Mil años de fe a través del arte - Alfa y Omega

Mil años de fe a través del arte

La muestra A Su imagen. Arte, cultura y religión, refleja los estrechos lazos que unen el arte, la cultura y la religión a lo largo de los últimos 10 siglos con figuras como Goya, Velázquez, El Greco, Murillo, Zurbarán, Rubens, Ribera, Gregorio Fernández y Berruguete, entre muchos otros. Hasta el próximo 12 de abril, el Fernán Gómez Centro Cultural de la Villa, de Madrid, despliega unas 100 piezas procedentes de catedrales, iglesias y conventos, cedidas por diócesis de toda España e instituciones como los Museos del Prado y Reina Sofía, junto a la aportación de colecciones particulares

Eva Fernández
Tríptico de la Anunciación, de Joos van Cleve (ca. 1540). Catedral de Santo Domingo de la Calzada (La Rioja)

Al abrir el álbum familiar, ante nuestros ojos desfilan cientos de instantáneas que nos anclan a nuestras raíces. Nos gusta vernos reconocidos en los rostros de quienes nos precedieron. En cierta forma, somos imágenes de aquellos que aparecen en los primeros párrafos de nuestra biografía. El versículo del Génesis que recoge el momento supremo de la creación, aquel en el que el ser humano se presenta ante el mundo como creado a imagen y semejanza de Dios, da título a la magnífica exposición a Su imagen. Arte, cultura y religión, que no sólo revisa el origen y los cimientos de la cultura occidental y su espiritualidad, sino que también demuestra el papel que la Iglesia ha desempeñado en la conservación de nuestro patrimonio, atesorado cuidadosamente en catedrales, monasterios, iglesias, ermitas y conventos. Casi todo el acervo cultural de Occidente arranca de ahí. De ese primer momento en el que comenzó a escribirse la historia más grande de la Humanidad, y que aún hoy sigue provocando asombro.

«Jesús no está aquí. ¡Ha resucitado!». Relicario del Santo Sepulcro (detalle). Catedral de Pamplona (siglo XIII)

Asombro es precisamente lo que produce esta exposición, que se despliega en una sucesión de óleos, tablas, esculturas, códices y tapices, de una riqueza extraordinaria, difíciles de admirar en conjunto por su dispersión geográfica. Hace tres años, en vísperas de la Jornada Mundial de la Juventud de Madrid, el entonces arzobispo, el cardenal Rouco Varela, pidió a un grupo de personas que organizaran una muestra en la que se reflejara «el papel tan relevante que ha ejercido la doctrina cristiana y la historia de la Iglesia en la formación de la cultura occidental». Aquel encargo se ha hecho realidad gracias, entre otros, a la Fundación Madrid Vivo, y al apoyo de la Conferencia Episcopal Española y del Arzobispado y Ayuntamiento de Madrid, junto a la colaboración de varias entidades privadas.

El sacrificio de Isaac, de Pedro de Orrente (ca. 1616). Museo de Bellas Artes, Bilbao

A lo largo de los siglos, la Iglesia se ha esforzado en narrar, a través de la belleza del arte, todo el relato de su historia. En muchas ocasiones, la fe nace de esa mirada a lo bello, a la belleza de lo creado. La herencia de Grecia y Roma nos llega impregnada por el cristianismo. Platón y Aristóteles se hacen aún más grandes gracias a santo Tomás y a san Agustín. Y de la misma forma, cada uno de los artistas que desfila por la exposición nos regala su genialidad a la hora de transmitir esos sucesos que forman parte de nuestra historia.

Última Cena, de Juan de Juanes (siglo XVI). Museo de la catedral Metropolitana, Valencia

Maestros de la talla de Ribera, Rubens, Luca Giordano, Gregorio Fernández, Berruguete, Juan de Juanes, Valdés Leal, Joos van Cleve, Zurbarán, Murillo, El Greco, Velázquez, Van Dyck, entre muchos otros, son los responsables de que, por las salas del Centro Cultural de la Villa, vayan desfilando Abraham, Moisés, Sansón, Judit y Holofernes, Susana y los Viejos, David y Goliat, Betsabé, profetas y sibilas, ángeles y arcángeles… Y, por supuesto, la Sagrada Familia, los discípulos de Jesús, los Padres y Doctores de la Iglesia, en un recorrido no cronológico que abarca, desde el origen del hombre, hasta el Apocalipsis y Juicio Final, sirviendo de eje vertebrador nada menos que el Cristo de los evangelios.

