China se encamina hacia una «Nueva Era» con más restricciones a la religión - Alfa y Omega

China se encamina hacia una «Nueva Era» con más restricciones a la religión

El discurso del presidente Xi Jinping en la inauguración del 19º Congreso Nacional del Partido Comunista Chino anunció que el régimen actuará para que las religiones «se adapten a la sociedad socialista»

María Martínez López
Foto: EFE/How Hwee Young

El presidente chino Xi Jinping hará del control a las religiones una de las líneas de acción de su segundo mandato, en línea con el incremento de la represión en los últimos años. Así se desprende del discurso de tres horas y media con el que inauguró el 19º Congreso Nacional del Partido Comunista Chino el miércoles.

En este encuentro, que se celebra cada cinco años, se renovará parcialmente el Comité Permanente, el Politburó y Comité Central del partido. Además, hasta el martes se desarrollarán las prioridades del régimen, que quiere que para 2050 China se haya convertido en una «gran nación socialista moderna».

Para lograrlo, todo el discurso de Xi giró en torno a la idea del «socialismo con características chinas para una nueva era». A lo largo del congreso, algunas de sus propuestas se incorporarán a la Constitución del país.

Religiones «adaptadas al socialismo»

La apuesta por la chinificación no es baladí, pues uno de los ámbitos donde es más relevante es la relación de las autoridades con las distintas religiones. En su discurso, Xi afirmó que «las religiones en China deben ser chinas en su orientación», y explicó que esto implica que el partido «guiará activamente a las religiones para que se puedan adaptar a la sociedad socialista».

Este movimiento implica, entre otras cosas, un mayor control de las autoridades y un esfuerzo por limitar todo lo posible las influencias externas: desde dificultar la entrada de misioneros y financiación extranjera para las organizaciones religiosas, hasta, en el caso de la Iglesia católica, garantizar el control del Gobierno sobre el nombramiento de obispos, para asegurarse que estos sean afines a la Asociación Patriótica Católica China, y no a la Iglesia clandestina.

Esta idea resulta contradictoria con las negociaciones que se están llevando a cabo con la Iglesia católica de cara a un posible acuerdo sobre el nombramiento de obispos y el restablecimiento de relaciones diplomáticas. Estas negociaciones han suscitado el recelo de algunos rostros conocidos de la Iglesia en China, como el cardenal Zen, arzobispo emérito de Hong Kong; y monseñor Savio Hon Tai-Fai, recientemente nombrado nuncio en Atenas en lo que se ha interpretado como un movimiento para alejarlo de la Santa Sede.

El «extremismo», coartada del régimen

La chinificación no es un camino nuevo. Las palabras del presidente están en concordancia con las líneas de actuación sobre las que las autoridades chinas están trabajando en los últimos meses, y que incluyen la prohibición a padres y maestros de que lleven a los niños a la iglesia. La nueva oleada de represión se manifiesta también en campañas como la de la provincia de Zhejiang, donde desde hace dos años se repite el derribo de cruces y templos.

El partido comunista –aseguró el presidente Xi en su discurso– debe protegerse con firmeza y tomar medidas resolutivas para combatir cualquier acto de infiltración, subversión, sabotaje, actividades terroristas, de separatismo étnico y de extremismo religioso. Las autoridades chinas no han dudado en aludir en los últimos tiempos al islamismo como justificación a sus políticas restrictivas contra todas las religiones.

Las restricciones no afectan solo a los cristianos. En la provincia de Xinjiang, en el noreste del país, donde el 60 % de la población es musulmana, las autoridades han controlado puerta por puerta algunas zonas para comprobar si la gente tenía objetos religiosos o rezaban.

Según Maya Wang, investigador del Human Rights Watch, también han abordado a la gente en la calle para controlar el contenido de sus móviles. Muchas de estas medidas –afirma en declaraciones a UCANews– han partido de Chen Quanguo, que ha llevado a Xinjiang su experiencia reprimiendo a los budistas en el Tibet, y que en este congreso podría acceder al Politburó del partido.