Detroit. Crónica de un conflicto que no cesa - Alfa y Omega

Detroit. Crónica de un conflicto que no cesa

Juan Orellana
Escena de 'Detroit'
El cantante Larry Reed (interpretado por Algee Smith) en un momento de la película. Foto: Annapurna Pictures

En el verano de 1967, en medio de unas revueltas raciales sin precedentes en la ciudad de Detroit, la Policía y la Guardia Nacional asaltaron el Motel Algiers con el saldo de tres jóvenes negros muertos a tiros, y otros muchos vejados y golpeados, incluidas dos chicas blancas. Siete años después de recibir los Óscar a mejor directora y película, y tras cinco sin estrenar nada, la directora Kathryn Bigelow vuelve a la pantalla con otro producto de alta intensidad política y reivindicativa, Detroit. Aquellos sucesos están relatados en un libro cuyos derechos no están a la venta, así que el guion de Mark Boal se ha tenido que armar a partir de testimonios, documentos, fotos, archivos policiales y las informaciones del periódico Detroit Free Press.

Sin duda, uno de los mayores logros de esta película es su brillante producción y su vibrante puesta en escena, que en algunos momentos nos hace creer que se trata de un documental y casi podemos olvidar que estamos ante una película de ficción. Por otra parte la película es de triste actualidad, con los rebrotes racistas que se han dado últimamente en algunos lugares de Estados Unidos. Sin embargo, algo más cuestionable es el tono tendencialmente maniqueo del filme, que aunque trata de matizar ciertos personajes, no deja de ser una película de contrastes bipolares, muy dialécticos, una película de blancos y negros, nunca mejor dicho, sin apenas grises. No queremos decir que no haya que subrayar la brutalidad de aquellos atropellos, sino que remarcar la barbarie en exceso puede acabar restando verosimilitud a los hechos narrados.

El guion de Boal opta por centrarse en unos pocos protagonistas reales de aquellos hechos: tres policías, encabezados por Krauss (Will Poulter), el cantante Larry Reed (Algee Smith) y su compañero Fred (Jacob Latimore), las jóvenes Julie y Karen, y Dismukes (John Boyega), un vigilante jurado negro, que es la figura más interesante del filme, y con el que es más fácil identificarse. De estos, Larry, Dismukes y Julie aún viven y han prestado su testimonio y colaboración en la producción de la cinta. A su vez, la estructura de Detroit, de excesivo metraje, consta de tres partes. Una primera es de contextualización, en la que a modo de rompecabezas, de tono documental, se nos ambienta en los conflictos raciales en la ciudad de Detroit en aquellos años, en los que población negra vivía recluida en barrios gueto en unas condiciones inaceptables. La segunda parte se centra en el asalto al motel, con un montaje angustioso y una cámara en mano muy verista. Por último, el tramo final, un poco precipitado, recrea parte de los juicios que se hicieron a los policías, y que suponen una prolongación de la agonía de la población negra de la ciudad.

En fin, una película interesante, probablemente necesaria, pero desinhibidamente militante y, por tanto, con poco margen para el espectador a la hora de sacar sus propias conclusiones. Sin duda estará en las quinielas de los Óscar de una academia mayoritariamente anti-Trump.

Detroit
Director:

Kathryn Bigelow

País:

Estados Unidos

Año:

2017

Género:

Drama

Público:

+12 años

Cartel de 'Detroit'