El Papa critica la «hipocresía» de «negar la masacre de mujeres y niños» en las guerras - Alfa y Omega

El Papa critica la «hipocresía» de «negar la masacre de mujeres y niños» en las guerras

Francisco se expresó en estos términos durante una vigilia de oración por la paz en Sudán del Sur y en la República Democrática del Congo que celebró este jueves en San Pedro

Redacción
Foto: REUTERS/Max Rossi

El Papa Francisco criticó este jueves «la hipocresía» que supone «negar las masacres de mujeres y niños» en las guerras, en su alocución durante una vigilia de oración por la paz en Sudán del Sur y en la República Democrática del Congo. «Que el Señor resucitado derribe los muros de la enemistad que dividen hoy a los hermanos, especialmente en Sudán del Sur y en la República Democrática del Congo», pidió Bergoglio en la ceremonia en la basílica de San Pedro, que comenzó con cantos en suajili.

Asimismo, rezó para que Jesús «socorra a las mujeres víctimas de la violencia en las zonas de guerra y en cualquier parte del mundo» y a los niños que «sufren a causa de conflictos que no tienen que ver con ellos pero que les roban su infancia y a veces también la propia vida». «¡Cuánta hipocresía cuando se callan o niegan las masacres de mujeres y niños! Aquí la guerra muestra su rostro más horrible», denunció.

Francisco dedicó así esta jornada a rezar por la paz de manera especial en estos dos países africanos envueltos en cruentas guerras civiles que han causado numerosas víctimas y desplazados, pero también en «todas las partes del mundo que sufren la guerra», dijo. De hecho, recordó que «había decidido» visitar Sudán del Sur pero finalmente «no ha sido posible» y, por ello, subrayó que «la oración es más importante porque es más poderosa».

Bergoglio aseguró que «los pecados que generan y fomentan las guerras» son la soberbia, la avaricia, la sed de poder y la mentira, entre otros, y por eso imploró el fin de la violencia. «Que el Señor ayude a los humildes y a los pobres del mundo a seguir creyendo y esperando que el Reino de Dios está cerca, que está en medio de nosotros, y es «justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo»», prosiguió.

Pidió que «sostenga a todos los que, día tras día, se esfuerzan por combatir el mal con el bien, con gestos y palabras de fraternidad, de respeto, de encuentro, de solidaridad». «Que el Señor afiance en los gobernantes y en todos los que tienen responsabilidades un espíritu noble y recto, firme y valiente en la búsqueda de la paz, mediante el diálogo y la negociación», reclamó.

Por último, Francisco pidió que el Señor conceda a todos ser «artesanos de paz allí donde estemos, en la familia, en la escuela, en el trabajo, en las comunidades y en cualquier ambiente».

Efe / Redacción

Oración completa del Papa

Esta noche, queremos esparcir con nuestra oración semillas de paz en la tierra de Sudán del Sur y de la República Democrática del Congo, así como en todas las partes del mundo que sufren por la guerra. Había decidido visitar Sudán del Sur, pero no ha sido posible. Sin embargo sabemos que la oración es más importante, porque es más poderosa: la plegaria actúa con la fuerza de Dios, para quien nada es imposible.

Por eso agradezco de corazón a quienes han ideado esta vigilia y se han esforzado en llevarla a cabo.

«Cristo resucitado nos invita. Aleluya». Estas palabras del canto en lengua suajili han acompañado la procesión de entrada, con algunas imágenes de los dos países por los que estamos rezando especialmente. Los cristianos creemos y sabemos que la paz es posible porque Cristo ha resucitado. Él nos da el Espíritu Santo, a quien hemos invocado.

Como san Pablo nos ha recordado hace unos instantes, Jesucristo «es nuestra paz» (Ef 2,14). En la Cruz, ha cargado con todo el mal del mundo, también con los pecados que generan y fomentan las guerras: la soberbia, la avaricia, la sed de poder, la mentira… Jesús ha vencido todo esto con su resurrección. Cuando se apareció en medio de sus amigos les dijo: «Paz a vosotros» (Jn 20,19.21.26). Nos lo repite también a nosotros aquí, en esta noche: «Paz a vosotros».

Sin ti, Señor, vana sería nuestra oración y engañosa nuestra esperanza de paz. Pero tú estás vivo y obras para nosotros y con nosotros; tú, nuestra paz.

Que el Señor resucitado derribe los muros de la enemistad que dividen hoy a los hermanos, especialmente en Sudán del Sur y en la República Democrática del Congo.

Que socorra a las mujeres víctimas de la violencia en las zonas de guerra y en cualquier parte del mundo.

Que salve a los niños que sufren a causa de conflictos que no tienen que ver con ellos, pero que les roban su infancia y a veces también la propia vida. ¡Cuánta hipocresía cuando se niegan las masacres de mujeres y niños! Aquí la guerra muestra su rostro más horrible.

Que el Señor ayude a los humildes y a los pobres del mundo a seguir creyendo y esperando en que el Reino de Dios está cerca, que está en medio de nosotros, y es «justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo» (Rm 14,17). Que sostenga a todos los que, día tras día, se esfuerzan por combatir el mal con el bien, con gestos y palabras de fraternidad, de respeto, de encuentro, de solidaridad.

Que el Señor afiance en los gobernantes y en todos los que tienen responsabilidades un espíritu noble y recto, firme y valiente en la búsqueda de la paz, mediante el diálogo y la negociación.

Que el Señor nos conceda a todos nosotros ser artesanos de paz allí donde estemos, en la familia, en la escuela, en el trabajo, en las comunidades, en cualquier ambiente; «lavándonos los pies» unos a otros, a semejanza de nuestro Maestro y Señor. A él la gloria y la alabanza, hoy y por los siglos de los siglos. Amén.