Cristo «no desdeña la ayuda de los hombres» - Alfa y Omega

Cristo «no desdeña la ayuda de los hombres»

A pesar de sus pecados y debilidades, Cristo contó con los apóstoles y los envió a predicar, ya durante su vida. Él «los instruyó, los preparó, los formó también mediante la práctica misionera, para que fueran capaces de asumir la responsabilidad apostólica en la Iglesia. ¡Es bello y entusiasmante ver que, después de dos mil años, aún llevamos adelante este empeño formativo de Cristo!». Así actualizaba el Papa, durante su visita a Frascati, el Evangelio del domingo 15 de julio. En un mundo que necesita una nueva evangelización, el Papa animó a los fieles a prepararse para esta misión viviendo intensamente el Año de la fe. Los documentos del Concilio Vaticano II son un importante instrumento para ello: «Con la ayuda de los sacerdotes y de los catequistas, releedlos, profundizad en ellos y tratad de ponerlos en práctica en las parroquias, en las asociaciones y en los movimientos». Reproducimos la homilía íntegra del Papa:

Redacción

¡Queridos hermanos y hermanas! Estoy muy feliz de estar hoy en medio de vosotros para celebrar esta Eucaristía y para compartir alegrías y esperanzas, fatigas y compromisos, ideales y aspiraciones de esta comunidad diocesana. Saludo al señor cardenal Tarcisio Bertone, mi Secretario de Estado y titular de esta diócesis. Saludo a su pastor, monseñor Raffaello Martinelli, y al alcalde de Frascati, agradeciéndoles las corteses palabras de bienvenida con las que me han recibido en nombre de todos ustedes. Estoy feliz de saludar al señor Ministro, a los Presidentes de la región y de la provincia, al alcalde de Roma, a los demás alcaldes presentes y a todas las distinguidas autoridades.

Y soy muy feliz de celebrar esta Misa con vuestro obispo, que como ha dicho durante más de 20 años fue para mí un fidelísimo y muy capaz colaborador en la Congregación para la Doctrina de la Fe, donde trabajó sobre todo en el sector del catecismo y la catequesis, y que con gran silencio y discreción ha contribuido al Catecismo de la Iglesia católica y al Compendio del Catecismo. En esta gran sinfonía de la fe, también su voz está muy presente.

En el Evangelio de este domingo, Jesús toma la iniciativa de enviar a los doce Apóstoles en misión. En efecto, la palabra apóstoles significa justamente enviados, mandados. Su vocación se realizará plenamente después de la resurrección de Cristo, con el don del Espíritu Santo en Pentecostés. Sin embargo, es muy importante que desde el principio Jesús quiera hacer partícipes a los Doce en su acción: es una especie de aprendizaje con vistas a la gran responsabilidad que les espera. El hecho de que Jesús llame a algunos discípulos a colaborar directamente en su misión, manifiesta un aspecto de su amor: Él no desdeña la ayuda que otros hombres puedan aportar a su obra; conoce sus limitaciones, sus debilidades, pero no las desprecia, es más, les confiere la dignidad de ser sus enviados. Jesús los manda de dos en dos y les da instrucciones, que el evangelista resume en pocas frases. La primera se refiere al espíritu de desapego: los apóstoles no deben ser apegados el dinero y a las comodidades. Luego, Jesús advierte a los discípulos que no siempre recibirán una acogida favorable: a veces serán rechazados; más aun, podrán ser también perseguidos. Pero esto no los debe impresionar: ellos deben hablar a nombre de Jesús y predicar el Reino de Dios, sin preocuparse por tener éxito. El éxito se lo dejan a Dios.

