Sobre esta piedra edificaré mi Iglesia - Alfa y Omega

Sobre esta piedra edificaré mi Iglesia

«Casi da vértigo pensar en la gran responsabilidad que el Señor Jesús pone en los hombros de Pedro y de todos los Papas. De ahí la necesidad de ayudar, de apoyar al Papa con nuestra permanente oración por él y su ministerio», escribe monseñor Omella, obispo de Calahorra y La Calzada-Logroño, con motivo de la Fiesta de San Pedro y San Pablo, Día del Papa:

Juan José Omella Omella

Muchas veces me he preguntado cómo ven al Papa quienes no tienen fe, quienes ven a la Iglesia con los simples ojos de la curiosidad, desde fuera, ¿qué idea se hacen de lo que es un Papa? ¿Una forma de poder? ¿Un líder de masas?

Para situar correctamente la figura del Papa, de su identidad y misión, conviene recordar la escena que nos describe gráficamente san Mateo en el capítulo 16 de su evangelio. Presenta a Jesús en Cesarea de Filipo en compañía de sus discípulos. Mientras caminan, Jesús les hace la siguiente pregunta: «¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre?» Le dan opiniones dispares. Hasta que ya les pregunta directamente: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?» Pedro, impulsivo como siempre, y como siempre movido por una especial gracia de Dios, contesta: «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo». Y aquí viene lo que hace a nuestro caso. Jesús escoge precisamente este momento para comunicar a Pedro que sobre él recaerá el ser el primer Papa de la historia, el Primado de toda la Iglesia por Él fundada.

Jesús dijo exactamente lo siguiente: «Y yo te digo a ti que tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella. Te daré las llaves del Reino de los Cielos, y todo lo que atares sobre la tierra quedará atado en los Cielos, y todo lo que desatares sobre la tierra quedará desatado en los Cielos».

De esta frase del Señor, quiero destacar la palabra roca, fundamento firme sobre el que Cristo construirá su Iglesia, de forma que ningún poder sobre la tierra conseguirá nunca destruirla. También quiero llamar la atención sobre las llaves de las que habla el Señor. No se trata de las llaves de ningún poder terreno, sino del Reino de los Cielos, un reino que no es de este mundo, sino muy superior, ya que a través de ellas Pedro puede atar y desatar, es decir, resolver todos los asuntos de la Iglesia.

Casi da vértigo pensar en la gran responsabilidad que el Señor Jesús pone en los hombros de Pedro y de todos los Papas. De ahí la necesidad de ayudar, de apoyar al Papa con nuestra permanente oración por él y su ministerio.

Después de esta escena vivida en Cesarea, san Pedro será ya para siempre Petrus, Piedra, que indica la nueva misión que le ha sido formalmente confiada. El Papa será de ahora en adelante el cimiento firme del nuevo edificio, de la Iglesia. San León Magno comenta a este respecto: «Es como si dijera el Señor: Yo soy la piedra inquebrantable. Yo soy la piedra angular, el fundamento fuera del cual nadie puede edificar; pero también tú eres piedra, porque por mi medio has adquirido tal firmeza, que tendrás juntamente conmigo los poderes que yo tengo».

Por eso en la persona del Papa vemos al «dulce Cristo en la tierra», en expresión de santa Catalina de Siena. En el Papa vemos a Cristo, escuchamos a Cristo, oímos y tocamos a Cristo.

En las últimas semanas hemos visto cómo se ha desatado una gran tormenta contra la barca de Pedro que es la Iglesia. ¿Quién o quienes se han propuesto zarandear o desear hundir esa barca? No lo sabemos. El espíritu del mal está por todas partes. Pero en esta situación o en otras similares no dejemos de escuchar las hermosas palabras de Jesús: «¿Por qué tenéis miedo, hombres de poca fe?» Sí, la barca podrá ser zarandeada, pero nunca hundida porque el Señor la sostiene con sus manos poderosas. En la figura de Benedicto XVI se refleja esa paz, en medio del dolor, y esa confianza puestas en el Señor.

Recemos por el Papa, mostrémosle nuestro cariño y seamos generosos en la colecta que se haga en las parroquias para el óbolo de san Pedro.

¡Gracias, Santidad, por su testimonio de una fe inquebrantable y por guiar con sabiduría y mano firme a la Iglesia!