Los niños villeros que juegan al críquet: «El Papa me ha dicho que voy a triunfar en la vida» - Alfa y Omega

Los niños villeros que juegan al críquet: «El Papa me ha dicho que voy a triunfar en la vida»

Ángeles Conde Mir
El equipo de Cricket sin fronteras tras visitar al Papa. Foto: Ángeles Conde

Es miércoles y hace pocos minutos que ha terminado la audiencia general. Cuando los encuentro en la plaza, unos chicos se están abrazando a otros. Otros se enjugan las lágrimas pero ríen a la vez. Los profesores los animan y los abrazan también. Les dicen algo al oído.

«¿Nos das unos minutos? Algunos están muy tocados», me dice Silvina, una de las profesoras que acompaña al grupo.
«Claro», respondo.

Me he acercado a ellos porque llaman la atención: un nutrido grupo de chavales, todos vestidos con el mismo chándal azul y blanco, los colores de la bandera argentina.

–¿Habéis estado en la audiencia general?».
«Sí. Francisco ha venido hacia nosotros y nos ha saludado», responde uno de los profesores. Se llama Daniel Juárez y es el artífice del viaje, quien ha hecho posible que estos chicos de Argentina hayan podido pasar un rato con su paisano, el Papa Francisco.

En 2009 este contable, junto al sacerdote villero José María (Pepe) Di Paola, pensaron que el deporte del críquet podría ser un buen vehículo para la inclusión de los más jóvenes de las villas miseria. Así nació Cricket sin fronteras, un proyecto en el que ya participan más de 650 chicos y chicas y que, desde estas zonas marginales, se ha extendido también a colegios, uniendo de esta forma a muchachos de entornos normalizados con otros que proceden, en muchos casos, de realidades de abandono, ruptura familiar o pobreza. Y así, con cuatro alumnos y seis profesores en sus comienzos, han hecho realidad la inclusión a través del deporte, ese sueño del que tanto habla el Papa Francisco. De hecho, fue el entonces arzobispo de Buenos Aires, Jorge Mario Bergoglio, quien dio el visto bueno a esta iniciativa.

Tiago con su camiseta del San Lorenzo de Almagro firmada por Francisco. Foto: Ángeles Conde

«Él nos conoce. Sabe de nuestro proyecto. Además algunos chicos del grupo estaban en las villas que él visitaba cuando era cardenal. Por eso este encuentro fue muy, muy especial. Los chicos están muy emocionados. El Papa nos ha pedido que sigamos luchando por la inclusión. Ese es el mensaje que nos llevamos, el de seguir trabajando como hemos hecho estos años», resume Daniel.

En una maravillosa paradoja, las periferias juegan al deporte de los aristócratas ingleses. Pero Silvina me insiste en que no es solo darle a la pelotita de piel de ciervo: «No es simplemente jugar al críquet. Hacemos con ellos un trabajo integral. No es disputar el partido del fin de semana y ya. Te pongo solo un ejemplo de cómo les cambia el deporte. Al principio a muchos chicos no los podemos ni tocar, literalmente. Meses después, cuando nos ven por la calle, nos llaman, vienen corriendo a nosotros y nos abrazan y besan».

El encuentro con el Papa estuvo lleno de gestos simbólicos. Francisco también bendijo dos bates del equipo –fabricados por los presos del complejo penitenciario bonaerense de San Martín, donde el padre Di Paola es capellán, y leyó en voz alta el banderín del equipo que reza: «Por un deporte sin barreras, por un mundo sin excluidos».

Tiago, de 12 años, me muestra su teléfono móvil. En él conserva su selfi con Francisco: «Ha sido una realegría. Esto no me lo hubiera imaginado en la vida. Nunca. El Papa se puso a mi lado. Le pregunté si le podía sacar una foto y me dijo que sí, y nos la sacamos», me explica trabándose un poco con las palabras, porque aún no se lo puede creer.

Cristian fue el más avispado del grupo. Le trajo al Papa algo que sabía que le iba a gustar: una camiseta del San Lorenzo de Almagro, el equipo de los amores de Francisco. Cuando ya está más sereno, aunque aún con los ojos rojos por haber llorado tras el encuentro con Francisco, me explica que, después de unos minutos de debatirse si se la mostraba o no, finalmente, se envalentonó y le enseñó la camiseta al Papa. «Fue buenísimo eso. Jamás pensé que le iba a ver tan de cerca y cuando lo vi le pedí que me firmara una camiseta del San Lorenzo. Me la firmó y me dijo que iba a triunfar en la vida, que iba a hacer cosas buenas». Y ya las ha hecho. De la villa miseria ha pasado a la selección nacional de críquet argentina consiguiendo ser campeón juvenil sudamericano.

Cristian, Tiago, ¿qué os ha dado el críquet a vosotros?
«El críquet me hace feliz. Es muy importante para mí», responde Tiago, parco en palabras, quizá porque es más niño.

«Muchas cosas. Es como una familia para nosotros porque estamos todos juntos. Ellos son como los hermanos que nunca tuve. Esto para mí significa muchas cosas», concluye Cristian.