«No se puede ser sacerdote a la carta ni esclavo de la moda» - Alfa y Omega

«No se puede ser sacerdote a la carta ni esclavo de la moda»

Este jueves, 8 de junio, la Iglesia celebra la fiesta de Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote. En esta jornada de santificación sacerdotal, el monasterio de las Hermanas Oblatas de Cristo Sacerdote ha acogido, un año más, la celebración de una solemne Eucaristía, presidida por el cardenal arzobispo de Madrid, Carlos Osoro, y concelebrada por numerosos presbíteros

Carlos González García

En un claustro colmado de sacerdotes madrileños, así como de seminaristas y fieles provenientes de diferentes zonas de la capital, el prelado ha realzado las palabras del salmo 39 que toda la asamblea ha pronunciado –con una sola fe y en una misma voz– durante la Eucaristía: «»Aquí estoy Señor para hacer tu voluntad» es lo que nos enseña Jesucristo en esta fiesta». Una celebración que nace en la Iglesia, ha destacado, «por la insistencia de un hombre de Dios, don José M.ª García Lahiguera, fundador de esta congregación». Por ello, «agradecemos al Señor que, a través de Lahiguera, podamos reunirnos después de tantos años, y tener delante a Cristo como sacerdote», quien «nos sigue alentando a prestar la vida a los que somos sacerdotes y a los que llama el Señor, para hacer presente el ministerio mismo de Jesucristo». Nosotros tenemos que poner muy poco, ha dicho: «Nada… solamente tenemos que prestarle la vida».

Oblatas: las manos sacerdotales de Jesús

El cardenal, en medio de su predicación, ha querido agradecer «de manera especial» a la comunidad de oblatas que «mantienen la vida en este monasterio» su entrega y oración, así como «vuestro modo de dar la vida por los sacerdotes y para que el Señor siga llamando jóvenes al ministerio sacerdotal y prolongue, en esta historia, el ministerio de Jesús como sacerdote».

«El Señor ha puesto en nuestra vida un cántico nuevo –ha resaltado–, en nuestra boca y en nuestra propia existencia». Y «nos lo ha dado Él: nos abrió el oído y ha hecho que llenemos nuestras entrañas para ver la grandeza del misterio y del ministerio de Jesucristo» para que, así, «proclamemos la salvación y nunca cerremos los labios a esta salvación que el Señor nos ofrece a todos nosotros».

Siempre preparados para despedirse

En un silencio que se hacía presencia viva y habitada por quien los convocaba, el prelado ha centrado su homilía en tres palabras: entrega, enseñanza y una pregunta. El Señor, ha aseverado, «nos pide una entrega, la que realizó Él».

Por ello, «un pastor debe de estar siempre preparado para despedirse. Siempre». Así, ha destacado que «uno de los pasos que debe hacer un sacerdote, siguiendo las huellas de Jesús, es prepararse para despedirse bien, en todos los lugares donde estemos». Con la mirada fija en cada uno de ellos, les ha animado a mirar al Señor «porque, a veces, mantenemos lazos que no tienen que ver con ese dar la vida, desligarnos de esos lazos que no están purificados por la Cruz de Jesús». Nosotros «estamos para dar rostro a Jesús, y nada más».

También ha resaltado una enseñanza: «El pastor vive inmerso en la cultura de su tiempo». «Estamos en un cambio de época» y, por eso, «no podemos decir cómo quiero ser cura, sino que tienes que serlo en el sitio, en el lugar y en las circunstancias en las que estás…». Porque, como ha insistido, «no se puede ser sacerdote a la carta, ni ser esclavos de la moda. Tenemos una única puerta, que es la de Jesucristo».

«Haced esto en memoria mía»

La tercera palabra que ha dirigido el cardenal se ha referido a una pregunta con la que «el Señor nos invita a darlo todo: el «tomad y comed, este es mi cuerpo» y el «tomad y bebed, esta es mi sangre» nos remite y nos hace ver que esta es la gran misión que tenemos que entregar a toda la Iglesia». Una espiritualidad eucarística «de éxodo, de darse, de peregrinación». Y, de este modo, «salir de la propia comodidad y atrevernos a llegar a todos, pero dando la vida: «Haced esto en memoria mía»».

Finalmente, el purpurado ha agradecido a todos los presentes su asistencia, tanto a los laicos como a los miembros de vida consagrada, «por la importancia que dais». Y también al ministerio sacerdotal, «para que acojamos de verdad lo que el Señor, en su Palabra, nos decía: vida entregada, vida que nos enseña y vida que ahora mismo nos sigue haciendo una pregunta aquí, en esta celebración, donde Jesús se va a hacer presente, de nuevo, en medio de nosotros», ha concluido.