Gaudí: un artista de espíritu franciscano - Alfa y Omega

Gaudí: un artista de espíritu franciscano

Los académicos del siglo XVIII gustaban de llamar a la arquitectura la primera de las Bellas Artes, por entender que en ella concurrían los del Quadrivium, la aritmética, y la geometría. Para crear una obra arquitectónica se necesita la inspiración, el soplo casi divino que permite al artista hacer una obra en la que destaque la construcción de espacios para el desarrollo de las actividades humanas

Soledad Porras Castro
Vista del templo de la Sagrada Familia, de Barcelona.

¡La introducción de la causa de beatificación de Antoni Gaudí, así como su continuo testimonio de verdadero cristianismo, nos ha llevado a recordar a este gran hombre y original arquitecto. Recientemente se cumplió el 150 aniversario de su nacimiento. En 1969, su obra se inscribió en la lista del Patrimonio Mundial de la UNESCO. El cardenal Ricard María Carles ha sido designado postulador de la recién introducida causa de beatificación.

A los 31 años, Antonio Gaudí se convirtió en ayudante del arquitecto diocesano Francisco de Paula Villar, al que se le había encargado edificar un gran templo, en un momento en que la sociedad catalana atravesaba una profunda crisis, tras el paso de la civilización campesina a la urbana. Hijo de un artesano y sin antepasados dedicados a la arquitectura, Gaudí se procuró un mecenas, Fontsaré, quien le ayudó a obtener un trabajo que le permitiese estudiar.

Desde el punto de vista arquitectónico, crea un método original, en el que se entrelazaban pilastras y bóvedas. Paralelamente, se inspiró en las formas naturales y en la belleza de las mismas: árboles, plantas, cuerpos humanos y colinas. Geometría diversa en el manejo de la escuadra y el compás. Consciente de que originalidad es todo aquello que vuelve los ojos al origen, ve en todo momento la naturaleza como la obra más perfecta de Dios; por ello, impregna su arquitectura de espiritualidad: «Yo no soy un creador -solía decir-, sino un copista de las formas creadas por el Gran Arquitecto del Mundo».

Antonio Gaudí participando en una procesión.

Gaudí confesaba ser católico por educación y por convicción. «La fe en Dios me ayuda, me consuela y me da fuerzas en las situaciones delicadas», afirmó en una ocasión. Apasionado por la perfección, vivió heroicamente las virtudes cristianas, intentando dar gloria a Dios mediante su obra. Cada día, después de Misa, buscaba con serenidad el breve contacto con la naturaleza, verdadera causa de su inspiración.

Luz hacia la Luz

Trabajador infatigable, convencido del espíritu franciscano, buscaba en la naturaleza el Espíritu de Dios. Si nos detenemos a contemplar los materiales usados por Gaudí, notamos la pobreza y sencillez de los mismos. La luz de las zonas internas de cada una de sus obras constituye una llamada dirigida hacia la verdadera Luz.

Su arquitectura, única en el mundo, queda reflejada en el Palacio Güell, Casa Milá, Balcones de la Pedrera, Escuelas de la Sagrada Familia y la finca Güell en la Avenida de Pedralbes, donde jugó con cristales y azulejos, combinados con inteligencia. En la Casa Vicens y en el Capricho de Comillas no aparecen, extrañamente, los motivos religiosos. Por el contrario, la devoción mariana de Gaudí queda plasmada en el edificio de las misiones africanas de Tánger, y el Rosario en la Montaña de Montserrat. La huella de Gaudí permanece en el monasterio benedictino de Villaricos, en Cuevas de Vera (Almería), y el colegio de Jesús María, en San Andrés del Palomar. En el Parque Güell, la persona que hizo el encargo quiso tener una nueva versión de la magnífica ciudad helénica de Delfos.

En sus catorce últimos años de vida, se dedicó a la Sagrada Familia, y rechazó cualquier otro proyecto. De los tres frontales realizó uno, dedicado a la Natividiad. El segundo, dedicado a la Pasión de Cristo, se realizó sobre diseños de Gaudí tras su muerte. El tercero, la Gloria, está aún por realizar. El 7 de junio de 1926 fue atropellado por un tranvía en la Gran Vía barcelonesa, y fue enterrado en la cripta de la Sagrada Familia. Su obra nos enorgullece, a pesar de que quedó interrumpida tras su muerte. A los que le reprochaban su lentitud en finalizar esta gran obra, contestaba: «Mi cliente es Dios y Él no tiene prisa». León Tolstoi creía que «la condición esencial de la felicidad del ser humano era el trabajo». Gaudí fue siempre feliz con su obra, y es que lo que mueve al mundo no son los potentes brazos de los héroes, sino la suma de los pequeños trabajos. La humildad no tiene fin, es como el mar.