El dolor en blanco y negro - Alfa y Omega

El dolor en blanco y negro

Eva Fernández
Foto: William Kentridge

Una caja cerrada entre las pertenencias de su padre y la curiosidad de un niño de 6 años. Esta mezcla irresistible marcó para siempre la vida de William Kentridge, al que acaba de concederse el premio Princesa de Asturias de las Artes. Dentro de la caja se encontraban fotografías terribles de una de las innumerables matanzas que el Apartheid dejó en la historia de Sudáfrica. Su padre era un abogado judío dedicado a defender los derechos de los sudafricanos negros en aquella época de claroscuros. Incluido al propio Nelson Mandela. De esa caja de latón surgió el artista. Cuando echas un vistazo a sus dibujos se te quedan unas sensaciones colgando que invitan a la reflexión. La línea oscura de su trazo crea una especie de niebla de carboncillo, de la que surgen rostros que muestran las cicatrices de una sociedad dividida e injusta en su Johannesburgo natal. William Kentridge es sin duda el artista judío más notable del siglo XX y el más famoso de Sudáfrica. Ha encontrado en su peculiar forma de dibujar un código propio, casi un morse a golpes de lápiz, en el que retrata la pesadilla de la exclusión social y el sufrimiento humano. Artista, actor, cineasta, dramaturgo, marionetista y director de teatro y ópera. Los trabajos de Kentridge se presentan como escenarios teatrales llenos de collages en blanco y negro con figuras que gritan y cuentan sus historias, entre recortes de periódicos y ciudades en ruinas. Todo en unos trazos despeinados con figuras que escuecen. Podríamos decir que es un dibujante con anatomía de director de cine, un pintor de contrastes que mira el mundo desde el visor de la justicia, tan arraigado en su familia: «Soy un sudafricano blanco, sé que he crecido como una persona privilegiada así que, lo mínimo que puedo hacer es trabajar duro». Palabras de un artista poco habitual en los museos de España, pero conocido en el resto del mundo, que bien merece un Premio Princesa de Asturias. Aunque sus piezas tengan algo de sobrecogedor. La historia también necesita de estos notarios.