El Papa y los budistas: «testimonio común» frente a las divisiones étnicas - Alfa y Omega

El Papa y los budistas: «testimonio común» frente a las divisiones étnicas

En el encuentro de este miércoles con el Comité Estatal budista, Francisco ha subrayado que el cristianismo y el budismo comparten la receta frente a la violencia: «la compasión y el amor»

María Martínez López
Foto: AFP Photo/Vincenzo Pinto

El Papa ha alentado este miércoles «todos los esfuerzos para curar las heridas de los conflictos que a lo largo de los años han dividido a personas de distintas culturas, etnias y convicciones religiosas». Le escuchaban, en el centro Kaba Aye, los 47 monjes que componen la cúpula del Comité Estatal Sangha Mahanayaka, un órgano compuesto por 1.200 delegados elegidos por el más de medio millón de monjes budistas del país.

La sanación de las heridas ­–ha continuado Francisco– debe estar alimentada por la sabiduría que emana de algunos valores compartidos por el budismo y el cristianismo, y que tienen su base en «la compasión y el amor». Hoy en día «el gran desafío es ayudar a las personas a que se abran a la trascendencia» para que, conociéndose a sí mismas, reconozcan la interconexión con los demás y superen «todas las formas de incomprensión, de intolerancia, de prejuicio y de odio».

«Conquista al airado mediante el amor»

El Santo Padre ha puesto como ejemplo el paralelismo entre la oración Haz de mí instrumento de tu paz, atribuida a san Francisco de Asís, y este texto de Buda: «Conquista al hombre airado mediante el amor; conquista al hombre de mala voluntad mediante la bondad; conquista al avaro mediante la generosidad; conquista al mentiroso mediante la verdad».

Este encuentro era de los que más interés suscitaba, dentro del programa de este viaje del Papa, por la estrecha vinculación que se ha promovido en Myanmar desde hace décadas entre el budismo que profesa el 87 % de la población y el nacionalismo birmano. Consecuencia de esto son los ataques que algunos líderes budistas radicales lanzan contra la minoría rohinyá, equiparándola a terroristas musulmanes.

Una vez más, Francisco no se ha referido a este grupo étnico y religioso directamente, como le han aconsejado desde la Iglesia local. Pero sus palabras han apuntado a este y otros conflictos étnicos con menos repercusión internacional que golpean la antigua Birmania.

Los líderes religiosos deben hablar

«No debemos resignarnos» ante las «nuevas divisiones causadas por los conflictos, la pobreza y la opresión», ha pedido Francisco a los líderes budistas. Si bien curar estas heridas es tarea de «la sociedad en su conjunto», los dirigentes civiles y religiosos tienen una especial responsabilidad.

Los líderes espirituales deben dar «testimonio común» y buscar «una mayor cooperación» porque, «cuando hablamos con una sola voz, ofrecemos una palabra de esperanza». La Iglesia católica estará siempre dispuesta a ello, ha asegurado el Santo Padre, que ha puesto como ejemplo el encuentro interreligioso organizado en abril por los obispos birmanos. Estas citas «son un factor importante en la promoción de la justicia y de la paz».

Diálogo, pero no injerencias

Antes del Papa tomó la palabra el presidente del Sangha, Bhaddanta Kumarabhivamsa, que ha condenado «cualquier expresión que incite al odio, la falsa propaganda, los conflictos y las guerras con pretextos religiosos». «No podemos aceptar que el terrorismo y el extremismo puedan nacer de una fe religiosa», sino de las modificaciones introducidas en ella a causa de los propios deseos, instintos, miedos o decepciones.

Al mismo tiempo el presidente de los monjes budistas ha pedido que la colaboración religiosa no implique interferir en los asuntos internos de otras religiones. En un discurso que ha citado la creencia budista de que «todas las tradiciones espirituales son igualmente válidas», el monje ha resaltado también el compromiso del «pueblo birmano» con la promoción y difusión del budismo, si bien el Estado reconoce la presencia de otros credos.

Este papel del budismo como religión de Estado implica, por ejemplo, que la labor de los misioneros se vea muy limitada por las prohibiciones de hacer proselitismo, y que muchos de ellos deban entrar en el país afirmando que están allí por negocios u otros motivos.