dirigentes galos: dedicó sendos libros a François Hollande y Nicolas Sarkozy. Esta vez, sin embargo, ha compendiado a los principales candidatos a las presidenciales en un solo volumen titulado Les candidats à confesse (Los candidatos se confiesan). La primera impresión es que nunca antes los postulantes a la presidencia de Francia exhibieron tanta indiferencia frente al hecho religioso. Pruvot matiza: «De lejos, parece que la dimensión religiosa ha desaparecido en los candidatos; pero de cerca es más discutible: todos los candidatos que he entrevistado tienen una larga historia, feliz o infeliz, con el catolicismo». «Desde la extrema izquierda a la extrema derecha», prosigue, «los pretendientes al Elíseo –así consta en el libro– se han desprendido, en mayor o medida, de su educación católica».

Pero algo queda: «Jean-Luc Mélenchon [el sulfúrico candidato de la izquierda radical] siente nostalgia por las grandes liturgias de su infancia, de modo particular por la Semana Santa; la populista Marine Le Pen recuerda la fe de sus primeros años en la que la Virgen ocupaba un lugar preponderante; Emmanuel Macron, el posmoderno, fue educado en los jesuitas y pidió ser bautizado con 12 años».

¿Se asemeja tamaña falta de espiritualidad a la sociedad francesa actual? ¿O hay un desfase entre los candidatos y la opinión?
Pese a que los candidatos han recibido mucho, su espiritualidad actual parece que es muy pobre. Estamos frente a un catolicismo sociológico más o menos asumido. A la postre, su perfil se corresponde bastante bien con la actual sociedad francesa, sacudida por una ola de secularización sin precedentes. En Francia existe una minoría católica muy activa, pero ningún candidato procede directamente de ella. Eso sí, François Fillon es el que dispone de la red de contactos más extendida entre los católicos.

De momento, el favorito de las encuestas es Macron. Su viaje de ida y vuelta hacia la fe católica llama la atención. ¿Cómo lo explica?
Efectivamente, ha acometido un viaje de ida y vuelta, desde el agnosticismo a la fe y a la inversa. Me recuerda a Hollande, que ha erigido el agnosticismo en auténtica política. Es una filosofía de la falta de compromiso, que siempre deja una puerta abierta por miedo de no poder escapar. Macron asume la cultura cristiana, aunque se cuida mucho de convertirla en columna vertebral de Francia. Para él no existe el arte francés ni, probablemente, religión francesa.

Con todo, él dice en el libro: «Sigo siendo receptivo a la trascendencia». ¿Una demostración más de su tendencia a gustar a todos sin disgustar a nadie?
Gustar a todos es la seña de identidad de Macron. Gustar hasta el punto de limar asperezas y de buscar por todos los medios un acuerdo con su interlocutor. Dicho esto, más vale mostrarse receptivo a la trascendencia que al materialismo puro y duro. De su postura se desprende cierta búsqueda espiritual. Ambigua, pero puede que auténtica.

Del candidato ambiguo a la candidata sin pelos en la lengua. ¿Cuál es la verdadera relación de Marine Le Pen con la fe?
Marine Le Pen es una mujer trágica. Tiene el sentido de la dureza de la lucha política y también de una especie de destino que pende sobre su familia. El catolicismo forma parte del escenario, pero sin más a día de hoy. Pero no cierra del todo la puerta al Evangelio. Me dijo que le había impactado el Año de la Misericordia del Papa Francisco. Creo que espera de la religión la ternura que no le aporta la violencia de la política.

Entre la presidenta del Frente Nacional y su sobrina, la diputada Marion Maréchal-Le Pen, existen divergencias estratégicas sobre temas como el matrimonio gay o el aborto. ¿Hay ruptura dentro de la familia?
La ruptura es manifiesta. Marion Maréchal-Le Pen forma parte de una generación que reivindica a sus maestros intelectuales y espirituales. Cultiva una identidad en la que el catolicismo ocupa un lugar importante. Su tía es una hija de Mayo del 68: la religión en política está fuera de lugar.

También es peculiar el caso de Mélenchon. ¿Acaso sus prejuicios actuales asfixian sus auténticos sentimientos?
Me dijo que era «demasiado viejo para ser anticlerical». Por su compromiso con la izquierda, su hostilidad a la Iglesia tendría que ser natural.

¿Qué le hizo cambiar?
Su experiencia en América Latina. Conoció a sacerdotes adeptos de la teología de la liberación que compartían su lucha. Su mirada cambió y su nostalgia del catolicismo es auténtica. En privado pregunta mucho sobre la fe y la liturgia, unos temas que aparentemente le apasionan. Paradójico pero cierto.

Quien no tiene problemas de fe es Fillon. Aunque su fe reivindicada —con retiro anual en una abadía benedictina— parece que no impacta mucho en su ética pública.
Es un hombre del oeste francés que asume su educación y la historia de su país. Reconoce a la Iglesia su papel moral y a los papas una conciencia planetaria. Pero adopta las costumbres de la clase política. Si bien hay que destacar que es uno de los pocos que no pisotea en público los grandes principios de la Iglesia.