«El encuentro personal con refugiados disipa temores e ideologías distorsionadas» - Alfa y Omega

«El encuentro personal con refugiados disipa temores e ideologías distorsionadas»

Francisco expresa durante el rezo del Ángelus su cercanía al pueblo portugués por el incendio en Pedrograo Grande

Ricardo Benjumea

Menos ideología y más contacto con la realidad, con las personas concretas. «El encuentro personal con refugiados disipa temores e ideologías distorsionadas», dijo el Papa este domingo, a dos días de la Jornada Mundial del Refugiado.

Durante el rezo dominical del Ángelus, Francisco aseguró que esa cercanía a personas obligadas a escapar de sus países es «un factor de crecimiento en humanidad que crea espacio a los sentimientos de apertura y a la construcción de puentes». Y dirigió un saludo especial «a los representantes de la República Centroafricana y de Naciones Unidas que han venido estos días a Roma a un encuentro organizado por la Comunidad de Sant’Egidio».

El Papa aprovechó también para expresar su «cercanía al querido pueblo portugués» tras el incendio que ha dejado decenas de víctimas mortales en Pedrograo Grande, en el centro del país, e invitó a los fieles a «rezar en silencio».

En el día en que se celebra en Italia y en otros países la fiesta del Corpus Christi, Francisco explicó que Jesús en la Eucaristía «se ofrece a sí mismo como fuerza espiritual para ayudarnos a poner en práctica su mandamiento –amarnos los unos a otros como Él nos ha amado– mediante la construcción de comunidades acogedoras y abiertas a las necesidades de todos, especialmente de las personas más frágiles, pobres y necesitadas».

El Papa celebrará esta tarde la Misa y tradicional procesión del Corpus desde la basílica de San Juan de Letrán hasta la de Santa María Mayor, trasladada del jueves al domingo para facilitar la participación de los fieles.

Palabras del Papa antes del rezo del Angeles

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

En Italia y en muchos países se celebran este domingo la fiesta del Cuerpo y la Sangre de Cristo –a menudo se utiliza el nombre latino Corpus Domini o Corpus Christi–. Cada domingo la comunidad eclesial se reúne alrededor de la Eucaristía, sacramento instituido por Jesús en la última cena. Sin embargo, cada año tenemos la alegría de celebrar la fiesta dedicada a este misterio central de la fe, para expresar en plenitud nuestra adoración a Cristo que se dona como alimento y bebida de salvación.

El pasaje del Evangelio de hoy, tomado de San Juan, es una parte del discurso sobre el «pan de vida» (cf. 6,51-58). Jesús afirma: «Yo soy el pan vivo bajado del cielo. […] El pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo» (v. 51). Él quiere decir que el Padre lo envió al mundo como alimento de vida eterna, y que para ello Él se sacrificará a sí mismo, su carne. De hecho, Jesús, en la cruz, ha donado su cuerpo y ha derramado su sangre. El Hijo del hombre crucificado es el verdadero Cordero pascual, que hace salir de la esclavitud del pecado y sostiene en el camino hacia la tierra prometida. La Eucaristía es el sacramento de su carne dada para hacer vivir el mundo; quien se nutre de este alimento permanece en Jesús y vive por Él. Asimilar a Jesús significa estar en él, volviéndose hijos en el Hijo.

En la Eucaristía, Jesús, como lo hizo con los discípulos de Emaús, se pone a nuestro lado, peregrinos en la historia, para alimentar en nosotros la fe, la esperanza y la caridad; para confortarnos en las pruebas; para sostenernos en el compromiso por la justicia y la paz. Esta presencia solidaria del Hijo de Dios está en todas partes: en las ciudades y en el campo, en el Norte y Sur del mundo, en países de tradición cristiana y en los de primera evangelización. Y en la Eucaristía Él se ofrece a sí mismo como fuerza espiritual para ayudarnos a poner en práctica su mandamiento –amarnos los unos a otros como Él nos ha amado–, mediante la construcción de comunidades acogedoras y abiertas a las necesidades de todos, especialmente de las personas más frágiles, pobres y necesitadas.

Nutrirnos de Jesús Eucaristía significa también abandonarnos con confianza en Él y dejarnos guiar por Él. Se trata de recibir a Jesús en el lugar del propio «yo». De este modo el amor gratuito recibido de Jesús en la comunión eucarística, con la obra del Espíritu Santo, alimenta el amor por Dios y por los hermanos y hermanas que encontramos en el camino de cada día. Nutridos por el Cuerpo de Cristo, nos volvemos cada vez más y concretamente, Cuerpo Místico de Cristo. Nos lo recuerda el Apóstol Pablo: «La copa de bendición que bendecimos, ¿no es acaso comunión con la Sangre de Cristo? Y el pan que partimos, ¿no es comunión con el Cuerpo de Cristo? Ya que hay un solo pan, todos nosotros, aunque somos muchos, formamos un solo Cuerpo, porque participamos de ese único pan» (1 Cor 10,16-17).

La Virgen María, que siempre ha estado unida a Jesús Pan de Vida, nos ayude a redescubrir la belleza de la Eucaristía, a nutrirnos de ella con fe, para vivir en comunión con Dios y con hermanos.