La cripta en la que los pobres no pagan - Alfa y Omega

La cripta en la que los pobres no pagan

La basílica de la Concepción de Nuestra Señora, en pleno barrio de Salamanca, abre las puertas de su camposanto a 200 personas que no pueden acometer el coste de su entierro

ABC
La cripta en la que se entierra gratis a los pobres en la Basílica de la Concepción. Foto: Óscar del Pozo

En la cripta de la basílica del barrio de Salamanca. Entre condes, marqueses y otros fallecidos de ilustres familias españolas. Justo ahí, bajo el templo de la Concepción de Nuestra Señora, en la calle de Goya, hay espacio para las 200 personas más pobres de la capital. Mejor dicho, para 195. «Ya hemos enterrado a cinco personas de forma totalmente gratuita», confirma José Aurelio Martín, el párroco, quien tiene claro que todo el mundo tiene derecho a ser enterrado: «Esto no tiene que ser algo exclusivo de la gente que se lo puede pagar».

«Es absolutamente gratis», insiste Martín, quien sólo especifica que los interesados deben cumplir con unos requisitos económicos con los que desde la parroquia puedan constatar que de verdad necesitan esta ayuda: «Sería más o menos como tener un sueldo de mileurista y no ostentar propiedades». Una vez que este paso esté dado, «se realiza el enterramiento de forma totalmente gratuita», especifica Martín, quien también explica que, para ello, han reservado dos espacios justo en la entrada de la cripta.

La idea surgió del propio párroco el año pasado, jornadas antes del Día de los Difuntos. «Entonces el Papa sacó un documento vaticano desde la Santa Sede que decía que había bastante descuido al enterrar a nuestros cristianos», recuerda Martín, quien expone que actualmente, por razones económicas, hay un problema con los enterramientos.

«Hay gente que no tiene dinero para comprar un columbario en templos como este o en los cementerios municipales», subraya Martín, quien ahonda en que, por este motivo, «las cenizas se quedan en casa o incluso hay quien las tira a la basura, al Retiro o al monte». El párroco, que lamenta esta situación, adelanta a ABC que en las próximas fechas va a enviar una notificación a todos los vicarios de Madrid para que puedan relatar en sus parroquias esta iniciativa, gracias a la cinco familias sin recursos han encontrado un lugar digno para que descansen sus familiares fallecidos. Además, como resuelve Martín, al ser enterrados también se regulariza la documentación pertinente y las familias encuentran un lugar donde visitar y rezar a sus parientes fallecidos.

Pioneros

Martín certifica, ahora que el proyecto da sus primeros pasos, que la jerarquía religiosa vio con muy buenos ojos que desde su parroquia se lanzaran a abrir la cripta, un lugar durante años reservado a las élites, a los más necesitados. «Al cardenal Osoro le pareció una muy buena idea y también la ha apoyado», indica el religioso, quien cree que son pioneros en acciones como esta: «Creo que somos los primeros en abrir un espacio como este de forma gratuita; es verdad que en otros sitios sí que se abren los columbarios pero pagándolos y aquí es gratis», remarca un párroco que no oculta su satisfacción.

«Para las familias, que sus muertos estén descansando en un camposanto, es una paz», manifiesta Martín, que acto seguido remarca que para él también es un orgullo: «Me llena de paz poder acoger a la gente necesitada y cumplir así con una obra de misericordia como es la de enterrar a los muertos de quien más lo necesita porque también hay quien no quiere enterrar a sus muertos y eso también tenemos que respetarlo».

Aún recuerda el párroco uno de los cinco casos que han atendido desde la basílica. «Un pobre señor que estaba en una residencia se enteró de que estábamos haciendo esto y me llamó por teléfono», rememora Martín. Las conversaciones entre ambos se sucedieron y, después de estudiar su caso particular, la parroquia decidió concederle un espacio en una de las dos fosas comunes habilitadas en la cripta. Sin embargo, poco después de recibir la confirmación, concretamente 20 días después, el hombre falleció: «Parecía como si estuviera esperando a tener un sitio donde estar enterrado para morirse».

Enrique Delgado Sanz / ABC