La alondra seguirá cantando - Alfa y Omega

La alondra seguirá cantando

El próximo mes de julio se cumplirán los veinticinco años de la muerte de José María Pemán. Cabría hablar de la conmemoración de las Bodas de Plata de su ausencia terrenal. Pero sólo podremos decir que vamos a celebrar sus Bodas de santidad, porque en la trascendencia no hay cronología posible

Colaborador

Pemán fue un cristiano enamorado de Dios, y Dios, según unánime convicción de toda la teología, es consustancialmente Amor. En la Oda a la Eucaristía, comenzaba su oración poética con esa misma afirmación teológica: «En la nada sin nombre,/ cuando nada existía/ como el temblor posible de un venidero día/ existía el Amor./ ¿Por qué quiso el Señor,/ que todo lo tenía,/ buscar la compañía/ de este hermano menor?…».

En la España actual, y, desde hace muchos años, como si fuera una obligación política impuesta o recomendada por la lograda Transición, la obra de Pemán ha ido cayendo en un olvido maliciosamente programado. El panorama literario ha conseguido hacer escandaloso, por improcedente o por políticamente incorrecto, el recuerdo del poeta gaditano. Español, monárquico, católico, practicante, apóstol de la pluma, padre de familia ejemplar, Director de la Real Academia Española y, finalmente, por renuncia personalísima y sacrificada, nada más y nada menos que académico de número; político influyente para el entendimiento, su nombre ha venido decayendo en las páginas de las antologías poéticas hasta llegar, en algunas, a su total desaparición.

No es un olvido más o menos excusable, sino un propósito pertinaz de condenar al olvido a un español que, adornado por un preclaro talento literario, indiscutible para cualquier solvente imparcialidad, y enriquecido por un prestigio nacional al más alto nivel, ha caído en la ofensiva de aquellos contrarios a sus ideas, sentimientos y conductas.

«Pídele tú a la alondra que no cante/ cuando dora sus plumas la mañana», dice Pemán en una de sus obras. Es petición condenada al fracaso: la alondra cantará siempre que salga el sol. También fracasará el intento de silenciar el canto de un poeta que puso su enorme talento al servicio de ideales a los que, ni se puede renunciar, ni pueden desaparecer.

Dios, apostolado y España

Su fe en Dios, su caridad para el apostolado cristiano, su esperanza en el progreso espiritual y material de su amada España, son tres virtudes fundamentales que en Pemán se revistieron de ropajes poéticos, que no pueden caer en el olvido.

Esperamos con fe, y también con caridad para quienes se opongan, que José María Pemán vuelva a tener el grado de estimación académica y popular que supo conquistar con su talento y con sus virtudes de católico ejemplar, y de español enamorado de su patria.

Lo más triste es que la causa de esta relegación al olvido no es tanto política -que también- como religiosa. Pemán fue propagandista católico, porque, en su obra toda, la ortodoxia católica está presente en el manjar de su exquisita producción. El mandato evangélico de la predicación por el mundo entero se convierte, en Pemán, en permanente poesía.

Nunca es más fecundo el hombre como cuando proyecta su personalidad hacia el intento de encontrar al prójimo, para enriquecerlo con el mandamiento del amor. El prójimo a quien hay que amar es la Humanidad entera, y hasta el universo todo, porque también las cosas deben ser amadas, usándolas según su naturaleza y destino. En la Oda a la Eucaristía dice: «Toda cosa creada/ se inauguró divina/ por el poder inmenso de tu voz./ El racimo y la harina/ ya eran divinos antes de ser Dios».

Ese mismo espíritu apostólico -de católico y de patriota- se encuentra con profusión en la obra de Pemán. Como muestra, en el final de su Oda a la Eucaristía, dice: «Que sólo así, alentando mis alientos,/ fortalecido por el polvo vano,/ prolongado de siete sacramentos/ tendré la gigantesca estatura del cristiano,/ y vendrán de la rosa de los vientos/ a comer las palomas en mi mano».

Maestro y amigo: te felicitamos en el veinticinco aniversario terrenal de tus Bodas de santidad.

José María Sánchez-Ventura y Pascual

Apostolado literario

Pemán fue el primer secretario, y, por tanto, cofundador, del centro de los Propagandistas en su amada Cádiz, su señorita del mar. Y asombra repasar la ingente cantidad de literatura que Pemán dedicó a un hermoso apostolado, que sólo quien posea su talento literario puede realizar con el éxito que él consiguió. Ningún apóstol de la predicación predicó tanto y tan hermosamente. A la luz del misterio; Las flores del bien. De la vida sencilla y otras obras poéticas; La Pasión según Pemán; La Navidad de Pemán… Sería curioso imaginar la cantidad de almas que logró conquistar para la fe con la sonora sinceridad apostólica de sus versos, o con la apologética precisión de su doctrina.

Sólo su famoso drama sobre El divino impaciente, Francisco de Javier, lo habrán memorizado millones de hablantes de la lengua española. En mi Zaragoza natal, todos los colegios de Segunda Enseñanza repetían infantilmente los versos de Ignacio de Loyola, de Pedro Fabro o de Francisco Javier.