Ame más a Dios, señor Maduro, y Venezuela va a ser otra - Alfa y Omega

No hay dolor mayor para una madre, para un padre, que el tener que enterrar, dar sepultura a un hijo. No está en el orden natural de las cosas. Lo normal es que los hijos entierren a los padres.

Hubo una Madre, que pasó por ese dolor. Fue ella la Madre por excelencia. Es, lo sigue siendo, la Madre por excelencia. En lo alto del Calvario, María Santísima de pie, contempló, analizó, experimentó la Pasión y muerte de su Hijo. Víctima inocente, víctima del odio y del rechazo, Jesús ya cadáver, en el regazo de Su Madre Santísima, era la imagen del dolor más atroz. Y María se mantenía en pie: «Stabat Mater dolorosa iuxta crucem lacrimosa, dum pendebat filius», dice la preciosa secuencia medieval del siglo XIII.

Me vienen a la mente estas ideas, después de oír, a través de un video subido a Youtube, las palabras de una madre. De una madre que tal vez sólo en María puede encontrar paz y resignación, ante la muerte inesperada e injusta de su hijo. Me he quedado impresionado. No entro en las consideraciones políticas o en las consecuencias que se pueden sacar del asesinato en la ciudad de San Cristóbal, provincia del Táchira, en Venezuela, del joven, del chico, del chaval de catorce años Kluivert Ferney Roa Núñez.

Me limitaré a transcribir las palabras de esa madre comentando la muerte de su hijo. Saque el lector las conclusiones y rece. Rece por el eterno descanso de ese chaval, por sus padres y por ese país. Hay situaciones en las cuales sólo del cielo se pueden esperar salidas.

Llorando doña Ilvia Nuñez Sepúlveda así se expresaba:

«¡Solamente lo que tiene que reinar es el amor de Dios, señor! Por lo que más quiera, señor Presidente, usted es padre. Mi hijo tan sólo tenía catorce años y pasaba por ahí… Yo se lo pido de todo corazón; Venezuela es una Venezuela de amor, una Venezuela de paz y, hoy por hoy, nos estamos matando, se mata a inocentes. Yo hablo por todas esas mujeres que no les dieron la oportunidad, porque sus hijos se los esconden, creyendo que es el hampa, y no, ¡son policías, señores! Como fue con mi hijo».

«Y le pido a Dios de todo corazón, señor Presidente, ame más a Dios y se va dar a cuenta que Venezuela va ser otra».

Son palabras pronunciadas por una madre desconsolada, en medio de lagrimas, comentando la muerte de su hijo. «Ame más a Dios»… Ése es el pedido, el grito de una madre desolada. No habla de otra cosa. Ni siquiera pide o exige justicia, que sería legítimo. No. Lo que pide, implora, exige, es: Ame más a Dios y se va dar cuenta que Venezuela va ser otra.

Qué lección. Qué tremenda lección. Sobran las palabras. Realmente lo que hace falta en nuestro mundo es el amor a Dios.

Sólo nos resta rezar y analizar. Analizar y reflexionar…, aunque sea políticamente incorrecto.

Carlos Hernando Robles