La Santa Cruz - Alfa y Omega

La Santa Cruz

Joaquín Martín Abad
Foto: Infomadrid

El 14 de septiembre se celebra la exaltación de la Santa Cruz, porque en ella Cristo Jesús fue exaltado sobre la tierra para atraer a todos hacia Él. Y el madero, instrumento truculento de ejecución, después de su resurrección es signo de nuestra salvación: la señal de la santa cruz.

Anteriormente a 1960, el 3 de mayo se conmemoraba también el hallazgo de la Santa Cruz por santa Helena en el año 326, durante la peregrinación que hizo a Tierra Santa antes de morir. La santa dejó un trozo en Jerusalén y envió otros dos a Constantinopla y a Roma.

San Cirilo de Jerusalén escribía en el 348 que «el lignum crucis se puede ver entre nosotros, y en otros lugares, pues muchos peregrinos, movidos por la fe, arrancaron un trozo, llenando con estos fragmentos casi todo el orbe». La peregrina Egeria en el 381 comentaba la fiesta de las Encenias en Jerusalén, por el día en que fue encontrada la cruz.

En Liébana y en Caravaca este año es jubilar por sus reliquias del lignum crucis. Y en Madrid también tenemos distintas partículas de la Santa Cruz.

En el Real Monasterio de la Encarnación hay un relicario de cruz latina y de taller madrileño del siglo XVII, de plata sobredorada, que contiene –en una teca con cristal– dos astillitas cruzadas de la Santa Cruz y, en otras partes del mismo relicario, otras reliquias de la pasión. Las regalaron al monasterio los reyes Felipe III y Margarita de Austria, y se dan a venerar cada Viernes Santo. En las Descalzas Reales hay un ostensorio, también del XVII, que muestra un lignum crucis guarnecido de oro por encargo del emperador Maximiliano II. Y en el Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial hay varias, una regalada en 1571 a Felipe II por san Francisco de Borja, con auténtica nota suya. También en la catedral de la Almudena se encuentra otra, legada por el canónigo Valentín Pacheco. En la parroquia de la Santa Cruz, bajo el baldaquino de bronce ante el altar mayor, un relicario de plata sobredorada contiene un pequeño trozo del lignum crucis que donaron en 1962 las Carmelitas del Cerro de los Ángeles, desgajado del que ellas poseen, para sustituir al que la parroquia tenía y desapareció en 1936. Y en la abadía de la Santa Cruz del Valle de los Caídos, otra reliquia fue regalada por san Juan XXIII en 1960 con ocasión de la dedicación de la basílica.