Benedicto XVI, siervo de los siervos de Dios - Alfa y Omega

Benedicto XVI, siervo de los siervos de Dios

El 29 de junio, fiesta de San Pedro y San Pablo, se celebra el Día del Papa, y varios obispos dedican sus cartas a Benedicto XVI. «Agradecemos al Papa Benedicto que no se eche atrás ni se desvíe de su trayectoria y que, pese a su edad, siga siendo un trabajador en la viña del Señor, que confirma a sus hermanos en la fe, alienta en la esperanza», escribe el arzobispo de Toledo, monseñor Braulio Rodríguez Plaza. Ésta es su carta:

Braulio Rodríguez Plaza

Siervo de los siervos de Dios es una forma de denominar al Santo Padre. Se adecua bien a la figura y la persona del Papa Benedicto XVI. Su vida, preciosa para el Pueblo de Dios, es un don que cada día se ofrece al Padre de los cielos por los hijos de la Iglesia. Su servicio como Sucesor de san Pedro es increíble. Con vosotros, católicos de Toledo, quisiera dar gracias a Su Santidad por su vida y su persona, cercana ya la fiesta de san Pedro y san Pablo, en esta etapa crucial de la historia del mundo y de la esta vieja Europa de la que formamos parte.

En los grandes temas en los que se debate nuestra sociedad, aquellos que hacen de nuestro tiempo época de grandes posibilidad para el bien de la humanidad pero, a la vez, encrucijada de incertidumbre porque existen problemas muy serios que no terminan de ser resueltos, emerge la figura del Papa Benedicto, que se preocupa como pocos por el hombre, por sus grandes cuestiones e interrogantes, por el sentido de su quehacer en la vida, por el valor y la dignidad de la persona humana, por crear futuro y abrir nuevas esperanzas, basadas en los derechos inalienables del ser humano, sin hacer componendas con los poderes establecidos, sino basándose en la verdad del hombre, que éste ha recibido de Dios.

¿Qué hace el Papa cuando a su alrededor se generan tantos conflictos, asuntos delicados? ¿Qué hace cuando es criticado por los que siempre critican o por los que no ayudan a resolver problemas o los provocan? Hacer lo que Dios quiere, sufriendo lógicamente, pero también no dejar de preguntarse por los hombres a quienes aman y sirve con todas sus fuerzas.

Personalmente he visto cómo esto que digo es real, pues en Milán en el VII Encuentro Mundial de las Familias (1-3 de junio), una vez más ha dado todo su tiempo, ha sido lúcido en abordar los temas de la familia, del matrimonio y sus hijos, abriendo la esperanza a los que viven esa institución fundamental para la sociedad. Pero en estos temas como en otros, Benedicto XVI, escuchando a Dios y su voz, ante la Presencia que nos sustenta, responde como en el fondo el ser humano espera: con la respuesta de la fe.

En este futuro inmediato, el Santo Padre convoca a la Iglesia entera, en todo lugar y situación, a «abrir la puerta de la fe», porque la fe es la gran luz que la humanidad necesita en el hoy que vivimos. Y nos dice que un hombre con fe es fuerte para afrontar los retos, para vencer las dificultades, sin dejarse arrastrar por las dificultades del momento, buscando escuchar la voz de Dios. Así lo han hecho siempre los grandes creyentes en los avatares de la historia de la salvación; ¿y no lo podemos hacer ahora nosotros, católicos actuales, cuando Cristo, Verbo eterno, Sabiduría de Dios, Amor encarnado, está a nuestra lado con una Presencia real, asequible y viva?

Agradecemos al Papa Benedicto que no se eche atrás ni se desvíe de su trayectoria y que, pese a su edad, siga siendo «un trabajador en la viña del Señor», que confirma a sus hermanos en la fe, alienta en la esperanza. Por eso convoca el Año de la fe, porque sabe que, confesándola, los cristianos somos más libres y más audaces para llevar adelante la tarea de la Iglesia. Parecería que ahora los cristianos sólo deberíamos estar preocupados por nuestro compromiso a la hora de afrontar las consecuencias sociales, culturales y políticas de la crisis actual; esos serían los problemas reales, puesto que la fe en sí misma es un presupuesto obvio y visible de la vida común en nuestra sociedad. Benedicto XVI es más agudo y dice: «De hecho, este presupuesto no sólo no aparece como tal, sino que incluso con frecuencia es negado. Mientras que en el pasado era posible reconocer un tejido cultural unitario, ampliamente aceptado en su referencia al contenido de la fe y a los valores inspirados por ella, hoy no parece que sea ya así en vastos sectores de la sociedad, a causa de una profunda crisis de fe que afecta a muchas personas» (Porta fidei, 2).

Tenemos que considerar la fe de un modo más global, como respuesta del hombre total a la llamada de Cristo que sigue resonando en su Iglesia en medio de este mundo. No podemos hacer compartimentos- estanco. La fe afecta a toda la persona, influye en el comportamiento moral, no es un adorno exterior que decore para que todo parezca más bonito. No, hermanos. Confesar la fe es descubrir de nuevo el gusto de alimentarnos con la Palabra de Dios, transmitida fielmente por la Iglesia, y el Pan de la vida, ofrecido como sustento a todos los que somos sus discípulos.