«Nadie es irrecuperable» - Alfa y Omega

«Nadie es irrecuperable»

Desde hace cuatro décadas, la Asociación para la Protección y Asistencia a los Condenados (APAC) está revolucionando el sistema penitenciario brasileño con sus cárceles sin violencia, sin policías y sin armas, donde la prioridad es la recuperación física, psicológica, social y espiritual de los internos, a quienes se les llama por su nombre y se les corresponsabiliza de la gestión de los centros. Algunos responsables de APAC han visitado España con motivo de la exposición Del amor nadie huye, que ha recalado en la última edición de EncuentroMadrid de la mano de la ONG Cesal y el Ayuntamiento madrileño

Ignacio Santa María Pico
Varios recuperandos en un centro gestionado por APAC en Brasil, donde las celdas no tienen llave. Foto: Antonello Veneri y Marina Lorusso

Después de largas estancias en cárceles comunes donde el hacinamiento, la violencia y el trato inhumano son moneda corriente, muchos condenados llegan devastados a los centros gestionados por APAC (Asociación para la Protección y Asistencia a los Condenados). Allí se topan con una realidad diferente: paredes pintadas de color blanco y azul celeste, orden y limpieza, buena comida y, sobre todo, trato humano: se les llama por su nombre y se les propone un itinerario para recuperar su dignidad sepultada bajo un mar de humillaciones.

«Aquí entra el hombre, el delito queda fuera», dice un letrero escrito sobre la entrada de cada uno de los centros gestionados por cualquiera de las 50 APAC que ya existen en Brasil. Desde el momento en que franqueen esa puerta, los recién llegados no verán guardias. Serán funcionarios, voluntarios y otros reos quienes que se responsabilicen de ellos. Ya no se les llamará presos, sino recuperandos.

Un camino espiritual

Desde el primer momento, APAC propone a los recuperandos hacer experiencia de Dios como autor profundo del proceso de reconstrucción de sus personas. Se trata de una propuesta libre pero decidida que se hace a todos. «Los recuperandos son libres de participar o no de estos momentos de espiritualidad», indica Valdeci Antonio Ferreira.

El máximo responsable de la federación de APAC sostiene que «la experiencia nos dice que aquellos que se comprometen con la experiencia de Dios tienen más facilidad de reinsertarse. Sin Dios es más difícil caminar, sobre todo para estas personas que han venido de un mundo de violencia, de crímenes, de drogas, de prostitución…».

Puede parecer una intromisión que en estos centros subsidiarios del poder judicial se haga una propuesta religiosa tan clara a los condenados. El magistrado defiende la legalidad de esta apuesta: «La ley en Brasil prevé que el preso tiene derecho a asistencia religiosa y espiritual. No es un deber pero sí un derecho. En esto los centros de APAC no se diferencian de las cárceles ordinarias. Si a veces hay confusión es porque APAC surge de un movimiento religioso y porque los voluntarios que se interesan por los presos son personas de una espiritualidad elevada, y entonces hay gente que dice que es una iglesia, pero no es verdad. APAC cumple las leyes de Brasil».

Pero el pilar más importante del método es el amor que se transmite a los recuperandos a través de la entrega radical y comprometida de los voluntarios. «No se les exigen muchas habilidades, pero sí se les pide que amen», asegura Ferreira. «Estoy seguro de que Dios nunca nos preguntará cuántas personas logramos recuperar, pero sí nos preguntará: “¿Tú amaste?”». Para el responsable de APAC, es esto lo que provoca un cambio en el corazón.

Walter y el juez escéptico

APAC nació en los 70 de la actividad pastoral que un grupo de cristianos encabezado por el abogado Mario Ottoboni desarrollaba en las cárceles. De hecho, en un primer momento, las siglas correspondían a la denominación Amando al Prójimo, Amarás a Cristo. La obra sigue nutriéndose de una profunda conciencia religiosa, como se percibe en todo momento en las palabras de Valdeci Antonio Ferreira, laico misionero comboniano que dirige la FBAC, federación que agrupa a todas los centros APAC.

«Por muy malos que sean los crímenes de quienes llegan, aunque sean hediondos, por muy alto que sea su grado de destrucción, dentro de todo ser humano hay un espacio, aunque sea muy pequeño, donde la oscuridad, las tinieblas y la fuerza del diablo no pueden llegar y desde ese espacio de luz empieza el rescate del ser humano. Por eso el lema de la fraternidad es: Nadie es irrecuperable», afirma Ferreira.

Nadie es irrecuperable. Esta frase, como todas las que decoran las paredes de los centros de APAC, nació de una historia concreta, en este caso la de Walter, un preso que creaba graves problemas por todas las cárceles por las que pasaba. Con fama de fiera incontrolable, este interno violento fue enviado a un centro de APAC por un juez que no confiaba en la eficacia del método. Walter pasó las primeras semanas bastante tranquilo ante el escepticismo del magistrado, que llamaba cada pocos días para comprobar si el condenado había vuelto a hacer alguna de las suyas. Pasado un tiempo, el responsable del centro entró en la enfermería y frotándose los ojos contempló un milagro: Walter estaba lavando las heridas de un pederasta que había llegado malherido tras recibir una brutal paliza en una cárcel ordinaria.

