El Papa pide poner al paciente en el centro de la toma de decisiones al final de la vida - Alfa y Omega

El Papa pide poner al paciente en el centro de la toma de decisiones al final de la vida

En un mensaje a los médicos europeos, Francisco ha ratificado la diferencia entre «no adoptar o suspender medidas desproporcionadas», una decisión lícita, y la eutanasia, que no lo es. Al discernir sobre cada caso concreto –añade–, debe escucharse al paciente y no perder nunca la cercanía con él

María Martínez López
Foto: Maya Balanya

Sostener o sustituir las funciones vitales del cuerpo no siempre «es lo mismo que promover la salud». Por ello, hace falta una sabiduría cada vez mayor para no caer en la tentación de aplicar tratamientos que «a veces no sirven al bien integral de la persona». Esta advertencia centra el mensaje que el Papa Francisco ha hecho llegar a lo participantes en el encuentro regional europeo de la Asociación Médica Mundial que se celebra en el Vaticano este jueves y viernes y que aborda el final de la vida.

«No adoptar o suspender medidas desproporcionadas es evitar el encarnizamiento terapéutico; desde un punto de vista ético, es completamente distinto a la eutanasia, que siempre está mal, porque su intención es terminar con la vida y causar la muerte», subraya el Santo Padre.

La limitación del esfuerzo terapéutico, en cambio, «no desea causar la muerte; simplemente reconoce la incapacidad de impedirla», añade, citando el Catecismo de la Iglesia Católica.

«Cuidadoso discernimiento»

Esta distinción –reconoce el Pontífice– entre las medidas proporcionadas y las que no lo son es más difícil de aplicar al tomar decisiones en la práctica clínica y en situaciones críticas. Por ello «hace falta un cuidadoso discernimiento del objeto moral de la acción, de sus circunstancias, y de la intención de los implicados».

En este proceso de toma de decisiones, el papel central ha de corresponder al paciente, que «tiene el derecho a, en diálogo con los profesionales sanitarios, evaluar el tratamiento que le proponen, juzgar su proporcionalidad en su caso concreto, y rechazarlo si juzga que esta es insuficiente».

Una relación fragmentada

El Santo Padre subraya que este proceso se está complicando por el hecho de que la relación médico-paciente y la atención sanitaria en general están cada vez más fragmentadas. También es posible que el médico, angustiado por estar «en el umbral de la vida humana» o por la dificultad de las decisiones, se distancie del paciente.

Por ello, Francisco recuerda al personal sanitario que su «imperativo categórico es nunca abandonar al enfermo», dándole amor y cercanía, «reconociendo los límites que todos compartimos y mostrándole nuestra solidaridad». Este enfoque es el que se manifiesta en los cuidados paliativos, «que están demostrando ser de la mayor importancia en nuestra cultura, pues se oponen a lo que hace que la muerte sea más aterradora y rechazada: el dolor y la soledad».

Crece la «brecha sanitaria»

Por otro lado, el Papa advierte sobre la creciente «brecha sanitaria» que no solo afecta a los países pobres. Incluso en el mundo desarrollado –insiste– «tratamientos crecientemente sofisticados y costosos solo están disponibles a segmentos de la población cada vez más limitados y privilegiados» y el acceso a la atención sanitaria «depende más de los recursos del individuo que de su necesidad real de tratamiento».

El Santo Padre concluye su mensaje pidiendo que en las sociedades democráticas «estas cuestiones sensibles se aborden con calma, seria y reflexivamente, de una forma abierta a encontrar, en la medida de lo posible, soluciones pactadas». Para ello, en un clima de diálogo abierto, hay que «tener en cuenta distintas visiones del mundo, convicciones éticas y pertenencias religiosas».

Además de esto, «el Estado no puede renunciar a su deber de proteger a todos los implicados, defendiendo la igualdad fundamental» de todos y «prestando una atención particular a los más vulnerables, que necesitan ayuda para defender sus propios intereses».