Los últimos 40 años de democracia constituyen uno de los grandes logros colectivos de los españoles. El paso de la dictadura a la democracia incluyó, naturalmente, un pacto entre las élites políticas y económicas, y es verdad que el contexto internacional presionaba para poner fin a la excepción política española. Pero la Transición fue sobre todo posible gracias a que existió una sociedad madura dispuesta a un acto de generosidad que sellaba la reconciliación –que no la amnesia– y ponía fin a la Guerra Civil y a la represión política que la sucedió. Desde la izquierda y la derecha hoy se alzan voces que cuestionan la legitimidad de aquel pacto. Se trata de una impugnación pueril, análoga a movimientos que, en otros países, con el revisionismo histórico o el nacionalismo por bandera, pretenden crear la ilusión de que es posible vivir de espaldas a la realidad del resto del planeta. Vivimos un cambio de época que exige nuevos consensos sociales, pero la vía para alcanzarlos es trabajar a partir de los logros conseguidos por las generaciones anteriores, ya sea la Transición o la reconciliación europea.