Poderoso caballero… para el bien y para el mal - Alfa y Omega

Poderoso caballero… para el bien y para el mal

La Iglesia tiene un deber de ejemplaridad ineludible en la administración de su patrimonio financiero

Alfa y Omega

Los españoles tienen una bien merecida fama de responder con generosidad ante situaciones de crisis o de emergencia. Falta, en cambio, la conciencia cívica de otros países de Europa, donde la ciudadanía es mucho más consciente de la importancia de sus hábitos de consumo y otros comportamientos cotidianos. Pagar o no impuestos o elegir comprar productos locales en pequeños comercios de barrio son decisiones con consecuencias que repercuten en los demás y en el entorno.

Pero también en España empieza a extenderse esa forma de solidaridad más racional que emotiva. Buen ejemplo es el espectacular avance en los últimos años de la banca ética y de los llamados fondos de Inversión Socialmente Responsable (ISR). La crisis de 2008 ha generado una ciudadanía con mucha mayor capacidad y voluntad de exigir que quienes administran sus ahorros cumplan unos códigos de conducta. Es una ciudadanía que ha aprendido que su dinero depositado en una cuenta o en un fondo de inversión sirve para que un tercero fabrique armas y especule con los alimentos o con la vivienda, o bien para financiar la creación de un tejido productivo que sea social, ambiental y económicamente responsable, el único modelo de crecimiento que, a la larga, genera riqueza para toda la comunidad.

En la Iglesia se ha vivido estos años un proceso análogo, con la Conferencia Episcopal Española como alumna particularmente aplicada. Benedicto XVI fijó una línea de transparencia y buenas prácticas económicas que ha continuado con decisión el Papa Francisco. Por si no había quedado claro, el juicio estos días por malversación de fondos a los antiguos responsables del hospital Bambino Gesù de Roma demuestra que la cosa va en serio, y supone un importante reconocimiento público del deber de administrar bien el dinero confiado por los fieles. No se trata solo de prevenir prácticas indebidas (generalmente provocadas más por desconocimiento que por la intencionalidad de sacar algún provecho). La Iglesia tiene un deber de ejemplaridad ineludible en la administración de su patrimonio financiero, y eso incluye vigilar que cada euro que administra está realmente puesto al servicio de la misión del anuncio del Reino.