El alma de Unamuno - Alfa y Omega

El alma de Unamuno

José Francisco Serrano Oceja

Tiempos para don Miguel. Hay que volver a don Miguel, quizá acompañando y acompasando su legado por el camino que va de la Clerecía a la Catedral Vieja de Salamanca, en ese ida y vuelta de la verdad a la vida. Hay que volver al don Miguel del vigor en la expresión temática. Hay que volver a mirar a los ojos a don Miguel, aquellos ojos con los que acompañó la lectura de Nicodemo el fariseo, en el Ateneo de Madrid, noviembre de 1899; ojos de fuego en un nuevo Getsemaní, lectura de El Cristo de Velázquez, también en el Ateneo, en 1914. «En los ojos de don Miguel de Unamuno brillaba una llama persistente, que era un reflejo vívido de su espíritu ardoroso y apasionado. Hablaba con voz incisiva», recuerda un testigo.

Tiempos, los nuestros, en los que parece que se oponen verdad y vida, la verdad es vida y la vida es verdad, o aquel «la fe es la que nos da la vida, por la fe vivimos, nos da el sentido de la vida».

«Mi religión –decía don Miguel– es buscar la verdad en la vida y la vida en la verdad, aun a sabiendas de que no he de encontrarlas mientas viva», escrito en 1907. Creer es crear. Todo muy unamuniano. Y quienes se debaten ahora entre verdad y vida, en la Historia, en la historia de España, en la historia de la Iglesia, ¿ojalá se hiciera de forma unamuniana? Volvamos, pues, a acompañar al Rector en sus paseos por la geografía del alma. «Me he acostumbrado a sacar esperanza de la desesperación misma». Sí, también esta frase es suya.

Como muy bien señala el autor de esta antología, ya en vida de don Miguel, uno de sus amigos, José Bergamín, le comentó, el 7 de marzo de 1928, el «propósito que tengo hace tiempo de hacer un libro-antología de usted». Fue don Olegario González de Cardedal quien, en sus Cuatro poetas desde la otra ladera, escribió que «alguien debería analizar el problema religioso en Unamuno desde la perspectiva de su actitud orante y de las oraciones concretas que encontramos en todas sus obras, incluyendo, desde las jaculatorias clásicas, hasta las oraciones que él crea». Pues hete aquí que el carmelita padre José Vicente Rodríguez (autor del recordado libro publicado por la BAC Miguel de Unamuno. Proa al infinito), con una fina sensibilidad en la que se palpa la piel de san Juan de la Cruz, nos ofrece una antología magna de don Miguel de Unamuno. Una antología que, una vez cumplida la referencia autobiográfica, se adentra en la letra y el espíritu de Unamuno, en su religiosidad, en su dimensión profética, mística, apostólica, mariana. Sí, adjetivos que habría que glosar y contextualizar, pero que están en la raíz de quien tenía un corazón líquido. Pongamos por caso. Quien, aún hoy, se pregunte por la religiosidad de don Miguel de Unamuno, le recomiendo que pase horas con este libro, haga silencio al término de algunas de sus páginas, y, después, en último lugar, se haga la pregunta. Una vez que ya, seguro, ha tenido la respuesta. ¿Para qué? Para entender a don Miguel de Unamuno y a nuestro tiempo. «¡Dios surge y sopla!»…

Miguel de Unamuno. Profeta y apóstol
Autor:

José Vicente Rodríguez

Editorial:

San Pablo