Seréis rechazados

La primera lectura proclamada nos presenta la misma perspectiva, mostrándonos que los enviados de Dios a menudo no son bien recibidos. Éste es el caso del profeta Amós, enviado por Dios a profetizar en el santuario de Betel, un santuario del reino de Israel. Amós predica con gran energía contra las injusticias, denunciando sobre todo los abusos del rey y de los notables, abusos que ofenden al Señor y hacen vanos los actos de culto. Por eso Amasias, sacerdote de Betel, ordena a Amós irse. Éste responde que no ha sido él quien eligió esa misión, sino el Señor ha hecho de él un profeta y lo ha enviado precisamente allí, al reino de Israel. Por tanto, ya sea que sea aceptado o que sea rechazado, él continuará profetizando, predicando aquello que Dios dice, y no aquello que los hombre quieren escuchar. Y éste sigue siendo el mandato de la Iglesia: no predica lo que los poderosos quieren oír. El criterio de los discípulos es la verdad y la justicia, aunque esté contra los aplausos y el poder humano.

De forma similar, en el Evangelio, Jesús advierte a los Doce que podrá suceder que en alguna localidad sean rechazados. En ese caso deberán irse a otro lugar, después de haber cumplido ante la gente el gesto de sacudir hasta el polvo de sus pies, señal que expresa el desapego en dos sentidos: desapego moral -como decir: el anuncio les ha sido dado, ustedes lo han rechazado- y despego material -no hemos querido y no queremos nada para nosotros-. La otra indicación muy importante del pasaje evangélico es que los Doce no pueden contentarse con predicar la conversión: a la predicación le debe acompañar, según las instrucciones y el ejemplo dados por Jesús, la curación de los enfermos. Curación corporal y espiritual. Habla de la curación concreta de las enfermedades. Habla también de echar los demonios, esto es, purificar la mente humana, limpiar, limpiar los ojos del alma oscurecidos por la ideología y que por esto no pueden ver a Dios. No pueden ver la verdad y la justicia. Esta doble curación es siempre mandada a los discípulos por Cristo. La misión apostólica tiene siempre que comprender los dos aspectos de predicación de la palabra de Dios y de manifestación de su bondad con gestos de caridad, de servicio y de dedicación.

Una misión fecunda

La segunda lectura de hoy nos muestra la fecundidad de la misión de los Doce. En efecto, en este estupendo himno que abre la Carta a los Efesios, el apóstol Pablo da gracias a Dios porque «nos ha bendecido con toda clase de bendiciones espirituales y celestiales en Cristo». La experiencia de los Doce en Galilea ha sido la anticipación de una misión más vasta, que -como decíamos- se ha producido después de resurrección de Jesús, y de una predicación más rica, que ha hecho tomar conciencia del gran designio divino de salvación. Dios no improvisa sus dones, sino que los prepara con tiempo. Pablo nos recuerda que «en Él [Cristo] Dios nos ha elegido antes de la creación del mundo». El proyecto originario de Dios es el de comunicar al hombre su gracia; por esto Él ha creado el mundo y nos ha creado a nosotros, para poder comunicarnos su amor y hacernos vivir en comunión con Él. Este amor gratuito de Dios ha procurado la redención, la salvación de los pecadores. En la sangre de Cristo obtenemos la remisión de los pecados, según la riqueza de su amor generoso, derramado abundantemente sobre nosotros. Por tanto, nuestra existencia cristiana es rica en promesas y en esperanza, porque hemos sido hechos herederos, estamos predestinados a vivir plena y eternamente en comunión con Dios.

Un empeño formativo

Queridos hermanos y hermanas, ¡doy gracias a Dios que me ha enviado hoy a volver a anunciaros esta Palabra de salvación! Una Palabra que está en la base de la vida y de la acción de la Iglesia, también de esta Iglesia que está en Frascati. Vuestro obispo me ha informado acerca del empeño pastoral que mayormente tiene en el corazón, que es, en esencia un empeño formativo, dirigido ante todo a los formadores: formar a los formadores. Es precisamente lo que ha hecho Jesús con sus discípulos: los instruyó, los preparó, los formó también mediante la práctica misionera, para que fueran capaces de asumir la responsabilidad apostólica en la Iglesia. ¡Es bello y entusiasmante ver que, después de dos mil años, aún llevamos adelante este empeño formativo de Cristo!

