Los cachorros de la mafia - Alfa y Omega

Los cachorros de la mafia

Maica Rivera

El escritor y periodista de investigación Roberto Saviano vuelve a la carga. Desde que le conocemos, no hemos podido olvidar su drama personal asociado al éxito que obtuvo en 2006 con el best seller internacional Gomorra, una denuncia de la mafia napolitana que le condenó a la escolta permanente. Ahora se centra en la educación criminal de la camorra. Arranca con un desagradabilísimo episodio escatológico de violencia entre menores por algo tan banal como los celos a causa de un like en el Facebook a la novia de uno de ellos –tarjeta de presentación de un salvajismo contemporáneo trasladable al parecer a muchas periferias–, la historia de la pandilla liderada por Nicolás Fiorillo, alias el Marajá.

Asistimos a la degeneración de estos diez adolescentes, provenientes de familias normales, que más allá de obsesionarse con la ropa de marca, desean, a toda costa y sin demora, lujos efímeros y la más cuestionable de las famas. Para lograrlo no dudan en acercarse a la flor y nata de la aristocracia camorrista. Aspiran a hacerse con una parte del tráfico de drogas y extorsión, y se alían con un viejo jefe del clan. Del enfrentamiento de nariz contra nariz, del cabezazo contra el tabique nasal en la plazoleta, y de vender chocolate en un círculo cercano, pasan a mayores. Quieren catapultarse definitivamente, el inicio verdadero de su ascenso en la escala del crimen, resumido en un tatuaje: Get rich or die trying (Hazte rico o muere en el intento). Y a un par de frases: «Trabajar es de esclavos. En tres horas de curro ganamos lo que mi padre en un mes». Los malogrados eligen la educación en El príncipe de Maquiavelo.

Lo que más descoloca es su absoluta falta de empatía con cualquier víctima o daños colaterales, como la propia familia. Padres que intuyen la desgracia a sus espaldas y tratan de reorientar a los hijos a la vida honrada y el estudio. Hermanos abocados a repetir patrones o a sufrir venganzas. También resulta chocante la falta de remordimiento o apenas vacilación ante las atrocidades que llegan a cometer, como utilizar a un grupo de inmigrantes de diana para probar sus nuevas armas.

Saviano insiste en que da testimonio de un problema social real, y que incluso se queda corto al narrarlo, en un relato donde prolifera lo kitsch como prolongación estética de la sordidez, «la abundancia como hermana del bien» es la filosofía representativa de la corrupción de valores. Al final, la banda toca fondo en la perversión con el sacrilegio, una ridícula parafernalia doméstica en torno a lo que llaman un hermanamiento de sangre. Ante una Biblia sustraída del cajón de la madre, Nicolás el Marajá se viste como Arno de los videojuegos de Assassin’s Creed para ejecutar una suerte de ritual nefando con pan y vino: «Si tú traicionas, este pan se convertirá en plomo. Y este vino se convertirá en veneno». Después, colocan un cirio grande al cuadro de la Virgen de la iglesia de Santa María Egipcíaca en Forcella donde fueron bautizados. No les chirría nada, apenas les queda pudor para avergonzarse por el lenguaje soez ante la sagrada imagen. No hay esperanza de cordura ni salvación, todo es ya trágica impostura.

La banda de los niños
Autor:

Roberto Saviano

Editorial:

Anagrama