Mano tendida a Trump

Se hizo rogar, pero finalmente Donald Trump solicitó a Francisco una audiencia, prevista para el jueves 24, aprovechando su viaje a Italia. Con este serán 30 los encuentros entre presidentes norteamericanos y Papas (algunos se repitieron varias veces) desde que Woodrow Wilson fue recibido por Benedicto XV, de modo que podría hablarse de una especie de «normalidad institucional» entre el hombre más poderoso del planeta y la máxima autoridad moral. Lo que ocurre es que Trump ha roto muchos moldes, por lo que la incertidumbre es hoy mayor. Si el compromiso provida del presidente se puede comparar solo al de George W. Bush –algo que la Iglesia ha aplaudido–, en otras cuestiones, como la inmigración o el rechazo al multilateralismo, las posiciones están alejadas. Al Papa eso no le asusta. «Yo no juzgo nunca a una persona sin haberla escuchado, creo que no debo hacerlo», dijo en respuesta a una pregunta en el avión de regreso de Fátima. Fiel a su estilo, Francisco confía en el cuerpo a cuerpo, porque «la paz es artesanal». «También la amistad entre las personas». Su método es dejar a un lado las ideologías para tratar de construir sobre lo concreto, sobre lo que une. Y así la mano queda tendida.