Sor Milagros, monja y matrona en Camerún - Alfa y Omega

Sor Milagros, monja y matrona en Camerún

Sor Milagros Mateos López tiene 78 años y es natural del Rincón de Beniscornia, una pedanía de Murcia. Es hija de la Caridad y misionera en Camerún, a donde se fue hace 37 años. Cada tres, vuelve a su tierra para pedir ayuda a instituciones y regresar a África con las fuerzas renovadas. Su testimonio nos traslada hasta la cálida tierra camerunesa y nos sumerge en el espíritu de servicio a los que menos tienen

María de León Guerrero
Foto: Diócesis de Cartagena

¿Cuál es su misión principal?
El servicio. Vamos siempre con un objetivo y nos preparamos para ello. Yo enfoqué mi misión a la sanidad. Me hice matrona para ser más útil al pueblo africano. Sabía que en eso iba a ser necesaria, me preparé en ese terreno y estuve 25 años en una maternidad y allí vinieron al mundo todos los niños que Dios quiso. Allí tuvimos una acción muy importante como Iglesia, porque nos integramos en el movimiento provida y dimos formación en la universidad, sobre la vida y el amor. Para mí lo más bonito es que he ayudado, con la gracia de Dios, a dar hijos al mundo.

Y ahora se ha jubilado… ¿sigue en cuestiones relacionadas con la salud?
He dedicado mi vida a la sanidad sobre todo, pero ahora, en mi jubilación, estoy en un centro de jóvenes agricultores. Nuestro fundador, San Vicente de Paul, dijo que las Hijas de la Caridad no teníamos jubilación y eso se ve cada día. Los jóvenes agricultores son maravillosos, tienen mucha inquietud de aprender, de superación y de promoción. A ellos les doy clases de ética cristiana enfocada a la sexualidad. Les motivo diciéndoles: «Tú has sido creado por Dios y Dios es sumamente inteligente, luego tú eres una persona inteligente»; y ellos se ponen orgullosos.

¿Cómo es su relación con ellos?
Aceptan a las religiosas, aceptan a las Hijas de la Caridad y aceptan el mensaje evangélico que les llevamos. Pero no todo es bueno. Lo más difícil que se vive allí es la convivencia con las tradiciones. Algunas son muy complicadas de comprender y no las hemos podido impedir y eso nos sobrepasa. Es lo más duro. Cuando te encuentras delante de una tradición, como por ejemplo que van a envenenar a una persona porque así lo dicen sus normas y tú no puedes hacer nada, porque la tradición para ellos es más fuerte que el Evangelio. Todo esto genera un dualismo, y eso es duro.

¿Qué hace el tiempo que está en Murcia?
Vengo cada tres años y estoy aquí tres meses. Voy a empresas a pedir comida; voy al delegado de Misiones a contarle cómo van las cosas; a Manos Unidas a pedirles ayuda; motivo a los amigos de Murcia, porque el apoyo moral también nos hace falta. La familia también se alegra de verme con esta ilusión y con esta vejez (ríe).

Cuando vamos a tierra de misión no vamos a hacer cosas, vamos para evangelizar. Tenemos que convencernos de que la persona que va a tierra de misión tiene que llevar a Dios, tiene que evangelizar, ya sea por la sanidad, la enseñanza, por el servicio… no importa cómo pero tenemos que hablar de Cristo y llevar la salvación que Él nos da.