«Estamos para salvar almas» - Alfa y Omega

«Estamos para salvar almas»

De día y de noche, los educadores de la Fundación católica ANAK-Tulay ng Kabataan recorren cada rincón de Manila para atender a los niños de la calle. «Es maravilloso el contraste entre lo dramático de sus vidas y lo que hace Dios con ellos», explica Javier Pascual, que ha puesto en marcha la Fundación en nuestro país para ayudar… y evangelizar

María Martínez López
Nuestra Señora de los Niños de la Calle

La Fundación ANAK-Tulay ng Kabataan (Puente para los niños), de Manila, se ha dado a conocer por el viaje a Filipinas del Papa Francisco, que visitó uno de sus centros para niños de la calle y se conmovió por su testimonio. Allí estaba también un joven madrileño, Javier Pascual. Llegó al centro hace año y medio a través de Fidesco, una entidad católica francesa que envía voluntarios a misiones de todo el mundo para estancias largas. «Me lo planteé como un tiempo para descubrir qué quería Dios de mí. Y, ahora, Dios me pide estar en España». Para sostener económicamente desde aquí la obra de esta entidad, acaba de poner en marcha en nuestro país una Fundación con el mismo nombre (www.anak-tnk.org/es/anak-en-espagne).

El padre Matthieu Dauchez

En Manila, ANAK-TnK es diocesana, y la mayor entidad para la atención de los niños de la calle en la ciudad. Sus educadores recorren todos los días la capital curándolos, haciéndoles un seguimiento, intentando reconciliarlos con sus padres o, si no es posible, invitándolos a alguno de sus centros. Los niños que están en condiciones de hacerlo están un tiempo en un centro de acogida, y, si hay suerte, pasan a una residencia donde llevan una vida normal. La Fundación también atiende a las familias que sobreviven en los suburbios y los basureros, y a niños discapacitados.

El alma de este proyecto es el sacerdote francés, incardinado en Manila, Matthieu Dauchez. «No se reserva nada para sí, dedica toda su vida a los niños –explica Javier–. Pero al mismo tiempo hace mucha oración, porque sabe que su misión la tiene que llevar Jesucristo». También por eso, cada semana organiza tres Adoraciones eucarísticas en los centros, para que todos los niños puedan participar en alguna; y, una vez al mes, en los basureros. «Los educadores realizan su función, pero Él hace lo que ninguno puede: curar el corazón, que los niños puedan llegar a contarle todo lo que llevan dentro». El 90 % de los chicos ha consumido drogas, y un porcentaje similar –chicos y chicas– se ha prostituido. Han vivido situaciones de violencia. Pero, más al fondo, están las profundas heridas del abandono de sus padres, y de los abusos que muchos han sufrido en su propio entorno.

Javier Pascual, en Manila

Hazlo por mí

No todo está ganado una vez en el centro. «Lo más difícil no es traerlos, sino que no se escapen –explica Javier–. Luchan, como nosotros, con un concepto falso de libertad: prefieren la calle porque pueden hacer lo que quieran, y en el centro dependen de otros. Las razones que les das para que vuelvan no los convencen».

Cambian sólo cuando entienden que les ofreces algo más grande: amor. Cuando Javier volvió a Manila en enero para la visita del Papa, descubrió con pena que una chica de 20 años que conocía se había escapado. «Volvió unos días después, pero no sabía si quedarse. Le dije lo mismo que le dijo el padre Matthieu a otro niño huido: No vengas por ti, hazlo por mí. En ambos casos, se quedaron». De hecho, ahora la chica se está planteando convertirse en educadora, como hacen bastantes de los niños que salen adelante.

«Es maravilloso el contraste entre lo dramático de sus vidas y lo que hace Dios con ellos. Estos niños se enfrentan a decisiones mucho más difíciles que nosotros, por ejemplo a la hora de perdonar. Son historias de superación, de perdón y de alegría. Con nuestros parámetros, es difícil de entender que diga: Soy feliz alguien de los basureros, o un niño discapacitado, abandonado y a punto de morir. Se abandonan, confían en Dios, y eso les da esa felicidad. Ser partícipe de esto te ayuda a entender un poco el Evangelio, y a decir: De esto va la cosa».

Con la Fundación en España, su objetivo no es sólo dar a conocer esta labor y poder enviar dinero. También espera llegar a la gente para que «pueda cambiar el corazón, meterse en el misterio que estos niños viven, y conocer esa alegría profunda. Un sacerdote nos dijo: No estáis aquí para sacar a los niños de la calle. Estáis aquí para salvar almas. Es una visión más profunda, de evangelización, y no está solamente en Manila».

En la escuela de los niños de Manila

«Está de moda hablar de los pobres, pero no dejarles hablar». Lo lamenta el padre Matthieu Dauchez, parafraseando a la Beata Teresa de Calcuta, en Mendigos de amor. En la escuela de los niños de Manila. En este libro, publicado en Ediciones Encuentro, no pretende hablar de su Fundación; ni siquiera contar las historias, dramáticas, de los niños a los que atiende. Quiere «arrojar cierta luz sobre lo que los más pobres de entre los pobres aportan a nuestro mundo». Los testimonios que comparte tienen más fuerza por el amor, la confianza y el perdón que transmiten, que por su dureza. El autor los conoce al dedillo, y ha rezado mucho por y desde ellos. Se nota en que se entrelazan de forma natural con fragmentos de la Escritura y de autores cristianos. El resultado es una serie de reflexiones que piden ser llevadas a la oración, para mirarnos en el espejo de los niños de Manila. Coincidiendo con la puesta en marcha de la Fundación ANAK-TnK en España, Mendigos de amor se presenta esta tarde, a las 19.30 horas, en la Universidad Pontificia Comillas. Entre otros, estarán presentes su Presidente aquí, Javier Pascual, y el colaborador de Alfa y Omega Javier Alonso.