«La nueva evangelización en cada uno de nosotros» - Alfa y Omega

«La nueva evangelización en cada uno de nosotros»

¿Qué nos ha pasado? «Fue como si un tsunami» de secularismo hubiera devastado el paisaje. Los católicos no han estado a la altura del gran reto cultural –materialismo, individualismo…– que se nos ha venido encima en las últimas décadas, y ahora toca volver a empezar de nuevo, lo cual sólo será posible desde la conversión personal… Ésta es una de las reflexiones del cardenal Donald Wuerl, arzobispo de Washington y Relator General del Sínodo, en la primera sesión de trabajo. «La nueva evangelización -advirtió- comienza con cada uno de nosotros en el compromiso de renovar una vez más nuestra comprensión de la fe haciendo que sea, cada vez más, parte de nosotros, abrazando con energía y con alegría el mensaje evangélico y poniéndolo en práctica en la vida cotidiana», especialmente a través del testimonio

Redacción

«No somos sólo discípulos, somos evangelizadores», advirtió en primer lugar el Relator, en una larga intervención para «focalizar nuestro debate» en el Sínodo y «proporcionar algunos temas de reflexión».

«Debemos estar dispuestos a renovar nuestro anuncio, con viva fe, firme convicción y gozoso testimonio, sabiendo que así como Dios nos habló en el pasado, seguirá hablando con nosotros en el presente», añadió. Dios es quien actúa en la Iglesia y a Dios y sólo a Él lo que debemos ofrecer. «El fundamento presuntivo de la Nueva Evangelización debe ser el deseo natural, que todos tenemos, de comunión con lo trascendente, con Dios. En cada ser humano hay una orientación básica hacia lo trascendente y hacia el justo orden de la vida enraizado en el orden natural creado».

Es preciso tener clara nuestra identidad. «La separación intelectual e ideológica entre Cristo y su Iglesia es una de las primeras realidades que debemos afrontar al proponer una Nueva Evangelización de la cultura y de la sociedad moderna», añadió el arzobispo de Washington. En otro momento, el Relator del Sínodo subrayó que «la nueva Evangelización debe hablar de la voluntad salvífica universal de Dios y, al mismo tiempo, reconocer que Jesús ha ofrecido un camino claro y único para la redención y la salvación. La Iglesia no es una entre las muchas maneras de alcanzar a Dios, consideradas todas ellas igualmente válidas».

Desarmados frente a un gran desafío

En las últimas décadas, se ha unido el reto de barreras externas, como la exaltación del individualismo en la cultura moderna, pero sobre todo internas. Vemos, por ejemplo, «la ignorancia religiosa» de muchos católicos, o la tibieza tantas veces de una fe vacía «o sin relación alguna con la vida real».

«La situación actual hunde sus raíces precisamente en los desórdenes de los años 70-80, decenios en los que existía una catequesis verdaderamente escasa o incompleta en tantos niveles de instrucción». Así, «enteras generaciones se han disociado de los sistemas de apoyo que facilitaban la transmisión de la fe. Fue como si un tsunami de influencia secular hubiera destruido todo el paisaje cultural, arrastrando consigo algunos indicadores sociales como el matrimonio, la familia, el concepto de bien común y la distinción entre bien y mal. Luego, de manera trágica, los pecados de unos pocos han alentado la desconfianza en algunas de las estructuras ínsitas a la Iglesia misma».

De este modo, «la secularización ha modelado dos generaciones de católicos que no conocen las oraciones fundamentales de la Iglesia. Muchos no perciben el valor de la participación en la Misa, no reciben el sacramento de la penitencia y, con frecuencia, han perdido el sentido del misterio o de lo trascendente como algo con un significado real y verificable».

En resumidas cuentas, lo que ha sucedido es que «gran parte de los fieles» no ha estado «preparada para afrontar» el desafío de «una cultura que, como nuestro Santo Padre ha subrayado en sus visitas por todo el mundo, se caracteriza por el secularismo, el materialismo y el individualismo».

Primero, la conversión

La respuesta a esos retos es la nueva evangelización, que «no es un programa», sino «un modo de pensar, de ver, de actuar. Es como una lente a través de la cual vemos las oportunidades de proclamar de nuevo el Evangelio. Y es también un signo de que el Espíritu Santo sigue trabajando activamente en la Iglesia».

«En el centro de la nueva evangelización está la renovada propuesta del encuentro con el Señor Resucitado, su Evangelio y su Iglesia a quienes ya no encuentran atractivo el mensaje de la Iglesia».

El cardenal Wuerl señala tres fases:

a) la renovación y profundización de nuestra fe tanto a nivel intelectual como afectivo; (Instrumentum Laboris 24, 37-40,. 118-119,. 147-158)

b) una nueva confianza en la verdad de nues0tra fe (Cfr. Instrumentum Laboris 31, 41, 46, 49, 120); y

c) la voluntad de compartirla con los demás (Cfr. Instrumentum Laboris 33-34, 81).

En síntesis, «la nueva evangelización comienza con cada uno de nosotros en el compromiso de renovar una vez más nuestra comprensión de la fe haciendo que sea, cada vez más, parte de nosotros, abrazando con energía y con alegría el mensaje evangélico y poniéndolo en práctica en la vida cotidiana», especialmente a través del testimonio.

Ahora bien; es imprescindible asegurar el primer paso, la conversión, porque «el primer momento de cada evangelización no nace de un programa sino en el encuentro con una Persona, Jesucristo, el Hijo de Dios». A partir de ahí, «debemos comunicar a todos nuestra alegría de ser plena e inmensamente amados y, por tanto, capaces de amar».