Cuando España salvó a Europa - Alfa y Omega

Cuando España salvó a Europa

Corría el 16 de julio de 1212 cuando las tropas de los cristianos españoles se adentraban por un paso franco de la sierra de Despeñaperros, en Jaén, con el fin de sortear la emboscada que les habían tendido las tropas almohades de Miramamolín. El objetivo de aquellos hombres, llegados desde los reinos de Navarra, Castilla y Aragón, de ciudades de León y hasta de algunos puntos de Portugal y Francia, era, en esencia, acabar con un enemigo que los superaba en número…, y salvar el pellejo en el intento. Sin embargo, aquella no iba a ser una contienda más, sino que su hazaña quedaría grabada en los anales de la Historia como esa en la que España forjó su unidad, y la que cerró la posibilidad al Islam de extenderse más allá de los Pirineos, o sea, de una Europa musulmana. Hoy, 800 años después, un silencio inexplicable rodea el aniversario de la batalla de Las Navas de Tolosa

José Antonio Méndez
Batalla de Las Navas de Tolosa, de Van Halen, expuesta en la sede del Senado, en Madrid.

Hasta hace no mucho, la batalla de las Navas de Tolosa, en la que las tropas cristianas de España vencieron sobre el ejército almohade, se enseñaba en los colegios y gozaba de gran predicamento entre los escolares, por dos motivos: uno, la importancia de la contienda para nuestra historia; y dos, su fecha fácil de memorizar. Ahora que se cumplen 800 años de aquel 16 de julio de 1212, el mundo político, cultural y mediático parece haber perdido la memoria de sus conocimientos escolares, y envuelven en el silencio una fecha imprescindible para comprender la historia de España y de Europa.

Pero, ¿por qué es tan importante esta batalla, si don Pelayo ya había iniciado la Reconquista cinco siglos antes, y hasta dos siglos después no se produjo la expulsión de los musulmanes? Para entenderlo, hay que ponerse en situación.

Una España en guerra

A finales del siglo XII, España está dividida en 6 reinos: Portugal, Castilla, Navarra, León, Aragón y al-Andalus, la pieza europea del imperio almohade, que controla el norte de África, desde lo que hoy es Marruecos hasta la actual Libia. 17 años antes de la de las Navas, en 1195, los almohades habían derrotado a Alfonso VIII de Castilla en la batalla de Alarcos, tras la cual conquistaron todas las fortalezas cristianas de la región, saquearon Extremadura y La Mancha, y llegaron casi hasta Toledo. Por si fuera poco, los reyes de León y de Navarra aprovecharon la debilidad castellana para atacar sus lindes, en una estrategia frecuente entre los reinos cristianos de agrandar sus fronteras con ataques a enclaves estratégicos.

Pero un hecho va a cambiar la visión hispánica de la guerra: en 1203, los almohades conquistan Baleares, hasta ese momento bajo dominio almorávide. Por primera vez, el imperio musulmán tiene la posibilidad de cercar Aragón y saltar los Pirineos. «Fue entonces cuando la Corona de Aragón entendió que la unidad siempre es mejor que la división, y comenzó a trabajar para salvar las diferencias entre los reinos cristianos», explica don Manuel González, de la Real Academia de la Historia.

Contra una Euopa musulmana

25 años después de que Saladino tomase Jerusalén, el Islam podía asediar Europa por el sur, «como en la primera conquista de España, cuando llegó hasta Poitiers. Nunca se había visto nada igual a la amenaza almohade, que controlaba el Mediterráneo, el oro del sur del Sahara y tenía una fuerza militar desconocida hasta ese momento». Ante tal enemigo, el Papa Inocencio III convoca una cruzada. Los reinos de Castilla, Aragón y Navarra unen sus fuerzas, con sus reyes y arzobispos al frente de las tropas. Portugal y León, enemistados con Alfonso VIII, no acuden a pie de campo, pero dejan que sus caballeros se sumen a la contienda. Los voluntarios llegan de todas las comarcas, y también las Órdenes militares que habían nacido para defender las fronteras contra el moro: Calatrava, Santiago y Alcántara. De Europa llegan miles de cruzados, pero casi todos se retiran antes de entrar en liza. Por fin, el 16 de julio de 1212, entre 20.000 y 70.000 cristianos -la cifra varía según las fuentes- se dirigen por el Muladar, hoy Despeñaperros, a enfrentarse contra las tropas del sultán Muhámmad al-Násir, Miramamolín (príncipe de los creyentes), reclutadas en al-Andalus y África, que doblan en número a los cristianos, están mejor situadas para atacar, y aguardan emboscadas en el desfiladero.

Un pastor misterioso

Antes de que los cristianos entren en Despeñaperros, un misterioso pastor guía a las huestes de Alfonso VIII de Castilla, de Pedro II de Aragón y de Sancho VII de Navarra, por un paso franco, el único sin guarnición mora, y permite a los cristianos atacar por sorpresa y en campo abierto. La batalla dura todo el día. Aunque los musulmanes los superan en número, los cristianos logran realizar el ataque más adecuado a sus mejores estrategias militares. Los muertos se cuentan por miles. Con la caída de la tarde, Miramamolín huye derrotado y el Islam pierde su ocasión de invadir Europa. «Puede decirse —explica González— que la unidad de los reinos cristianos hispánicos salvó a Europa de una invasión musulmana, que habría sido casi imposible de evitar si hubiesen sido derrotados como en Alarcos. La reconquista duró 300 años más porque se necesitaba paciencia y tiempo para ganar territorios y repoblarlos, pero la victoria en las Navas hizo que se pudiese llevar a término». Quizá por eso, porque la España cristiana y unida nació un 16 de julio de 1212 en Las Navas de Tolosa, hoy, algunos han perdido la memoria…

La fe que va más allá de la leyenda

«Las Navas y Covadonga son las batallas medievales hispánicas que han producido mayor cantidad y calidad de propaganda y leyenda». Así lo explica don Miguel Ángel Ladero, de la Real Academia de la Historia, en un artículo que puede leerse en el último número de la publicación Nueva Revista. Ladero enumera algunos ejemplos, como «la narración de cómo un caballero llamado Reinoso vio y mostró al rey la cruz que habría aparecido en el aire antes de comenzar la lucha» (como el que vio Constantino contra los bárbaros); «el origen del linaje de Cabeza de Vaca en el vaquero Martín Alhaja, que habría guiado a Alfonso VIII y los suyos por el paso que los condujo al campo de batalla», e incluso la identificación de éste «con un inverosímil san Isidro». De hecho, los cristianos vieron, desde muy pronto, la figura del ángel custodio de España en ese misterioso pastor. Apoyados en la realidad de una fe verosímil sobre la que se construye la leyenda, Ladero apunta que «las Navas sirvió para probar ante otros poderes y reinos de Europa que la cruzada era eficaz en la Península», y que, en España, «sus gentes valerosas habían restaurado el poder político y el culto cristiano, al margen de la autoridad imperial (romano-germánica), e incluso de la pontificia, con hechos decisivos, no mediante los regateos y proclamas verbales de otras contiendas europeas».

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