Un Papa viajero - Alfa y Omega

En el vuelo de regreso de uno de sus primeros viajes, el Papa Francisco confesó a los periodistas que a sus 77 años se notaba mayor y que, por lo tanto, haría pocos viajes internacionales. A todo el mundo le pareció normal, sobre todo viendo el modo en que derrochaba energía en programas intensísimos como los de Río de Janeiro, Tierra Santa o Corea. El ritmo era insostenible.

Y, sin embargo, Francisco acaba de realizar en Colombia su viaje internacional número 20, manteniendo exactamente el mismo ritmo que san Juan Pablo II, elegido Papa con solo 58 años.

¿Cómo se explica este derroche de actividad en un hombre de 80 años? ¿Cómo es posible que en cada viaje cubra una agenda que destrozaría a dos personas de 40 años?

En la visita a Colombia, el Papa ha incluido cada noche un encuentro con un grupo particular de personas en la nunciatura apostólica de Bogotá: grupos de protección de niños, de educación especial, de discapacitados, misioneros, familias de personas desaparecidas, familias que ayudan a otras familias…

Al final de cada jornada agotadora, al llegar a su residencia, en lugar de descansar Francisco recibía a más personas, como queriendo exprimir cada minuto en Colombia para consolar corazones necesitados y dar ánimos a personas que hacen el bien.

En estos momentos, el Papa tiene ya en su calendario viajes a Myanmar y Bangladés en noviembre. A Chile y Perú en enero de 2018. A Dublín en agosto de ese año para el Encuentro Mundial de las Familias y a Panamá en enero de 2019 para su tercera Jornada Mundial de la Juventud. Desea además cerrar fechas para los viajes a la India y a Sudán del Sur, retrasado por la guerra en ese país.

En el 2015, Francisco viajó a la República Centroafricana a pesar de que el país carecía de un Gobierno que controlase el territorio más allá de las sedes de los ministerios. Lo hizo para contribuir a la paz, lo mismo que ha viajado a Colombia para promover la reconciliación al cabo de 52 años de guerra que han causado más de un cuarto de millón de muertos.

Quienes conocen a Francisco saben que está gastando sus fuerzas al máximo sin preocuparse pues, cuando le falten, dará paso a otro Papa. Y que viaja movido por un poderoso impulso: el del misionero.