«Siento la necesidad de transmitir a otros la certeza de que Dios me ama» - Alfa y Omega

«Siento la necesidad de transmitir a otros la certeza de que Dios me ama»

La dimensión misionera cobra cada vez más peso en la vida de las parroquias. La joven comunidad de San Juan Pablo II en Sevilla es un ejemplo de parroquia kerigmática

Javier Rubio
Monseñor Asenjo confirma a una joven en la parroquia San Juan Pablo II de Sevilla. Foto: Archidiócesis de Sevilla

En la parroquia San Juan Pablo II saben de primera mano que la casa no puede empezarse por el tejado. Pero ese aforismo lo han llevado mucho más allá: tampoco se puede empezar la parroquia por los cimientos. Antes que la construcción del complejo parroquial –que está próximo a inaugurarse– y del templo –para el que no hay fecha prevista de momento–, la parroquia se ha levantado, desde que se erigió en 2011, con piedras vivas afianzadas en la roca.

Enclavada en Montequinto, un barrio dormitorio con mucha diversidad socioeconómica y de experiencia de fe de Dos Hermanas, la segunda ciudad por tamaño de la archidiócesis de Sevilla, la parroquia ha saltado por encima de las incomodidades físicas y los inconvenientes de espacio para construir, antes que nada, una comunidad de comunidades. Aunque solo fuera porque toda la rica variedad de grupos parroquiales –catequesis de primera y segunda síntesis de fe, de Confirmación, de adultos, grupos de vida, matrimonios…– tiene que apañárselas para compartir la única mesa de reuniones con que cuenta la parroquia a los pies de la caracola de obras que le sirve de templo provisional.

La comunidad de San Juan Pablo II se ha propuesto constituir una parroquia en salida siguiendo las exhortaciones sobre nueva evangelización de los últimos pontífices, muy especialmente el titular de la parroquia y el actual Papa. Y ello implica tener bien presente el carácter misionero en todo lo que hacen. Porque saben que tienen que llegar a los alejados, a los indiferentes y a los no creyentes de su feligresía. María Álvarez, una de ellas, lo resume de manera gráfica: «El encuentro con Cristo me transformó en una nueva persona con una nueva mirada social y me regaló la pasión, el deseo, la vocación de anunciarle. Me regaló un alma misionera».

El kerigma por bandera

La archidiócesis de Sevilla tiene establecidas las misiones populares como instrumento de evangelización, pero en San Juan Pablo II han dado un paso más con la incorporación del kerigma como rasgo definitorio de la parroquia. Para ello, se han basado en la metodología que ofrece el Sistema Integral de Nueva Evangelización (SINE) de amplia experiencia en América Latina. Juan Antonio Mir, aparejador a pie de obra de su propia parroquia, explica lo que ha supuesto la experiencia en su caso: «El kerigma me ha proporcionado una confianza plena en el convencimiento de que Dios me ama, y ahora siento una necesidad de transmitir esa certeza a otras personas».

Dos veces al año la parroquia ofrece retiros de evangelización kerigmática en los que los propios seglares de la feligresía se encargan de proclamar el primer anuncio. Los resultados empiezan a palparse sobre el terreno o, más concretamente, alrededor de la única mesa de reuniones. La conciencia de comunidad va creciendo, como afirma Isabel Bravo: «He descubierto que la fe compartida es fe enriquecida, antes solo disfrutaba de mi tesoro escondido solo para mí y ahora disfruto de todos los tesoros de los hermanos, soy inmensamente más afortunada».

El párroco, Adrián Ríos, durante una procesión el Domingo de Ramos. Foto: Archidiócesis de Sevilla

Los feligreses que han experimentado ese primer encuentro con Cristo vivo o han renovado su experiencia fuerte de Dios son invitados a «permanecer y perseverar» hasta que, después de un tercer día de retiro eucarístico, están capacitados para formar su propio grupo de vida cristiana conforme al itinerario básico de formación de la Acción Católica General. En esto también se ciñen escrupulosamente a las orientaciones pastorales y las directrices del arzobispo, monseñor Juan José Asenjo. Pero en todos ellos late una misma ilusión por comunicar su experiencia: «Mis planes, hoy por hoy, son los que Él decida y solo Él. Lo tengo tan claro que tengo que contarlo a todo el que me quiera escuchar e, incluso, al que no», relata Esperanza y remacha Paquitina: «Quiero ser una buena transmisora de su Palabra para que conozcan la dicha que es llevarlo contigo».