La construcción de la torre de Babel, de la escuela flamenca (siglo XVII)

El apóstol san Pablo se encargó de recordarnos que Jesucristo es el auténtico protagonista de la historia relatada en a Su imagen: «Él es imagen de Dios invisible, primogénito de toda criatura» (Col 1, 15). El carácter universal de la Iglesia aparece reforzado en el texto de monseñor Juan Antonio Martínez Camino, obispo auxiliar de Madrid y catedrático de Teología Dogmática: «No hay una Iglesia de Pedro y otra Iglesia de Pablo. La Iglesia es de Jesucristo». Dos grandes apóstoles que refuerzan la diversidad de carismas que existen en la Iglesia. A partir del siglo XVI, en los retablos españoles se procura ensalzar la dignidad papal, representando a san Pedro con atributos de Pontífice. Gregorio Fernández esculpe, hacia 1630, San Pedro en Cátedra, en el que resalta la humildad del primer Papa, retirando la tiara de su cabeza.

Adán y Eva, de Alonso Cano (1666). Catedral de Granada

La exposición no se olvida de los Padres y Doctores de la Iglesia. Prueba de ello son algunas de las piezas seleccionadas para la muestra, acompañadas en el catálogo por el texto de Patricio de Navascués, catedrático de Patrología de la Universidad Eclesiástica San Dámaso. La catedral hispalense ha cedido el retrato de San Isidoro de Sevilla, de Murillo (1655), que por primera vez se contempla a la altura de los ojos y no a quince metros del suelo. Velázquez pintó, en 1632, la Tentación de santo Tomás, en el que uno de los ángeles premia al santo con un cíngulo blanco, símbolo de castidad.

Del Comisario de la exposición, el catedrático de Historia Medieval Isidro G. Bango, son muchos de los textos del catálogo, entre ellos los dedicados al Apocalipsis y al Juicio Final. En su opinión, será difícil ver otra vez, reunida, una muestra tan asombrosa, de tanta calidad y variedad.

Tapiz de la Creación (siglo XI). Museo catedralicio de Gerona

En el umbral del Misterio

Todo relato tiene un comienzo, y en este caso lo encontramos en el Bereshit, en el principio, la palabra hebrea con la que arranca la creación narrada en el Génesis. En el catálogo que acompaña la exposición, el sacerdote Ignacio Carbajosa, catedrático de Antiguo Testamento de la Universidad Eclesiástica San Dámaso, de Madrid, da una lección magistral sobre todo lo acontecido en el Antiguo Testamento, desde la creación del hombre hasta el largo peregrinar del pueblo hebreo en su huida de la esclavitud. Dos monumentales bustos de Adán y Eva, esculpidos en madera de pino por Alonso Cano en 1666, son los primeros protagonistas que se asoman a este viaje por la espiritualidad y el arte. Su valor es grande, porque de esa época existen muy pocas representaciones de Adán y Eva. En el lienzo de la escuela flamenca La torre de Babel, realizado en el siglo XVII, la construcción de la torre está interrumpida, una metáfora de lo inacabado, de la confusión de lenguas. A lo largo del Antiguo Testamento, surgen personajes de enorme trascendencia como Noé, Abraham, Moisés, o el que protagoniza Sansón y el león (hacia 1616-1617), de Rubens. La pintura refleja el instante preciso en el que Sansón desgarra las fauces del león, en las que encontraría un panal de miel, símbolo posterior de la Eucaristía. En este capítulo, los profetas cobran gran protagonismo. Isaías, Jeremías y Ezequiel hablan claramente de la llegada del Mesías. Claudio Coello, en su Misterio de la Encarnación,con las profecías que la predijeron (1668), dispone la escena de la Anunciación en medio de un gran marco arquitectónico, ante la presencia de profetas y sibilas de la tradición clásica.

