Buscar la unidad es «un deber y una gran responsabilidad» - Alfa y Omega

Buscar la unidad es «un deber y una gran responsabilidad»

La transformación necesaria para lograr la plena unidad ha de ser similar a la conversión de san Pablo camino de Damasco, que tiene «su cimiento en la participación en el misterio de la muerte y resurrección de Jesucristo». Lo afirmó el Papa, al clausurar en Roma el Octavario de oración por la unidad de los cristianos

María Martínez López
El Papa Benedicto XVI durante el rezo de Vísperas, en la basílica de San Pablo Extramuros de Roma, Italia, el 25 de enero de 2012.

«El compromiso activo por el restablecimiento de la unidad es un deber y una gran responsabilidad para todos». Son palabras del Papa, el pasado 25 de enero, festividad de la Conversión de San Pablo, en la celebración de Vísperas con las que concluía, en Roma, el Octavario de oración por la unidad de los cristianos. En esta celebración, en la basílica de San Pablo Extramuros, el Papa afirmó que el camino hacia la unidad puede parecer «duro y lleno de obstáculos», pero se debe «perseguir con valentía y generosidad».

Acompañaban al Papa, entre otros, el obispo Gennadios, metropolita de la diócesis ortodoxa de Italia y Malta, como representante del Patriarcado ecuménico; el canónigo Reverendo David Richardson, representante ante la Santa Sede del arzobispo de Canterbury, Primado de la Iglesia de Inglaterra; así como varios miembros del Foro Cristiano Global y estudiantes del Instituto Ecuménico del Consejo Ecuménico de las Iglesias de Bosse.

Antes de introducir a los participantes en la cuestión de la unidad de los cristianos, Benedicto XVI reflexionó sobre el pasaje de la conversión del Apóstol de los gentiles, camino de Damasco. Su transformación «no es el resultado de una larga reflexión interior», ni «de un esfuerzo personal»; sino que es, «ante todo, obra de la gracia de Dios que ha actuado según sus caminos inescrutables».

Esta transformación no es simplemente ética o intelectual; es, «más bien, una renovación radical del propio ser, semejante en muchos aspectos a un renacer. Una transformación de tal envergadura encuentra su cimiento en la participación en el misterio de la muerte y resurrección de Jesucristo, y se perfila como un camino gradual de conformación en Él».

Ése es, apuntó más tarde, el modelo de la victoria cristiana. A diferencia de la cultura actual, que ve la victoria como éxito inmediato, «en la óptica cristiana, la victoria es un largo proceso de transformación y de crecimiento en el bien; aunque según la perspectiva de los hombres, no siempre pueda parecer lineal».

La victoria sería, en este caso, la unidad plena de la Iglesia. Las divisiones de los cristianos «hacen menos luminoso nuestro testimoniar a Cristo». Por ello, la meta de la unidad plena «es una victoria no secundaria, sino importante por el bien de la familia humana». En este sentido, añadió: «La presencia de Cristo resucitado nos llama a todos los cristianos a actuar juntos en la causa del bien».

La victoria de la unidad, además, «se produce según los tiempos de Dios, no según los nuestros, y requiere de nosotros profunda fe y paciente perseverancia». Esto no implica «pasividad o resignación, sino respuesta pronta y atenta a toda posibilidad de comunión y hermandad, que el Señor nos dona».