Abundantes frutos de conversión

Ese tiempo de discipulado potencia la dimensión del apostolado que va impregnando todas las parcelas del quehacer de la parroquia. Manolo Caro, responsable de la Pastoral de la Salud, reflexiona sobre cómo ese encuentro con Cristo cambió la forma en que veía su tarea: «Retrocediendo en el tiempo, recuerdo que al iniciarme en mi voluntariado buscaba ser útil, sentir que hacía algo por los demás, ayudar para consolarme de mis dificultades, llenar mi propio vacío. Pero, ¿y después del retiro? Empecé a caminar como el que va levantando la mirada al frente y deja de mirarse a sí mismo, mi vacío se llenaba con el amor de Dios, el valor de las obras que realizaba no era para satisfacerme, ya no sentía esa necesidad, comencé a actuar preguntándole a mi Señor, cómo quería que hiciera las cosas».

La experiencia está dando abundantes frutos de conversión en personas que hasta ahora frecuentaban poco la iglesia o se habían alejado de la práctica sacramental. Rosa Gullón relata así una experiencia fundante en su vida: «Tenía el Espíritu Santo dentro. Sentí que esto no me lo podía quedar para mí sola, que se lo tenía que contar a todo el mundo. De hecho, cuando tengo oportunidad, con mis padres, hermano, hijos, amigos, personas que se me ponen delante, tengo que decírselo».

Adrián Ríos, en la celebración pascual. Foto: Archidiócesis de Sevilla

Prácticamente todos abundan en esta dimensión misionera. «Para mí, la experiencia del retiro kerigmático y la comunidad han significado un nuevo Pentecostés», sostiene Mª Carmen Zambrana. «Una renovación de la llamada a llevar el Evangelio a quienes no han tenido oportunidad aún de recibir esta fuerza que impulsa a decir a los demás que el hombre viejo ha de dejar paso al hombre nuevo, que con esta fuerza del Espíritu nos sentimos cada vez más capaces de ser cristianos que “monten lío, que hagan ruido”, “ser una Iglesia en salida” y así llegar a más periferias sociales y también humanas, las más necesitadas y sedientas de escuchar su Palabra».

Anunciar a Dios desde las azoteas

La parroquia de San Juan Pablo II aún no ha vivido su primera misión popular, prevista para otoño de 2018, pero se ha lanzado de cabeza a la aventura de anunciar a Dios desde las azoteas, convencidos todos sus parroquianos de que no es cuestión de hacer pastoral de mantenimiento, sino de salir a las periferias del propio territorio parroquial a proclamar el gozo de la vida plena en el Resucitado, como sostiene María Álvarez: «A mí, el encuentro con Cristo me llenó de amor, un amor a mi medida que se detuvo en mis flaquezas y miserias para colmarlas de perdón y misericordia. Mi corazón late fuertemente cuando Él y yo hablamos a través de palabras, de silencios y de canciones. Le siento vivo, soy feliz y solo deseo dar a otros lo que Él me regala. Colocó un tesoro, una perla preciosa en mi corazón que no puedo guardarme para mí. Mi felicidad, mi alegría se completan al donarme al prójimo y compartir ese tesoro».

El celo apostólico está encendido en la primera comunidad surgida de los retiros kerigmáticos, ya con un año de andadura: «Es una locura pero yo tengo ganas de empezar a visitar a gente, salir a la calle y llevarlo a Él por bandera. Me da igual que me cierren la puerta en las narices. ¡Me iré contenta!», sostiene con la mayor naturalidad una de sus integrantes.

Todos suman

La nueva evangelización nos ayuda a canalizar nuestras fuerzas en lo que realmente hoy supone un desafío: la acogida, la escucha, el acompañamiento, el anuncio y la respuesta dada en libertad y no fruto de costumbres, aunque estas ayuden. Esto requiere nacer de nuevo, tomar conciencia de ser salvado por Jesucristo y dejar que Él lleve la iniciativa y abra a la novedad del Evangelio. Pero, una vez vivido el encuentro, la misión y el cambio de estructuras no se improvisan, se requiere planificación y capacitación, para anunciar y para acompañar, para acoger y para enviar.

A la experiencia probada del anuncio del kerigma, por movimientos de apostolado seglar como los Cursillos de Cristiandad o la Renovación Carismática, o el propio Camino Neocatecumenal, hay que añadir nuevas iniciativas como el Sistema Integral de Nueva Evangelización (SINE) los grupos Alfa o Emaús. Todo suma a la hora de propiciar el encuentro con Jesucristo. Del mismo modo es necesario valorar la experiencia en el acompañamiento y formación de grupos de vida que puede aportar la Acción Católica General, así como el itinerario de formación permanente para adultos, que supone todo un aprendizaje necesario para vivir la vocación laical en la Iglesia y para el mundo.

No se trata de hacer un batiburrillo con todo, como si la parroquia fuese una coctelera, sino de tomar conciencia de lo que significa ser comunidad de comunidades, lugar de encuentro para todos los carismas. Al mismo tiempo la propia parroquia debe ofrecer un espacio de primer anuncio y un itinerario de formación permanente, oración y vida compartida que ayude a cada cristiano a cuidar su ser, y no solo hacer dentro de la pastoral parroquial.

Adrián Ríos
Párroco de San Juan Pablo II