Milagros en vida de Juan Pablo II - Alfa y Omega

Milagros en vida de Juan Pablo II

Mientras avanza la causa de beatificación de Juan Pablo II, de cuya muerte se cumple hoy el cuarto aniversario, ha caído un manto de silencio sobre los posibles milagros atribuidos a su intercesión. La discreción del proceso así lo exige. Pero van saliendo otros milagros realizados en vida, sin ningún valor en su proceso de canonización…

Jesús Colina. Roma

En vísperas del cuarto aniversario de la muerte de Juan Pablo II, varias personas han testimoniado milagros realizados en vida por él. Carecen de valor en el proceso de canonización, que exige que estos fenómenos, científicamente inexplicables, acaezcan tras la muerte.

Uno de los testimonios mas estremecedores es el del cardenal Francesco Marchisano, Presidente de la Oficina del Trabajo de la Sede Apostólica, antiguo arcipreste de la basílica de San Pedro del Vaticano. Conoció a Karol Wojtyla en 1962, y desde entonces se convirtió en su gran amigo italiano. Hace seis años -cuenta-, «me operaron de la carótida, pero después de la operación se me quedó paralizada la cuerda vocal derecha. No podía hablar». Un día, el cardenal fue a ver a Juan Pablo II, ya duramente probado por la enfermedad. «Cuando logré arrodillarme ante el Papa, me acarició durante un buen rato la garganta, me dijo que rezaría por mí y que continuara con el tratamiento». Inmediatamente, recuperó la voz, pero el cardenal Marchisano no considera esto un milagro, sino «un gesto de amor por un amigo». Y añade: «Recuerdo que le di un fuerte abrazo y después dos besos en las mejillas. Él me dijo: Gracias».

La oración venció

El arzobispo Agostino Marchetto, actual Secretario del Consejo Pontificio para la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes, a sus 67 años, considera que le debe la vida a la oración, en particular a la de Juan Pablo II. Cuando en los años noventa era nuncio apostólico en Bielorrusia, contrajo un tumor maligno, tras la explosión en la central nuclear de Chernobil. Juan Pablo II le ordenó que regresara a Italia para que pudiera ser atendido médicamente, pero los médicos le dieron un diagnóstico fatal: no había esperanza. «Fui sometido a un año de durísimos tratamientos. Pero la verdadera ayuda fue una cadena de oración: comenzaba con el Papa, pasaba por mi hermana religiosa, hasta mi madre». Hoy ha recogido esta experiencia en el libro El túnel de la esperanza.

Pero no son sólo cardenales y obispos quienes aseguran que experimentaron milagros gracias a Juan Pablo II. Un libro publicado esta semana recoge testimonios de artesanos, o propietarios de tiendas que trabajan junto al Vaticano, entre los que se encuentra el del relojero del Papa. Estos milagros en vida han sido recogidos por el periodista italiano Paolo Mosca, en La zapatilla del Papa y otras historias (Il ciabattino del Papa e altre storie, ed. San Paolo). Y si bien es verdad que no siempre han experimentado milagros, en todo caso, siempre recibieron una sonrisa o una caricia del fallecido Papa, al que hoy recuerdan con alguna lágrima.

El libro permite descubrir, por ejemplo, el caso de Antonio Arellano, conocido como el zapatero del Papa, un artesano peruano afincado en Roma, quien remendaba zapatos tanto a Juan Pablo II como al entonces cardenal Joseph Ratzinger. «En 2001, estando de vacaciones en Perú, mi mujer se cayó en coche de un puente, en el río de Trujillo. Se rompió la cadera, tuvo una hemorragia interna y estuvo durante muchos días en coma. Los médicos creían que moriría». Surgió así una cadena de oración entre los amigos cardenales del zapatero que llegó hasta lo más alto del Vaticano. «Y la oración venció», afirma. Su mujer hoy le ayuda en su taller, que se encuentra a dos pasos del Vaticano.

También testimonia un milagro Arturo Mari, quien fue el primer fotógrafo de los Papas durante 51 años, incluyendo todo el pontificado de Juan Pablo II. «Personalmente, sé que curó a mi cuñada Mercedes», ecuatoriana como su esposa. «Al observar las radiografías llegadas de Ecuador, los médicos italianos le dieron 15 días de vida. Tenemos que rezar, me dijo Wojtyla. Y me dio su pañuelo y su rosario para que lo mandara a Ecuador. Mercedes se puso el pañuelo en el pecho, y el rosario alrededor del cuello. Quince días, ya… Después de seis años sigue viva».