Los tres secretos de Fátima - Alfa y Omega

Los tres secretos de Fátima

Los mensajes que la Virgen habría dado a los tres pastorcillos se revelaron años después y aludían a la Segunda Guerra Mundial, el comunismo ruso o el atentado contra Juan Pablo II

ABC
Fragmentos del tercer secreto de Fátima publicados por la web del Vaticano

«Un suceso comentado». Así es como titulaba ABC el 16 de octubre de 1917 la discreta nota en que dio cuenta por primera vez de las apariciones de la Virgen en Fátima: «En el pueblo de Fátima, próximo a Vilanova, ha ocurrido un suceso que es objeto de muchos comentarios. Tres niños llamados Lucía, Francisco y Jacinta, de diez, nueve y siete años, respectivamente, venían diciendo desde el mes de mayo que los días 13 de todos los meses, al mediodía, se les aparecía la Virgen María en el tronco de una encina, y les recomendaba que rezasen y que diesen la noticia de que 13 de octubre expondría las razones de sus visitas, pudiendo ver todos la señal en el cielo.

Circuló la referencia de los niños por toda la región y anteayer acudieron al pueblo de Fátima más de 40.000 personas. El día estaba muy lluvioso, y el cielo cargado de densos nubarrones; pero a la hora próxima del mediodía, la lluvia cesó y apareció el sol en todo su esplendor. La muchedumbre acogió la presencia del sol con voces de ¡milagro! y el cielo quedó completamente despejado. El pueblo de Fátima ha acordado erigir una capilla en el lugar de las apariciones».

Lo que aquellos niños portugueses vieron y escucharon en diversas ocasiones en aquel lugar de Cova de Iría, jamás lo olvidaron. Francisco falleció en 1919 y su hermana Jacinta apenas un año después. Tras la muerte de ambos, que ya la Virgen les había adelantado en una de sus apariciones, Lucía de Jesús tomó los hábitos e ingresó en el Carmelo de Santa Teresa en Coimbra, donde falleció a los 97 años en 2005. La última superviviente de los «pastorcillos de Fátima» fue quien escribió los tres secretos de Fátima.

Lucia, Francisco y Jacinta, en 1917. Foto: ABC

Primer y segundo secreto

Según el relato de sor Lucía, recogido en la web del Vaticano, el secreto constaba de tres partes. Las dos primeras se revelaron en 1942. Esta es la traducción literal del texto escrito por Sor Lucía en la tercera memoria del 31 de agosto de 1941 (después añade alguna anotación en la cuarta memoria del 8 de diciembre de 1941):

«Tendré que hablar algo del secreto, y responder al primer punto interrogativo. ¿Qué es el secreto? Me parece que lo puedo decir, pues ya tengo licencia del Cielo. Los representantes de Dios en la tierra me han autorizado a ello varias veces y en varias cartas; juzgo que V. Excia. Rvma. conserva una de ellas, del R. P. José Bernardo Gonçalves, aquella en que me manda escribir al Santo Padre. Uno de los puntos que me indica es la revelación del secreto. Sí, ya dije algo; pero, para no alargar más ese escrito que debía ser breve, me limité a lo indispensable, dejando a Dios la oportunidad de un momento más favorable.

Pues bien; ya expuse en el segundo escrito, la duda que, desde el 13 de junio al 13 de julio, me atormentó; y cómo en esta aparición todo se desvaneció.

Ahora bien, el secreto consta de tres partes distintas, de las cuales voy a revelar dos.

La primera fue, pues, la visión del infierno

Nuestra Señora nos mostró un gran mar de fuego que parecía estar debajo de la tierra. Sumergidos en ese fuego, los demonios y las almas, como si fuesen brasas transparentes y negras o bronceadas, con forma humana que fluctuaban en el incendio, llevadas por las llamas que de ellas mismas salían, juntamente con nubes de humo que caían hacia todos los lados, parecidas al caer de las pavesas en los grandes incendios, sin equilibrio ni peso, entre gritos de dolor y gemidos de desesperación que horrorizaba y hacía estremecer de pavor. Los demonios se distinguían por sus formas horribles y asquerosas de animales espantosos y desconocidos, pero transparentes y negros.

Esta visión fue durante un momento, y ¡gracias a nuestra Buena Madre del Cielo, que antes nos había prevenido con la promesa de llevarnos al Cielo! (en la primera aparición). De no haber sido así, creo que hubiésemos muerto de susto y pavor.

