Báculo compartido entre dos, por monseñor Taltavull - Alfa y Omega

Báculo compartido entre dos, por monseñor Taltavull

Sebastià Taltavull Anglada
Juan José Omella con monseñor Taltavull. Foto: Arzobispado de Barcelona

Esta fue nuestra intención al iniciar el ministerio pastoral Juan José Omella hace año y medio como arzobispo de esta archidiócesis de Barcelona y un servidor como obispo auxiliar. Toda la intención de un trabajo en equipo, como los discípulos de Jesús enviados de dos en dos, compartiendo casa, oración, amistad y trabajo pastoral. Así se trabaja con paz y en un ambiente de confianza, con la seguridad de que el Señor está en medio de nosotros y nos acompaña. Siempre mi agradecimiento.

Hoy se hace difícil servir una comunidad en solitario. Los planteamientos de la Iglesia exigen más que nunca conocer a fondo una realidad a la que no se puede ir de francotirador pensando que uno solo tiene la solución para todo. El problema de la soledad en la Iglesia y en tantos estamentos de la sociedad es enorme, y hay que evitarlo. Por ello, muchos esfuerzos resultan inútiles, pierden fuerza y se quedan en nada si no se comparten. Ha faltado equipo y, con él, cohesión; la necesaria para que un proyecto pastoral pueda llegar a buen término, atraer e ilusionar.

Y, no solo entre nosotros, los pastores, cualquier idea tiene que ser expuesta y trabajada en equipo. Así caminamos a nivel de consejos episcopal, presbiteral y pastoral. Obispos, sacerdotes y laicos en un mismo sentir y caminar. En sinodalidad, que significa caminar juntos. Hoy solo avanzamos si contamos con una comunidad fuerte y estable, aunque se lleve una organización y estilo de vida marcados por la sencillez y los gestos de la vida de cada día. La fe no puede vivirse en solitario, solo es fecunda cuando se hace solidaria, porque se pasa de la obsesión por la promoción del ego al nosotros, opción por ser y vivir en comunidad.

Sin embargo, cuando se vive de querer conseguir el poder o se lucha por los primeros puestos, Jesús dice con claridad: «que no sea así entre vosotros», y nos da su ejemplo, ya «que no ha venido para ser servido, sino a servir y a dar la vida». Ahí está el secreto que cada día juntos pedimos al Señor que haga realidad en nosotros y en tantos otros que han decidido seguir a Jesús por este camino. El gozo del seguimiento hecho amor y servicio es la fuente de aquella felicidad que nos viene de las bienaventuranzas.

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