El venerable que estuvo a punto de ser mártir - Alfa y Omega

El venerable que estuvo a punto de ser mártir

Magín Morera ha sido declarado venerable por el Papa. Fue el séptimo superior general de los Hijos de la Sagrada Familia. Al terminar su mandato, en vez de un destino tranquilo, abandonó Barcelona para sacar adelante en Madrid la parroquia de Jesús de Nazaret. Durante la persecución religiosa, se libró del martirio en Manresa en el último momento

José Calderero de Aldecoa
Cándido Fernández (izq.), párroco de Jesús de Nazaret, y Anastasio Carrero (dcha.), feligrés, junto a la imagen (sin actualizar) del ya venerable Magín Morera situada en la puerta principal de la parroquia del barrio de Hortaleza. Foto: José Calderero de Aldecoa

Cuando el Papa Francisco declaró venerable al padre Magín Morera y Feixas –el pasado 9 de octubre– muchos lo celebraron en Cataluña. Oriundo de Sant Mateu de Bages (Barcelona), Morera hizo sus votos en la Congregación de los Hijos de la Sagrada Familia –fundada también en Cataluña–. Pero el júbilo se vivió igualmente en la madrileña parroquia de Jesús de Nazaret, situada en pleno barrio de Hortaleza y fundada en 1970 por el padre Magín.

El religioso acababa de terminar su segundo sexenio consecutivo como superior general de la Congregación de los Hijos de la Sagrada Familia, fundada en 1864 por el santo catalán José de Manyanet –conocido como el apóstol de la sagrada familia y beatificado y canonizado por san Juan Pablo II–. Corría el año 1969 y «según las constituciones de la orden, el superior general, al dejar de serlo, no puede elegir el cargo, pero sí el lugar donde seguir trabajando sin la exigencia de dirigir la congregación», explica a Alfa y Omega Cándido Fernández, actual párroco de Jesús de Nazaret. Paralelamente, «se estaba hablando de la posibilidad de fundar una parroquia en Madrid. Desde el primer momento, en vez de buscarse un destino más tranquilo, el padre Magín se mostró dispuesto a venir aquí y sacar adelante el templo», asegura Fernández, que conoció en vida al ahora venerable y que fue una de las personas entrevistadas por la Congregación para las Causas de los Santos en el proceso de canonización de Magín Morera.

De esta forma, el sacerdote recaló en Madrid en 1970. La actividad de la parroquia comenzó ese año en un barracón que «antes había sido el almacén donde guardábamos todos los materiales con los que estábamos construyendo el barrio», asegura Anastasio Carrero, laico de 80 años, que trabajó codo con codo con el religioso catalán en la construcción de la parroquia y que también fue entrevistado en el proceso de canonización.

El padre Magín permaneció en la parroquia poco menos de cinco años –en 1975 volvió a ser nombrado superior general de la congregación y tuvo que abandonar Madrid–. Pero su corta estancia en la capital está plagada de numerosos detalles. «Te contaría 50.000 porque era una persona que no tenía nada suyo. Lo daba todo, y lo daba con tanto cariño, con tanto amor, que era un gusto trabajar con él», asegura Carrero. «Un día vino a darme unas instrucciones de trabajo y me di cuenta de que llevaba sus antiguos y gastados zapatos. “Pero padre, ¿qué hace con esos zapatos todos rotos, si le acabamos de regalar unos nuevos?”, le dije. “Ay, hijo, si es que ha venido a pedir unos zapatos una persona necesitada y se los he regalado”, me contestó».

El padre Magín lo daba todo, incluso lo que no era suyo. «Otro día vino una señora a rezar ante el Santísimo. Venía de la compra y dejó las bolsas en la puerta del templo para no entrar con ellas al interior. Apareció poco después por el lugar el religioso catalán, y un mendigo le salió al encuentro para pedirle algo de comer. En ese instante, Magín vio las bolsas de la comida en la puerta y se las dio al pobre. Poco después, salió la señora de rezar y le preguntó al párroco: “Padre, yo he dejado dos bolsas de la compra en la puerta, ¿las ha visto usted?” “Ay, hija, pues ha venido un mendigo y se las he dado porque me ha dado tanta pena verle. Lo siento, vuelve a comprar ”, recuerda este laico extremeño.

Pero Magín Morera y Feixas, sobre todo, trabajó incansablemente en Madrid por el carisma de la congregación, dedicada a la atención a las familias. «Acogía a todas las familias sin excepción. Queríamos que nosotros mismos, los miembros de la parroquia, permaneciéramos unidos y formáramos todos una sola familia», asegura Carrero.

Compañero de los mártires de la Sagrada Familia

El padre Magín terminó muriendo en Barcelona en 1984, a los 75 años de edad, «víctima de un tumor que soportó con paciencia», explican desde la congregación. Sin embargo, el ahora venerable estuvo apunto de convertirse en mártir durante la persecución religiosa vivida en España durante la guerra civil. «Al estallar la persecución, el superior general de entonces decidió que los religiosos que se encontraban en Cataluña se dispersaran y lograran sobrevivir cada uno por su cuenta para que no hallaran la muerte todos juntos», explica Cándido Fernández. «Morera se refugió en Manresa junto a Pedro Ruiz Ortega. Allí se afiliaron a la CNT para pasar desapercibidos, gracias a lo cual pudieron abrir una pequeña escuela privada» en la que ofrecían instrucción católica a los jóvenes y vivían en comunidad. «La estratagema les duró algún tiempo hasta que fueron denunciados y tuvieron que huir a Francia a través de los Pirineos». Magín logró su objetivo de salir del país, no así Pedro Ruiz, que es uno de los 20 mártires hijos de la Sagrada Familia que fueron asesinados por odio a la fe durante la persecución religiosa y que fueron beatificados en Tarragona el 13 de octubre de 2013.