Lejos de querer dulcificar la realidad, Ferreira reconoce en conversación con Alfa y Omega que el éxito del amor no es automático, y depende de la libertad de cada persona. «Muchas veces invertimos esfuerzo y tiempo en un recuperando, sale y vuelve a caer en la droga o en la delincuencia. Da la impresión de que nuestro amor ha fracasado. Pero el amor nunca fracasa, lo que pasa es que muchas veces nuestro amor no es lo suficientemente grande para llegar a los espacios oscuros, de tinieblas, de algunas personas. Entonces hay que pedir a Dios que desde lo alto nos envíe su espíritu de luz, para que al día siguiente de este fracaso empecemos de nuevo». Y remata esta reflexión con un argumento inapelable: «Podría estar toda la tarde dando testimonio de los fracasos, pero prefiero gastar este tiempo dando testimonio del éxito del amor».

La historia de Roberto

Uno de esos testimonios donde brilla el triunfo del amor es el que ofrece Roberto Carvalho. Apenas tenía 20 años cuando fue sentenciado a una larga condena de cárcel. Le encerraron junto a 40 presos en una celda que solo tenía capacidad para diez. Allí conoció todo lo peor que uno puede imaginar: asesinatos, droga, malos tratos… Durante siete años fue tratado como un animal. Después fue trasladado a un centro de APAC.

«Fui allí arrastrando toda esa carga negativa. Llegué mal físicamente, fatal espiritualmente, sin esperanza de vida. Mi intención era fugarme porque no quería cambiar, pero Dios fue trabajando mi corazón a través de los voluntarios y de los encuentros que se hacían. Entonces participé en un gran encuentro llamado Jornada de liberación con Cristo. Eran cuatro días de retiro espiritual y en ese momento Dios me habló muy claramente y me mostró lo que había sido mi vida», recuerda Carvalho en la entrevista.

Fue entonces cuando tomó conciencia de todo el mal que había hecho a muchas personas. «A la que más daño había hecho era precisamente a la que más amaba, a mi madre», confiesa. Deseó volver al pasado, borrar todo ese mal y escribir otra historia distinta, pero se dio cuenta de que ya no era posible. Sin embargo, decidió ponerse en marcha. «Comencé a colaborar en las tareas, a trabajar y a estudiar. Pero yo no podía irme a casa, tenía que cumplir condena. Así que estuve siete años más. ¡Ni un día menos!» Tras cumplir con la justicia pudo salir, trabajar y formar una familia. Ahora es padre de tres hijos. Ha ocupado varios puestos en el ámbito de APAC hasta llegar a ser gerente de la federación que agrupa a todas las asociaciones.

Ferreira lo mira con profundo afecto: «Roberto es un ejemplo de alguien que llegó totalmente destruido, desfigurado, pero que por gracia de Dios ha encontrado la luz. Para mí es una alegría muy grande poder tenerle en España hablando de lo que Dios ha hecho en su vida».

La vida en los centros

En los centros de reintegración social gestionados por APAC rigen normas que se cumplen de manera estricta. No hay un ambiente opresivo, pero los recuperandos nunca están ociosos sino que trabajan, estudian, dialogan, según un horario riguroso. En todos estos años nunca se han registrado motines o disturbios, a diferencia de lo que sucede en las prisiones normales.

Luiz Carlos Rezende, juez de vigilancia penitenciaria, ofrece una de las claves de este clima de respeto a la autoridad: «El recuperando que va a un centro APAC sabe que va a una cárcel. Aunque no parezca una cárcel, es una cárcel. Existen normas de disciplina muy claras y los que entran tienen que firmar un documento de aceptación. En caso contrario, los jueces no mandarían a un preso a los centros de APAC».

Además existe un órgano formado por los recuperandos, llamado Consejo de Sinceridad y Solidaridad, que cada seis meses cambia para que no se formen grupos de poder. «Los miembros de ese consejo evalúan constantemente todos los trabajos y méritos que va cumpliendo cada preso», precisa el magistrado, quien añade: «Los recuperandos comparten las tareas y las responsabilidades».

Apoyo social e institucional

Una de las tareas más arduas de APAC es convencer a la opinión pública de la validez de su método. Lo reconoce el director ejecutivo de la FBAC, Valdeci Antonio Ferreira: «La sociedad tiene muchos prejuicios contra los presos y no se cambia una mentalidad de la noche al día». Pero una ventaja indudable es que los centros gestionados por APAC están ligados a la comunidad local, como explica el juez Luiz Carlos Rezende: «Son los municipios los que eligen tener un APAC, no se impone desde arriba. Se requiere un proceso de madurez para que una comunidad llegue a tenerlo, tienen que estar todos los vecinos de acuerdo».

Según este magistrado, el signo más claro de que crece esta aceptación social es el aumento del número. Ya son 50 los centros de reintegración social gestionados por APAC a los que hay que sumar 147 asociaciones ya constituidas y preparadas para poner en marcha nuevos centros.

Los buenos resultados en la reinserción (solo un 20 % de índice de reincidencia frente al 80 % de las prisiones tradicionales) y el ahorro que los centros de APAC suponen para el Estado (las cárceles ordinarias gastan más del triple por cada preso) están convenciendo cada vez a más políticos y jueces.

Por primera vez hace tres semanas el ministro de Justicia de Brasil, Alexandre de Moraes, visitó un centro de reintegración de APAC y prometió una partida presupuestaria para la construcción de 50 nuevos de estos centros. Hace solo una semana, la presidenta de la Corte Suprema, Cármen Lúcia Antunes, visitó también por vez primera un centro.

El método APAC está siendo exportado parcialmente a otros 23 países de América y Europa.