Inmediatamente levantamos los ojos hacia Nuestra Señora que nos dijo con bondad y tristeza:

–Visteis el infierno a dónde van las almas de los pobres pecadores; para salvarlas, Dios quiere establecer en el mundo la devoción a mi Inmaculado Corazón. Si se hace lo que os voy a decir, se salvarán muchas almas y tendrán paz. La guerra pronto terminará. Pero si no dejaren de ofender a Dios, en el pontificado de Pío XI comenzará otra peor. Cuando veáis una noche iluminada por una luz desconocida, sabed que es la gran señal que Dios os da de que va a castigar al mundo por sus crímenes, por medio de la guerra, del hambre y de las persecuciones a la Iglesia y al Santo Padre. Para impedirla, vendré a pedir la consagración de Rusia a mi Inmaculado Corazón y la Comunión reparadora de los Primeros Sábados. Si se atienden mis deseos, Rusia se convertirá y habrá paz; si no, esparcirá sus errores por el mundo, promoviendo guerras y persecuciones a la Iglesia. Los buenos serán martirizados y el Santo Padre tendrá mucho que sufrir; varias naciones serán aniquiladas. Por fin mi Inmaculado Corazón triunfará. El Santo Padre me consagrará a Rusia, que se convertirá, y será concedido al mundo algún tiempo de paz».

Juan Pablo II, junto a Sor Lucía, en 1991. Foto: EFE

Un tercer secreto que solo los Papas conocían

El Vaticano relata que la tercera parte del «secreto» fue escrita «por orden de Su Excelencia el Obispo de Leiria y de la Santísima Madre…» el 3 de enero de 1944. «Existe un único manuscrito», según señala en la web, que lo reproduce en facsímil. Este secreto fue celosamente guardado en un sobre lacrado, primero por el Obispo de Leiria y desde 1957 por el Archivo Secreto del Santo Oficio. Sor Lucía fue informada de ello por el Obispo de Leiria.

Según los apuntes del Archivo, el 17 de agosto de 1959, el sobre fue llevado a Juan XXIII quien, «después de algunos titubeos», dijo: «Esperemos. Rezaré. Le haré saber lo que decida». El Papa devolvió el sobre al Santo Oficio y decidió no revelar esta tercera parte del «secreto».

La hermana Lucía sólo había pedido que no se revelase antes de 1960, pues «para entonces sería más claramente entendido», pero cuando Pablo VI leyó el contenido del mensaje el 27 de marzo de 1965, optó por mantener el silencio.

Juan Pablo II solicitó el sobre después del atentado del que fue objeto el 13 de mayo de 1981. Se le entregó el original de Sor María y una traducción al italiano, que el Papa devolvió al Santo Oficio. El 13 de mayo de 2000, Juan Pablo II ordenó desvelar el tercer misterio escrito por Lucía. Éste es el contenido del sobre que tan celosamente se guardó durante 83 años:

Atentado contra Juan Pablo II el 13 de mayo de 1981. Foto: EFE

«Tercera parte del secreto revelado el 13 de julio de 1917 en la Cueva de Iria-Fátima.

Escribo en obediencia a Vos, Dios mío, que lo ordenáis por medio de Su Excelencia Reverendísima el Señor Obispo de Leiria y de la Santísima Madre vuestra y mía.

Después de las dos partes que ya he expuesto, hemos visto al lado izquierdo de Nuestra Señora un poco más en lo alto a un Ángel con una espada de fuego en la mano izquierda; centelleando emitía llamas que parecía iban a incendiar el mundo; pero se apagaban al contacto con el esplendor que Nuestra Señora irradiaba con su mano derecha dirigida hacia él; el Ángel señalando la tierra con su mano derecha, dijo con fuerte voz: ¡Penitencia, Penitencia, Penitencia! Y vimos en una inmensa luz qué es Dios: «algo semejante a como se ven las personas en un espejo cuando pasan ante él » a un Obispo vestido de Blanco «hemos tenido el presentimiento de que fuera el Santo Padre ». También a otros Obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas subir una montaña empinada, en cuya cumbre había una gran Cruz de maderos toscos como si fueran de alcornoque con la corteza; el Santo Padre, antes de llegar a ella, atravesó una gran ciudad medio en ruinas y medio tembloroso con paso vacilante, apesadumbrado de dolor y pena, rezando por las almas de los cadáveres que encontraba por el camino; llegado a la cima del monte, postrado de rodillas a los pies de la gran Cruz fue muerto por un grupo de soldados que le dispararon varios tiros de arma de fuego y flechas; y del mismo modo murieron unos tras otros los Obispos sacerdotes, religiosos y religiosas y diversas personas seglares, hombres y mujeres de diversas clases y posiciones. Bajo los dos brazos de la Cruz había dos Ángeles cada uno de ellos con una jarra de cristal en la mano, en las cuales recogían la sangre de los Mártires y regaban con ella las almas que se acercaban a Dios.