La Anunciación, de Claudio Coello (1668). Convento de San Plácido, Madrid

Jesús de Nazaret como Señor de la Historia

Evangelistas y ángeles se convierten en teloneros de la parte de la exposición dedicada al Nuevo Testamento. Las tablas de los evangelistas Mateo, Marcos, Lucas y Juan, de Pedro de Berruguete (hacia 1470-1471), ejercen de testigos del mensaje evangélico. Llama la atención la expresividad de los rostros y el detallismo de los objetos que completan la escena. El profesor de Nuevo Testamento de la Universidad Eclesiástica San Dámaso José Miguel García argumenta hasta qué punto los evangelios hablan de un acontecimiento único: que Dios se hizo hombre en Jesús de Nazaret. Una de las tablas más bellas es el Tríptico de la Anunciación, del pintor flamenco Joos Van Cleve, pintado hacia 1540. En la tabla central, entre el ángel y la Virgen se encuentra un jarrón de azucenas, símbolo de la pureza de María. Al fondo, un paisaje en el que se divisa la torre gótica de una catedral. La Virgen constituye una presencia materna siempre operante en la vida de la Iglesia, y así ha quedado reflejado en la Virgen Niña (Inmaculada Concepción), de Francisco de Zurbarán, en el que la Virgen viste túnica blanca y manto azul, una imagen muy popular en la época por las visiones de santa Beatriz de Silva. La misma escena maternal se representa en la Virgen del Pajarito, de Luis de Morales (1546). La devoción a san José experimentó un impulso notable en la segunda mitad del siglo XVI. Un san José fuerte y protector, lejano del anciano de la tradición medieval. Lo comprobamos en este San José con el Niño, de Murillo (hacia 1660). San José agarra la mano de su hijo con ternura. Otra de las joyas de la exposición es el pequeño Goya Oración en el huerto. La pintura responde al momento más solitario y trágico del pasaje evangélico. «Lleno de angustia oraba con más instancia: y sudó como gotas de sangre que corrían hasta la tierra» (Lc 22, 41-43).

Los evangelistas: San Mateo; San Marcos, de Pedro de Berruguete (ca. 1470-1471). Museo parroquial de Santa Eulalia, Paredes de Nava (Palencia)

Una misión apostólica que llegará hasta el final de los tiempos

Al abrir el álbum familiar, ante nuestros ojos desfilan cientos de instantáneas que nos anclan a nuestras raíces. Nos gusta vernos reconocidos en los rostros de quienes nos precedieron. En cierta forma, somos imágenes de aquellos que aparecen en los primeros párrafos de nuestra biografía. El versículo del Génesis que recoge el momento supremo de la creación, aquel en el que el ser humano se presenta ante el mundo como creado a imagen y semejanza de Dios, da título a la magnífica exposición a Su imagen. Arte, cultura y religión, que no sólo revisa el origen y los cimientos de la cultura occidental y su espiritualidad, sino que también demuestra el papel que la Iglesia ha desempeñado en la conservación de nuestro patrimonio, atesorado cuidadosamente en catedrales, monasterios, iglesias, ermitas y conventos. Casi todo el acervo cultural de Occidente arranca de ahí. De ese primer momento en el que comenzó a escribirse la historia más grande de la Humanidad, y que aún hoy sigue provocando asombro.

Los evangelistas: San Lucas; San Juan, de Pedro de Berruguete (ca. 1470-1471). Museo parroquial de Santa Eulalia, Paredes de Nava (Palencia)

Asombro es precisamente lo que produce esta exposición, que se despliega en una sucesión de óleos, tablas, esculturas, códices y tapices, de una riqueza extraordinaria, difíciles de admirar en conjunto por su dispersión geográfica. Hace tres años, en vísperas de la Jornada Mundial de la Juventud de Madrid, el entonces arzobispo, el cardenal Rouco Varela, pidió a un grupo de personas que organizaran una muestra en la que se reflejara «el papel tan relevante que ha ejercido la doctrina cristiana y la historia de la Iglesia en la formación de la cultura occidental». Aquel encargo se ha hecho realidad gracias, entre otros, a la Fundación Madrid Vivo, y al apoyo de la Conferencia Episcopal Española y del Arzobispado y Ayuntamiento de Madrid, junto a la colaboración de varias entidades privadas.

