La misión evangelizadora necesita cristianos formados - Alfa y Omega

La misión evangelizadora necesita cristianos formados

Nuestras comunidades cristianas sufren una verdadera crisis de formación. Sus miembros no parecen tener interés ni tiempo para formarse. En el mejor de los casos, se conforman con las actividades que pueden ofrecer sus parroquias, asociaciones o movimientos. Y, sin embargo, sin una verdadera preparación, ¿cómo podremos responder a los formidables desafíos que nos plantea nuestra sociedad?

Juan Carlos Carvajal Blanco
Un joven de Ciudad Real de misión en Etiopía. Foto: Archivo personal de Carlos Córdoba

Hace diez años, en marzo de 2007, el entonces gran canciller de la Facultad de Teología de San Dámaso, el cardenal Rouco Varela, en colaboración con la Dirección Nacional de Obras Misionales Pontificias, erigió la cátedra de Misionología como un servicio a la reflexión y formación misionológica de sacerdotes y fieles. Esta iniciativa venía a dar respuesta a la necesidad, no solo de promover la actividad misionera de las diversas comunidades cristianas, sino también de profundizar en los fundamentos teológicos y eclesiales de la misión evangelizadora. Era preciso dar a luz un instrumento que afrontara el reto de ofrecer una formación misionera orgánica y sistemática con rigor académico.

En efecto, la misión es de todo cristiano y ninguno puede sentirse eximido de esa responsabilidad. Parafraseando el lema escogido por el Papa Francisco para el mensaje de la próxima Jornada Mundial de las Misiones, «la misión está en el corazón de la fe cristiana». Esto supone que cada bautizado, en el mismo instante en que despierta a la fe, recibe el impulso de la gracia divina para dar testimonio del Evangelio con obras y palabras. El encuentro con Cristo, el gozo de una vida nueva que brota de la relación filial con Dios Padre y la libertad que otorga el don del Espíritu convierten a cada cristiano en un verdadero misionero, en un apóstol de la Buena Noticia de Jesucristo.

Esta misión la podrá realizar allí donde vive o yendo donde el Señor le llame, la cumplirá entre los propios familiares y compañeros o entre los que Dios le dé como hermanos; pero nunca podrá desentenderse de la misión que el Señor, en el seno de la Iglesia, le ha confiado. Como dice el Papa Francisco, siempre somos discípulos misioneros. Con la vocación al discipulado, el Señor nos da su gracia para la misión. Esta es, ante todo, la que nos capacita para seguir a Cristo al tiempo que misionamos en su nombre.

Juan Carlos Carvajal (a la derecha) junto a Segundo Tejado (subsecretario del Pontificio Consejo Cor Unum ) en un acto de la cátedra de Misionología. Foto: Universidad Eclesiástica San Dámaso

Crisis de formación en las comunidades

Sin embargo, forma parte de la responsabilidad misionera el que los cristianos, laicos, religiosos y religiosas, seminaristas y, también, sacerdotes nos formemos para el ejercicio de la misión. Todos estamos llamados a crecer como evangelizadores. Lamentablemente, hemos de reconocer que, en la actualidad, nuestras comunidades cristianas sufren una verdadera crisis de formación. Sus miembros no parecen tener interés ni tiempo para formarse. En el mejor de los casos, se conforman con las actividades que pueden ofrecer sus parroquias, asociaciones o movimientos. Y, sin embargo, sin una verdadera preparación, ¿cómo podremos responder a los formidables desafíos que nos plantea nuestra sociedad?

No podemos mantener inercias ni pensar que la formación recibida en un contexto de cristiandad nos sirve para este tiempo caracterizado por un cambio epocal. La acción de la gracia supone en nosotros una disposición de acogida que pasa irremisiblemente por una seria formación teológica, antropológica, eclesiológica, espiritual… También supone el empeño por llevar adelante espacios de reflexión en los que podamos discernir con serenidad tanto los recelos como los anhelos que la cultura actual siente respecto al anuncio del Evangelio.

Hoy por hoy, la formación es un reto que cada bautizado debe asumir personalmente. No hay excusas. Cada uno tiene que ver el modo de dar cumplida respuesta a esa exigencia. Y la Iglesia debe promover los medios apropiados para poder superar los condicionantes que se presenten. La cátedra de Misionología de San Dámaso es uno de esos medios. Sus diez años de existencia han mostrado la suficiente capacidad de adaptación como para dar una respuesta formativa a las situaciones personales de sus destinatarios.

Curso de verano en Ávila

La cátedra de Misionología celebra su V curso de verano en Ávila, del 27 de junio al 2 de julio de 2017, con el lema Por tu palabra, echaremos las redes. Además del director Nacional de las Obras Misionales Pontificias, Anastasio Gil, y del delegado diocesano de Madrid, José María Calderón, participarán los profesores Manuel González López-Corps, Andrés Martínez y Juan Carlos Carvajal.