Luz sobre el momento eclesial - Alfa y Omega

El cardenal secretario de Estado, Pietro Parolin, ha tenido un singular protagonismo en el verano eclesial; de hecho ha sido el intérprete autorizado del Papa en temas clave del debate público como las migraciones. En una verdadera lección magistral, pronunciada durante la clausura del Meeting de Rímini, reconoció la obligación de los poderes políticos de buscar soluciones para afrontar el desafío de una migración masiva e incontrolada, evitando desórdenes y desajustes sociales, pero advirtió con fuerza que no podemos olvidar (tampoco en el plano político-social) que quienes llegan a nuestras puertas, «son en este instante nuestros hermanos, y esta palabra traza una división neta entre quienes reconocen a Dios en los pobres y necesitados y quienes no lo reconocen».

Uno de los pasos más interesantes del discurso se refiere a la identidad cultural en un mundo globalizado, asunto que ha servido para que el cardenal dibuje una brillante línea de continuidad entre los últimos pontificados. Para la Iglesia es esencial la cuestión de cómo renovar las culturas históricas fecundadas por el cristianismo, sumidas hoy en una crisis profunda, pero también es esencial reafirmar el carácter universal, intrínseco al Evangelio. En esa perspectiva ha recordado la Evangelii nuntiandi de Pablo VI y la Redemptor hominis de Juan Pablo II. Por su parte, Benedicto XVI ha criticado la autosuficiencia de la razón occidental y ha propuesto «un alargamiento del concepto y del uso de la razón» que es indispensable para pensar adecuadamente los diversos elementos del cuadro social.

El último paso se refiere al reclamo de Francisco a vivir una Iglesia en salida: según el cardenal, a través de este movimiento de salida el corpus doctrinal de la Iglesia debe recobrar nueva vida en el marco del anuncio misionero. Esto no tiene nada que ver con un debilitamiento de la identidad cristiana, como sostienen las críticas que algunos dirigen al Papa, sino que representa su reafirmación radical. Las palabras de Parolín en Rímini proyectan luz sobre un momento eclesial en el que existen demasiado ruido y demasiados prejuicios. En línea con sus predecesores, Francisco invita a superar un esquema de autoconservación, quiere implicar a todo el pueblo de Dios en un proceso de conversión y reforma para que la Iglesia sea hoy el lugar de misericordia en que todos puedan sentirse acogidos y perdonados, llamados a vivir según la vida buena del Evangelio.