En la comunidad cristiana, éste es siempre el primer servicio que los responsables ofrecen: empezando por los padres, que en la familia cumplen la misión educativa frente a los hijos; pensemos en los párrocos, que son responsables de la formación en la comunidad, y en todos los sacerdotes, en los diversos ámbitos de trabajo: todos viven una prioritaria dimensión educativa; y en los fieles laicos, además del papel ya recordado de los padres, que están implicados en el servicio formativo con los jóvenes o con los adultos, como responsables en la Acción Católica y en otros movimientos eclesiales, o empeñados en ambientes civiles y sociales, siempre con una fuerte atención a la formación de las personas. Sobre la responsabilidad de los laicos insistió el Siervo de Dios Papa Pablo VI, cuando vino aquí a Frascati el 1 de septiembre de 1963. Dijo que ella no deriva «sólo de la necesidad de abrir los brazos del sacerdote que no llega a todos los ambientes y no logra sostener todas las fatigas. Es dada por algo más profundo y más esencial, por el hecho de que, también el laico es cristiano». Todos somos responsables, todos somos corresponsables.

Llamada a todos

El Señor llama a todos, distribuyendo diversos dones para diversas tareas en la Iglesia. Llama al sacerdocio y a la vida consagrada, y llama al matrimonio y al empeño como laicos en la Iglesia misma y en la sociedad. Es importante que la riqueza de los dones encuentre plena acogida, especialmente por parte de los jóvenes; que se sienta la alegría de responder a Dios con todo el ser, donándolo en la vía del sacerdocio y de la vida consagrada o en la vía del matrimonio, dos vías complementarias que se iluminan, se enriquecen recíprocamente y juntas enriquecen la comunidad. La virginidad por el Reino de Dios y el matrimonio son ambas vocaciones, llamadas de Dios a las que responder con y por toda la vida. Dios llama: es necesario escuchar, recibir, responder. Como María: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra».

El gran nosotros que es la Iglesia

También aquí, en la comunidad diocesana de Frascati, el Señor siembra con amplitud sus dones, llama a seguirlo y a prolongar en el hoy su misión. También aquí hay necesidad de una nueva evangelización, y por esto os propongo que viváis intensamente el Año de la fe, que comenzará en octubre, 50 años después de la apertura del Concilio Vaticano II. Los Documentos del Concilio contienen una riqueza enorme para la formación de las nuevas generaciones cristianas. Con la ayuda de los sacerdotes y de los catequistas, releedlos, profundizad en ellos, y tratad de ponerlos en práctica en las parroquias, en las asociaciones y en los movimientos. Redescubrid la belleza de ser Iglesia, de vivir el gran nosotros que Jesús ha formato en torno a sí, para evangelizar el mundo: el nosotros de la Iglesia, jamás cerrado, jamás replegado sobre sí, sino siempre abierto e inclinado al anuncio del Evangelio a todos.

¡Queridos hermanos y hermanas de Frascati! Estad unidos entre sí y, al mismo tiempo, abiertos, misioneros. Permaneced firmes en la fe, enraizados en Cristo mediante la Palabra y la Eucaristía; sed gente que reza, para permanecer siempre ligados a Cristo, como los sarmientos a la vid y, al mismo tiempo, id, llevad su mensaje a todos, especialmente a los pequeños, a los pobres, a los que sufren. En toda comunidad amaos entre vosotros, no estéis divididos, sino vivid como hermanos, para que el mundo crea que Jesús está vivo en su Iglesia y que el reino de Dios está cerca. Los Patronos de la Diócesis de Frascati son dos Apóstoles: Felipe y Santiago, dos de los Doce. A su intercesión encomiendo el camino de su Comunidad, para que se renueve en la fe y dé claro testimonio con las obras de la caridad. Amén.