El payaso que hizo reír a Juan Pablo II - Alfa y Omega

El payaso que hizo reír a Juan Pablo II

¿Recuerdan al payaso Japo, aquel que logró con sus actuaciones que Juan Pablo II se riese «hasta el punto de casi caerse de la silla»? Es Diego Poole, español, del Opus Dei y profesor universitario de Filosofía del Derecho, que actuó, durante su época estudiantil, ante el futuro Beato, seis veces: «Espero que me siga sonriendo desde el cielo», dice

Cristina Sánchez Aguilar

«Que no se repita lo del año pasado, me dijo, con cara muy seria, uno de los jefes de la guardia suiza. Me quedé de piedra y le pregunté: ¿Qué sucedió el año pasado? Y entonces, sonriendo, me dijo: Que temíamos por la salud del Santo Padre, de tanto como se reía».

Esta anécdota la cuenta Diego Poole, también conocido como el payaso Japo, que actuó seis veces para Juan Pablo II, desde 1987 hasta 1993, durante su época universitaria, aunque esta afición ya le venía de lejos: «Desde pequeño hacía el payaso casi sin querer. Soy el número once de catorce hermanos, así que siempre tenía público. La primera actuación formal la hice con diez años, con mi hermano Pedro, que entonces tenía trece. Él hacía de mago y yo de payaso. De ahí en adelante, Pedro y yo seguimos actuando durante muchos años».

Al poco tiempo de comenzar en la Universidad, en 1987, unos amigos invitaron a Diego a un congreso universitario en Roma, que por iniciativa de san Josemaría Escrivá convoca todos los años a estudiantes del mundo entero. Al final, el Papa recibía en audiencia a todos los jóvenes participantes en el Congreso. «Justo el verano anterior a este encuentro, había estado en Polonia con otros estudiantes, ayudando en la construcción de una iglesia, y actué de payaso para los vecinos de esa parroquia -cuenta Diego-. Uno de los organizadores del encuentro universitario con el Papa sabía de esta actuación y pensó que podría hacer reír al Santo Padre». Lo consiguió: «Me han dicho que no hay imágenes filmadas de Juan Pablo II en las que se vea reírse de ese modo, hasta el punto de que una vez casi se cae de la silla. Diego ha colgado todo los videos en una página web de reciente creación, www.alegriadelpapa.net».

Se reía hasta de su sombra

Hay muchas anécdotas sobre el gran sentido del humor de Juan Pablo II. Recuerda Diego, en uno de los encuentros universitarios, que «unas chicas estaban cantando unas sevillanas cuyo estribillo decía: Quién fuera guardia suizo para estar con el Papa el día entero. Entonces, Juan Pablo II las interrumpió con cara de guasa y dijo: ¡Los guardias suizos son hombres, no mujeres!… Pero, bueno, podemos inventar otra nueva [para mujeres]». Otra anécdota que recuerda Diego fue cuando «el Papa acababa de publicar la Carta a los jóvenes, y, en broma, nos comentó: Dicen que es un poco larga. Se quedó un rato pensativo, y añadió: La verdad es que yo también creo que es demasiado larga. El Papa se reía hasta de su sombra».

Un santo triste es un triste santo

«Juan Pablo II es un santo, más humano que nadie, alegre y, sobre todo, muy sincero. Quizá por eso atraía tanto a los jóvenes», recuerda el payaso Japo, que le conoció muy de cerca: «Todos los años, justo después de estar con él, sólo quería rezar. Claramente era un hombre que te acercaba a Dios».

Diego ahora es profesor de Filosofía del Derecho de la Universidad Rey Juan Carlos, de Madrid: «¡Vaya contraste, pensaréis! Pues no. Porque la filosofía es lo más parecido al arte que hay en el pensamiento; te indica qué es lo bueno y lo bello, y si no sabes dónde está eso, ¿para qué sirve lo útil? Además, para dar bien una clase hay que hacer un poco de teatro, para que los alumnos se lo pasen bien». Con todo, Diego sigue haciendo el payaso, aunque sólo para sus sobrinos: «Creo que todos los cristianos tenemos que hacer un esfuerzo, yo el primero, para estar siempre de buen humor, porque, como decía santa Teresa, un santo triste es un triste santo. Al ateo, el paso de los años le deprime, porque le alejan de su momento ideal que fue la juventud; en cambio, el cristiano se alegra, porque cada día que pasa está más cerca de su momento ideal, que es la Eternidad».