A lo largo de los siglos, la Iglesia se ha esforzado en narrar, a través de la belleza del arte, todo el relato de su historia. En muchas ocasiones, la fe nace de esa mirada a lo bello, a la belleza de lo creado. La herencia de Grecia y Roma nos llega impregnada por el cristianismo. Platón y Aristóteles se hacen aún más grandes gracias a santo Tomás y a san Agustín. Y de la misma forma, cada uno de los artistas que desfila por la exposición nos regala su genialidad a la hora de transmitir esos sucesos que forman parte de nuestra historia.

San José con el Niño, de Murillo (ca. 1660). A la derecha: Virgen del pajarito, de Luis de Morales (1546)

Maestros de la talla de Ribera, Rubens, Luca Giordano, Gregorio Fernández, Berruguete, Juan de Juanes, Valdés Leal, Joos van Cleve, Zurbarán, Murillo, El Greco, Velázquez, Van Dyck, entre muchos otros, son los responsables de que, por las salas del Centro Cultural de la Villa, vayan desfilando Abraham, Moisés, Sansón, Judit y Holofernes, Susana y los Viejos, David y Goliat, Betsabé, profetas y sibilas, ángeles y arcángeles… Y, por supuesto, la Sagrada Familia, los discípulos de Jesús, los Padres y Doctores de la Iglesia, en un recorrido no cronológico que abarca, desde el origen del hombre, hasta el Apocalipsis y Juicio Final, sirviendo de eje vertebrador nada menos que el Cristo de los evangelios.

El apóstol san Pablo se encargó de recordarnos que Jesucristo es el auténtico protagonista de la historia relatada en a Su imagen: «Él es imagen de Dios invisible, primogénito de toda criatura» (Col 1, 15). El carácter universal de la Iglesia aparece reforzado en el texto de monseñor Juan Antonio Martínez Camino, obispo auxiliar de Madrid y catedrático de Teología Dogmática: «No hay una Iglesia de Pedro y otra Iglesia de Pablo. La Iglesia es de Jesucristo». Dos grandes apóstoles que refuerzan la diversidad de carismas que existen en la Iglesia. A partir del siglo XVI, en los retablos españoles se procura ensalzar la dignidad papal, representando a san Pedro con atributos de Pontífice. Gregorio Fernández esculpe, hacia 1630, San Pedro en Cátedra, en el que resalta la humildad del primer Papa, retirando la tiara de su cabeza.

Oración en el huerto, de Goya (1819). A la derecha: Tentación de santo Tomás, de Velázquez (1632). Museo diocesano de Orihuela

La exposición no se olvida de los Padres y Doctores de la Iglesia. Prueba de ello son algunas de las piezas seleccionadas para la muestra, acompañadas en el Catálogo por el texto de Patricio de Navascués, catedrático de Patrología de la Universidad Eclesiástica San Dámaso. La catedral hispalense ha cedido el retrato de San Isidoro de Sevilla, de Murillo (1655), que por primera vez se contempla a la altura de los ojos y no a quince metros del suelo. Velázquez pintó, en 1632, la Tentación de santo Tomás, en el que uno de los ángeles premia al santo con un cíngulo blanco, símbolo de castidad.

San Pedro en Cátedra, de Gregorio Fernández (ca. 1630). Museo Nacional de Escultura, Valladolid. A la derecha: San Isidoro de Sevilla, de Murillo (1655). Catedral de Sevilla

Del Comisario de la exposición, el catedrático de Historia Medieval Isidro G. Bango, son muchos de los textos del Catálogo, entre ellos los dedicados al Apocalipsis y al Juicio Final. En su opinión, será difícil ver otra vez, reunida, una muestra tan asombrosa, de tanta calidad y variedad.