No es verdad 318 - Alfa y Omega

Durante el verano que llega ya a su recta final han sido muchas y de muy diverso calibre las cosas escritas, escuchadas en la radio o en la televisión, o leídas en la Red, que no han sido verdad, que no son verdad. En todos los ámbitos: político, económico, cultural, deportivo, religioso; es decir, ha habido mucha mentira en la vida de cada día. Pero algunas de las cosas escritas en relación con la religión han sido especialmente intolerables: por su contenido -perdón, acaso es más exacto decir falta de contenido– y por la inexplicable, pero tristemente real, influencia que quienes las han escrito tienen en una sociedad que da por bueno y se traga como alimento de calidad lo que no lo es.

Desgraciadamente, han abundado, sobre todo en la prensa escrita, que en definitiva es la que queda, comentarios que no son de recibo, sino de juzgado de guardia, escritos por quienes intentan denigrar lo que o no entienden o no quieren entender -lo que ya es peor-, o, sencillamente, lo que les supera. Deleznable ejemplo de lo que estoy diciendo ha sido un artículo titulado Beatus ille, publicado por Arturo Pérez-Reverte en El Semanal, bajo la rúbrica, expresiva a más no poder en este caso, de Patente de corso. Hay quien cree, como este personaje, que ser columnista de un periódico es tener un cheque en blanco para decir irresponsablemente lo que le da la gana, tener -no se sabe con qué derecho- patente de corso. La culpa no es sólo de él, claro, sino de quien se lo acepta o se lo publica. Pero, evidentemente, eso del cheque en blanco y de la patente de corso no es verdad, y precisamente quien, por lo que sea, tiene algún predicamento entre el público, debería ser sumamente cuidadoso y responsable a la hora de escribir, si realmente tiene, aunque sea una mínima noción, de lo que es la ética profesional.

Traigo a este rincón este caso porque es paradigma de la frivolidad irresponsable con la que algunos trabajan, y porque recoge ese tópico tan rancio y manido de decir lo primero que a uno se le ocurre sin tomarse la molestia de comprobar, contrastar y enterarse previamente. Como un loro, Pérez-Reverte repite lo que otros han dicho ya con igual irresponsabilidad: que «el Papa Juan Pablo II tatatachán, se arrima al micro y suelta: Queridos jóvenes, tenéis que ser beatos. Y se queda tan campante». La verdad es que no sabe uno qué pensar: si se trata de ignorancia pura y dura -desde luego en este caso culpable-, o de un miserable resentimiento, fruto de la envidia de no llegar a los talones de la persona a la que se critica. Cree el ladrón que todos son de su condición. Para que Arturo Pérez-Reverte, y los demás como él, se enteren, si quieren, he aquí el texto exacto, en italiano, tal como fue pronunciado, el 25 de julio de 2002 por el Santo Padre: «Cari amici, alla vostra giovane voglia di essere felici, il vecchio Papa, carico di anni ma ancora giovane dentro, risponde con una parola che non è sua. È una parola risuonata due mila anni or sono. L’abbiamo riascoltata stasera: Beati…: La parola-chiave dell’insegnamento di Gesù è un annuncio di giogia: Beati…» Traducción: «Queridos amigos, a vuestro joven deseo de ser felices, el viejo Papa, cargado de años pero todavía joven por dentro, responde con una palabra que no es suya. Es un palabra que resuena desde hace más de dos mil años. La hemos vuelto a escuchar esta tarde: Bienaventurados… La palabra-clave de la enseñanza de Jesús es un anuncio de alegría: Bienaventurados. Beati, señor Pérez-Reverte y mariachi que comparte su ignorancia, en italiano, significa felices, dichosos, bienaventurados. ¿Por un casual ha oído usted hablar de las Bienaventuranzas? Antes de echar la pluma a paseo sin más ni más, como es su costumbre, y de llamar intolerablemente a Pío XII ese hijo de la gran puta -¿pero dónde ha aprendido educación?-, tómese usted la molestia de enterarse de algo de lo que escribe y háganos el favor de no denigrarse a sí mismo.