José Vilaplana, obispo de Huelva: «En El Rocío, después de la Misa, me gusta perderme por el pueblo» - Alfa y Omega

José Vilaplana, obispo de Huelva: «En El Rocío, después de la Misa, me gusta perderme por el pueblo»

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Foto: Diócesis de Huelva

Para José Vilaplana, obispo de Huelva, El Rocío es el lugar donde los hermanos se reúnen en la casa de los hermanos, un lugar para recordar que María es el referente que nos enseña a vivir de acuerdo con los que Dios espera de nosotros. Mientras el prelado concede la entrevista, los peregrinos llegan a la aldea para los actos centrales, que comienzan este viernes con la presentación de hermandades.

¿Cómo vive el obispo de Huelva estos días de Rocío?
El Rocío siempre se vive con la alegría de encontrarse en la casa de la Madre con tantos hermanos. Esta es una clave muy importante para vivir un auténtico Rocío. Es decir, tomar conciencia de que vamos a encontrarnos con la Virgen María, junto a muchos hermanos, para esperar con Ella el Rocío del Espíritu Santo. Este año quiero subrayar, especialmente, la contemplación de María como Maestra en la escuela de la vida cristiana. Pienso que estamos en un mundo en el que tenemos que sabernos todos aprendices, no dar nada por supuesto, sino estar en él aprendiendo a vivir de una manera digna y coherente nuestra vida cristiana. Este encuentro con Ella nos puede ayudar a mirarla como el referente que nos enseña a vivir de acuerdo con lo que Dios espera de nosotros.

Un fin de semana intenso

Lo que se vive en El Rocío este fin de semana, con la Virgen como protagonista, sigue siendo extraordinario a pesar de que se repita cada año. El viernes comenzaron los actos centrales con la presentación de hermandades a las 18 horas y que, dado el número que se acercan, continúa el sábado hasta las 21 horas. El domingo por la mañana, a las 11 horas, tiene lugar el evento más importante, la celebración de la Eucaristía de Pentecostés, presidida por el obispo de Huelva. Luego a las 23 horas, se procede a rezo del santo rosario conjunto con todas las hermandades y, de madrugada, el tradicional salto de la reja y la salida en procesión de la Virgen.

También este fin de semana celebramos Pentecostés, uno de los domingos más importantes del año litúrgico, donde los cristianos tenemos la oportunidad de vivir intensamente el Misterio Pascual. ¿Qué significado tiene este domingo para los creyentes?
Sobre todo, que Cristo Resucitado nos regala su Espíritu para que nosotros continuemos su misión. Este es el gran mensaje de Pentecostés, culminación de los cincuenta días de Pascua que se iniciaron con la Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo. En este domingo, tras la Ascensión, el Señor viene a decir a sus apóstoles –y a nosotros hoy– que con la fuerza del Espíritu Santo prometido y que ellos recibieron estando reunidos en oración junto a María su Madre, podemos afrontar la misión que se nos encomienda, a pesar de esa desproporción que existe entre nuestra debilidad y la inmensidad del encargo, pero en la confianza de que, gracias a la acción del Espíritu, la Iglesia se mantiene viva, renovada y misionera a lo largo de los años.

¿Qué mensaje va a trasladar a los romeros en la Misa pontifical de Pentecostés que presidirá en el Real de la aldea del Rocío?
Ya lo decía antes. Fundamentalmente quisiera que contempláramos a María «como maestra de vida cristiana». Ya el Papa san Juan Pablo II, cuando estuvo en El Rocío en junio de 1993, dijo de este que tenía que ser como una escuela de vida cristiana. Por otro lado, el Papa Francisco, en su reciente viaje a Fátima, también ha querido poner el acento en que descubramos el auténtico rostro de María. Esto es posible cuando, de su mano, avanzamos en el seguimiento de su Hijo. Es decir, en ese acercamiento nos adentramos en una escuela donde Ella se nos muestra como maestra de fidelidad, maestra de saber decir sí, maestra de confianza en la que nos mueve a fiarnos de Dios y dejar que Él haga maravillas en nosotros como hizo en Ella.

¿Se queda usted en El Rocío a la espera del tradicional salto de la reja?
Sí, pero una vez que termina la Misa pontifical inicio, digamos, una presencia no programada. Es decir: visito a varias hermandades, estoy algunos ratos confesando en la capilla de la Misericordia, algunas veces veo el salto de la reja desde el presbiterio, otras veces desde otro lugar… En definitiva, me dejo llevar un poco sin un programa de antemano. Pienso que mi misión más importante está en presidir la solemne celebración de Pentecostés y después me dejo perder un poco en medio del pueblo.

Un deseo final para todos los que participan de algún modo en esta fiesta…
Agradezco mucho la oportunidad que me ofrecéis para llegar a tantas personas a las que quiero decir: estáis con nosotros; estáis en mi corazón y en mi oración; estáis en mis pobres manos cuando, delante de la multitud, eleve a Jesús Sacramentado y, de este modo, os presente al Señor para que Él os acompañe, os proteja y os fortalezca. ¡Feliz Rocío a todos!

Saray Acosta
Huelva