Buscadores de Dios - Alfa y Omega

Buscadores de Dios

La sed de infinito, común a creyentes y a agnósticos, pone al ser humano ante el espejo de su verdadera grandeza y dignidad

Alfa y Omega
Foto: A Raíña

«Volver a la fe» es el título de nuestro reportaje sobre un cura de La Coruña que ha creado un entorno en una pequeña finca donde cualquier persona que busca a Dios es bienvenida. Un espacio para la reflexión, para la oración, para una buena conversación con gente amiga en compañía de una comida al calor de una hoguera… La buena acogida de esta iniciativa es un indicador de una demanda latente en la sociedad, donde muchas más personas de las que uno pueda imaginar buscan a tientas, y si no dan el paso de «volver a la fe» es tal vez por el mal ejemplo y la incoherencia de los creyentes, o simplemente por falta de espacios y ocasiones en los que dar rienda suelta a esas inquietudes habitualmente reprimidas en una sociedad donde lo religioso suele ser visto con desdén.

Una palabra clave es creatividad. El paladar se educa de forma progresiva, también el religioso, que requiere un camino de aprendizaje hasta llegar a admirar la belleza de la liturgia. Pero sobre todo hacen falta grandes dosis de empatía. No funciona intentar responder a preguntas que el otro no se ha planteado. Ni menos aún la soberbia de quien mira a los demás por encima del hombro. Dialogar empieza por ponerse en los zapatos del otro para comprender sus razones y sus sentimientos.

Retratar un verdadero diálogo sobre la cuestión religiosa es lo que hace tan interesante Converso, el nuevo documental de David Arratibel. El autor, agnóstico, busca sinceramente comprender qué ha llevado a convertirse a los cuatro miembros de su familia, su madre, sus dos hermanas y su cuñado. Pero sobre todo el filme plasma ese momento sublime –sin imposturas ni efectos especiales– en el que una familia empieza a hablar con naturalidad de un asunto hasta ese momento tabú: la fe. Conmueven los relatos de conversión, pero no menos que la honrada búsqueda del agnóstico, aunque su proceso transcurra por otros derroteros. Lo decisivo es que emerge una verdadera comunicación, sin censuras. Y así queda expuesta esa sed de infinito que pone al ser humano ante el espejo de su verdadera grandeza y dignidad: la propia de un hijo de Dios.