El Señor de Madrid - Alfa y Omega

El Señor de Madrid

Jesús Junquera Prats
Foto: Maya Balanya

Hay imágenes que, a lo largo de la historia, acompañan la vida de fe de los creyentes y que incluso en nuestro mundo tan relativista no pierden su lugar en la vida de los hombres, muchas veces sin ser creyentes.

Así podemos contemplar la imagen de Jesús de Medinaceli, El Señor de Madrid, que es capaz de convocar el Viernes Santo madrileño a más de un millón de personas para verle pasar y hacerle sus suplicas. Cuántos rostros reflejan esperanza en su escucha y cuántas lágrimas se derraman ante su paso.

Tiene la imagen, realizada en Sevilla en el siglo XVII, una historia especial. Comienza con su presencia en la capilla de los franciscanos capuchinos, que la llevaron a la ciudad de Mamora, en Marruecos. Conquistada la ciudad por el rey Muley Ismail en el año 1681, la imagen fue arrastrada por las calles entre burlas y toda clase de ultrajes, como si de una persona se tratase, y como tal tuvo que ser rescatada por los trinitarios. Por eso, desde entonces lleva sobre su pecho el escapulario trinitario a modo de salvoconducto. Pagaron por ella, como por un cristiano más; el rey exigió el pago según el peso de la imagen, y la balanza se equilibró en 30 doblones de oro, el mismo precio por el que Judas vendió a Jesús. Una vez rescatada recorrió las ciudades de Tetuán, Ceuta, Gibraltar y Sevilla, y en el año 1682 llega a Madrid, al convento de los trinitarios, que levantan una capilla en los terrenos de los duques de Medinaceli. Por eso se le conoce por este nombre.

En el año 1710 se constituye la Congregación de Esclavos de Jesús Nazareno y desde 1819 el rey figura como hermano protector de la esclavitud.

Derribada su capilla, en 1895 los duques de Medinaceli le construyen la actual en el convento de los capuchinos, volviendo a ser sus guardianes después de siglos. En la Guerra Civil, después de ser salvado por un grupo de milicianos devotos, Jesús de Medinaceli fue enviado a Suiza junto con el tesoro artístico. En 1939 volvió a Madrid con gran fervor popular y fue colocado de nuevo en su templo, declarado basílica.

Cada viernes el pueblo de Madrid acude al santuario a visitar a Jesús de Medinaceli, y el primer viernes de Cuaresma hay personas que hacen cola durante días para venerarle y encontrar consuelo. El Señor de Madrid, presencia del cielo entre los madrileños.